Con la incursión de un equipo reporteril (reportera y fotógrafa) y posterior publicación de una primera crónica desde Delta Amacuro, nuestro proyecto ha conseguido cumplir una de sus metas: registrar alguna expresión de la actividad de nuestro pueblo en las áreas de la ciencia, la tecnología y la innovación en cada uno de los 23 estados de Venezuela y en su Distrito Capital. Ya visitamos cada una de esas entidades y de todas nos trajimos un puñado de historias, conversas, registros de experiencias y objetos hechos por nuestra gente: plantamos bandera.
Hemos realizado incursiones desde la Costa Oriental del Lago hasta las industrias básicas en la zona del hierro; desde la Sierra Falconiana hasta las sabanas apureñas; desde la costa sucrense hasta las montañas de Táchira, Trujillo y Mérida; desde la resolana del semiárido larense hasta la potencia selvática del Amazonas. Quizá debamos admitir que nos falta visitar el territorio Esequibo, pero tenemos una carta guardada: un recorrido ya hecho y publicación pendiente desde Tumeremo y la población minera Nuevo Callao, que en sentido estricto y formal vienen a ser capital y lindero de ese territorio.
Llegados a este punto son pertinentes un veloz recuento y un asomarnos a lo que viene. El recuento comienza en los días previos a la fecha de lanzamiento de este portal o revista digital (28 de octubre de 2021), continúa con las primeras incursiones reporteriles (al IVIC, a Carabobo y al eje Barinas-Mérida) y cumple ahora esta fase en el estado donde el Orinoco se vuelve metralla de aguas hacia el Atlántico. Como equipo, y cada uno de nosotros individualmente, podemos decir que hemos tocado profusamente la piel de Venezuela.
Rumbo al futuro: queremos y debemos profundizar esas incursiones a lo hondo de cada estado, donde haya pueblo activo y resistente creando mejoramientos y soluciones, haciendo ciencia y tecnología, entendiendo (y a veces sin entender) que hacer una casa con barro o jalar un pescao en un caño tienen el mismo significado de ciencia y trabajo que hacer tratamientos con células madre y mejorar genéticamente una especie animal o vegetal.
A propósito de la última idea del párrafo anterior: de los muchos puntos donde confluyen y se entremezclan los saberes ancestrales, campesinos y académicos, la experiencia digna de ser destacada y voceada como sensacional conquista venezolana es el trabajo de los Productores Integrales del Páramo (Proinpa) con Codecyt y los entes de la ciencia, para que los agricultores y sus hijo dirijan y echen a andar su propio laboratorio de mejoramiento genético de rubros alimenticios (CEBISA). La Alianza Científico-Campesina es uno de los momentos-país que demuestran que somos rompedores de prejuicios y de esquemas, y que la inteligencia de nuestra gente humilde sólo necesita una oportunidad.
Vamos entonces a profundizar: ya nos vieron (y los vimos) en 23 estados y en la capital del país, ahora intentaremos hurgar en el resto de los municipios (son 355, ya nos faltan menos) y después hablaremos de los niveles parroquiales, comunales y el casa por casa. Las utopías posibles están hechas de esa clase de desafíos. No podemos dejar de mencionar que estas travesías han sido posibles gracias al Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología, a la Fundación Pueblo Soberano en su momento, y a la legión de amigos y de gente dispuesta a abrirnos las puertas y el corazón en todas partes. Con semejantes apoyos va a ser difícil que nos detengamos por desánimo o por falta de energías.