La exploración y estudio de grietas y cavernas es una aventura fascinante que se va quedando sin aventureros. Rafael Carreño y un reducido grupo de espeleólogos quieren revertir esa tendencia
José Roberto Duque
Foto de portada: descenso en cuerda de la Cueva Walter Dupouy. Daniel Macedo (SVE 2024)
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Ocurrió en 1992. Un grupo de la Sociedad Venezolana de Espeleología se introdujo en una cueva en la que ya habían hecho otras expediciones unos años atrás, para medirla y topografiarla. Se trataba de un sistema de galerías, ubicado en Perijá (Zulia), llamado la Cueva del Samán. La suma de sus galerías se acercaba a las dimensiones de la mucho más famosa Cueva del Guácharo. Para el momento, de la del Guácharo se habían topografiado poco más de 9 kilómetros y medio, y con otros espacios por explorar superaba probablemente los 10 kilómetros, lo que le otorgaba el título de cueva más extensa de Venezuela.
En esa ocasión de 1992 el equipo fue acompañado por dos especialistas en buceo de cuevas, una disciplina no apta para personas claustrofóbicas (en realidad, no apta para persona alguna, con o sin fobias): sumergirse en un río subterráneo, dentro de la cueva, y explorarlo en busca de alguna entrada escondida, cubierta, hundida en la oscura agua del olvido por los siglos de los siglos.
Foto Yrleana Gómez
Rafael Carreño, para entonces un muchacho que no llegaba a los 30 años (en estos días cumple 60) cuenta y explica de qué se trataba aquella locura y por qué valía la pena:
El buceo de cuevas es una de las actividades más peligrosas que existen, nosotros no recomendamos ni promovemos esas actividades. Pero teníamos dos compañeros, Joaquim Astort y Joris Lagarde, que habían hecho ya buceo de cuevas en Europa, tenían cierto entrenamiento. Esta Cueva del Samán tiene varias bocas, muchas de ellas separadas entre sí por tramos donde circulaba un cauce subterráneo entre dos cuevas. Cuando ya teníamos cerca de nueve kilómetros y medio topografiados, se consiguió por medio de un tramo inundado un paso a una zona de galerías realmente muy amplia, unas galerías gigantescas. Entonces, con estos compañeros la idea no era hacer buceo por hacer buceo, sino tratar de conseguir esos pasos.
Y, bueno, se fueron estos dos compañeros, empezaron la topografía ellos dos solos, se dieron cuenta de que había mucho trabajo por hacer. Cuando regresaron de ese primer buceo, aparte de regresar con una parte de las galerías ya topografiadas en la libreta, venían con la propuesta de ingresar a más personas. Decían que el sifón no era tan complicado.
Cueva del Guácharo. Foto Daniel Macedo
Los demás no teníamos mucho entrenamiento, pero lo que se hizo fue pasar a las personas que tenían experiencia topografiando. Me correspondió a mí y a otros compañeros pasar al otro lado para ayudar a medir esas nuevas galerías. No íbamos en plan de turismo o de agregar un logro, una condecoración más a nuestra experiencia, sino con un objetivo, con una meta, con una tarea para poder terminar el mapa de esta cueva, que terminó midiendo 18 kilómetros y cuarto. Casi el doble de la del Guácharo y por lo tanto la más grande de Venezuela.
Cueva Las Brisas, Perijá. Foto Rafael Carreño
Al biólogo Ángel Viloria se le reconoce el haberles dado a los espeleólogos los primeros informes de la existencia de esta cueva.
En la cueva El Samán participaron unas 25 personas, pero el mayor trabajo recayó en los seis topógrafos: Carlos Galán, Joris Lagarde, Joaquim Astort, Wilmer Pérez, Francisco Herrera y Rafael Carreño. Los miembros más jóvenes del grupo recibieron el Día de la Juventud de 1992 la Orden José Félix Ribas por méritos científicos, cuando se reportó esa cueva de Perijá la mayor caverna de Venezuela: Enrique Bolón, Francisco Herrera, Pedro Ascanio, Bernardo Urbani, Ángel Viloria y Rafael Carreño.
Foto Yrleana Gómez
Ad augusta per angusta
Carreño se entusiasma con el relato de los peligros y dificultades que ha debido superar en su carrera de explorador de cavernas. Resulta particularmente escalofriante el detalle de otra cueva de Perijá, a la que pudieron acceder después de varios intentos o acercamientos infructuosos:
Hay una cueva que se llama la Cueva de los Encantos, cuya entrada está al borde de un río, más bien justo en el nivel del río. O sea que parte del río seguía de largo por el cauce y parte del agua se metía dentro de la cueva. Pero era una boca muy angosta y entre bloques grandes de piedra. Entonces bastaba con que cayera una lloviznita para que creciera el río unos cuantos centímetros y se tapara la boca; si alguien estuviera dentro de la cueva quedaría atrapado.
Las primeras veces que fuimos, cuando no habían cesado las lluvias en diciembre, llegamos a ver la cueva tentadora que nos atraía, nos motivaba a explorarla, pero sabíamos que no estaban las condiciones, que era demasiado peligroso. Hasta que llegamos en una época en que la sequía estaba bastante avanzada y pudimos ingresar. Entonces imagínate la sorpresa: una boca que tendría menos de medio metro de diámetro, pero la cueva que estaba más allá de la boca no tenía que ser pequeña. Ahí se cumplió un lema de los espeleólogos, un lema que está en latín, que reza: ad augusta per angusta. A la grandiosidad, a través de las angosturas.
Foto Yrleana Gómez
Después de esa boca de medio metro, uno bajaba un pequeño escalón y empezaba un río subterráneo que llegó a tener más de cuatro kilómetros y medio de desarrollo. Tuvimos que hacer una topografía lo más escueto, lo más expedito posible, porque es un sitio relativamente peligroso. Hicimos una operación comando y logramos topografiar esa cueva en dos expediciones, en dos temporadas. Como eran cuevas en donde uno sabía que no tenía sino una ventana de tiempo relativamente breve para ingresar con cierta seguridad, en vez de estar entrando y saliendo varias veces hicimos unas operaciones intensas: entrábamos a la cueva un día y salíamos al día siguiente, nos echábamos unas palizas de aproximadamente 30, 35 horas dentro de la cueva.
Cueva del Guácharo. Foto Daniel Macedo
Cómo empezó todo
Habla en voz baja y con tono sereno, pero la profusión de recuerdos y reflexiones que le brotan de los adentros (algo o mucho sabe de profundidades el presidente de la Sociedad Venezolana de Espeleología) hace que el exceso de información te apabulle. Siente uno que cualquier resumen o síntesis de su trayectoria resulte mezquino, pero ese resumen hay que intentarlo, hay que lograrlo.
Nació en 1964; al borde de su cumpleaños numero 60 recorrió una cueva de un kilómetro en el estado Miranda, y esto lo cuenta para informar que está en buenas condiciones pero también para estimular a la gente común a que se acerque a la espeleología.
Foto Yrleana Gómez
Su padre, Omar Carreño, fue un renombrado artista plástico, y de hecho fue Premio Nacional de Artes Plásticas; la Ciudad Universitaria y unos cuantos espacios del eje Plaza Venezuela-Sabana Grande albergan varias obras suyas. Esquivando la sombra del padre, Rafael empezó a estudiar sicología. Pero existen los fuertes atavismos, y el de Rafael lo hizo mudarse de carrera y recalar en la escuela de Artes, pero no se refugió en las artes plásticas sino en el cine.
Foto Daniel Macedo
Su madre fue una dama francesa que “mantenía a la familia dentro de la casa, era un trato más de las puertas hacia adentro que de las puertas hacia afuera. Entonces yo crecí con un apego bastante importante a la lectura”. A esa cualidad materna le debe el haberse encontrado con algunas lecturas fundamentales: Julio Verne y unos cuantos libros sobre arqueología y paleontología, disciplinas que lo fascinaron varias décadas antes de que los niños de todo el mundo se embelesaran con Jurassic Park, Indiana Jones y toda esa saga sobre exploraciones y exploradores improbables.
Cueva Walter Dupouy. Foto Daniel Macedo
En los Boy Scouts encontró sus primeros ejercicios reales de aventuras al aire libre. Luego llegó el momento crucial en que le cayó en las manos un ejemplar del Boletín de la Sociedad Venezolana de Espeleología. “Una vez, en casa de un amigo geólogo, me puse a ojear en su biblioteca y encontré un boletín que tenía mapas de cuevas. Para mí eso fue fascinante, fue encontrar unos mapas, como en las películas estas de piratas y mapas del tesoro. Yo no sabía que existía un grupo en Venezuela que pudiera dedicarse exclusivamente a las cuevas. Años después y hasta la actualidad yo soy el presidente de ese grupo”.
La revisión de ese boletín, que luego empezó a adquirir según su triste bolsillo se lo permitía, le fue revelando que la espeleología era una ciencia. Conoció allí a los exploradores de Venezuela por su nombre, a quienes hacían los mapas.
Foto Yrleana Gómez
En la universidad yo tenía una amiga, Elba Astorga, que se empató con un espeleólogo, un muchacho que estaba apenas empezando en la espeleología. Con ese contacto supe que había un grupo que se reunía en Bello Monte, y con el tiempo fui a visitar el local de la Sociedad de Espeleología, un espacio que, por cierto, se parece bastante a una cueva: espacio cerrado, techo bajo, sin luz natural. Ese día me atendió un compañero muy querido que ya falleció, Juan Noya. Entonces me dice, bueno, bienvenido, pasa, esta es la reunión. Me enseñaron lo que había, había fotografías pegadas en las paredes, mapas enrollados, donde tenían registrados esos ríos subterráneos. También estaba Miguel Ángel Pereira, un antropólogo muy conocido y fue prácticamente uno de los iniciadores de lo que llamamos antropoespeleología. Él falleció hace apenas un año. Otro de los iniciadores que conocí en aquellos momentos fue Omar Linares. Había otra persona muy activa desde el punto de vista de exploración, que falleció también hace aproximadamente un año, Carlos Galán, que tenía un muy buen nivel técnico para equipar, para instalar cuerdas, para desarrollar mapas subterráneos. Eran como unos héroes prácticamente desconocidos para la ciencia en Venezuela, pero yo sabía quiénes eran, yo había leído sobre ellos en los boletines de la SVE.
En la sede de la SVE
Conocer al país
Consciente de que un oficio espectacular no tiene necesariamente que convertirse en un espectáculo, defiende el que ha escogido desde una perspectiva responsable. «Responsabilidad» es un mantra al que se acoge sin conflictos, desde su rol actual como investigador adscrito al Centro de Ecología del IVIC.
«Parece un poco absurdo para el ciudadano común que haya gente que se someta a ciertos riesgos, a ciertas actividades que requieren mucho esfuerzo: hay que arrastrarse, hay que pasar uno o dos días mojado, uno puede terminar con las rodillas magulladas de tanto gatear en las partes de techo bajo, uno puede tener algún accidente en los tramos verticales o puede haber algún riesgo con el agua. Pero es un ámbito que es importante conocerlo adecuadamente haciendo mapas y midiendo y sabiendo realmente a dónde van las galerías, con criterios técnicos y con criterios científicos. Porque ese es parte de nuestro patrimonio. Nosotros no podemos querer el país si no lo conocemos completamente. Es importante que la gente sepa que hay yacimientos arqueológicos, que hay nuevos minerales bajo tierra, que hay nuevas especies que se han adaptado a vivir en la oscuridad y que hay ríos subterráneos que pueden servir para el abastecimiento del agua, para mantener la biodiversidad, la vida en estos terrenos poco conocidos.
Foto Yrleana Gómez
–Llevas grupos de estudiantes, gente joven, para explorar cuevas. ¿En esos grupos está el futuro de la espeleología? ¿Ves entusiasmo en los chamos?
–Sí, sí. Ahorita tenemos unas herramientas digitales muy importantes. Contamos con el aporte de un compañero llamado Daniel Macedo, que nos está ayudando con eso de generar imágenes del subsuelo, es un buen fotógrafo de cuevas. Uno de los proyectos que tengo es un programa de educación ambiental y de divulgación espeleológica. La idea es ofrecer en los medios masivos un programa de radio o un podcast, que reseñe esto de una manera amena, sobre todo con el objetivo de captar gente nueva. La espeleología no es solo una pasión de hacer hallazgos en el subsuelo, sino también generar información. Una de las estrategias es tratar de captar estudiantes de los últimos niveles de la universidad, gente que esté pendiente de hacer alguna tesis, por ejemplo, del área de la biología, de la ingeniería geológica, de la antropología. Si nosotros podemos captar estudiantes que desarrollen algún proyecto de investigación bajo tierra, podemos darle el soporte logístico, darle el acompañamiento, para que puedan ingresar al subsuelo bajo normas de seguridad.
Foto Daniel Macedo
–¿Cualquier ciudadano que no tenga formación ni entrenamiento físico puede aplicarse a explorar cuevas?
–Sí, en principio sí, en las cuevas más pequeñas y en las cuevas más sencillas, en las de recorrido horizontal. Pero para desarrollar la espeleología que nosotros vamos ejerciendo en escenarios desconocidos sí hay que ir adquiriendo experiencia porque es una responsabilidad incluso con uno mismo. O sea, no hacemos esta actividad a lo loco como una aventura, aunque el espíritu aventurero es el que nos llevó a las cuevas. Hay algo de aventura, pero no somos unos aventureros locos.
Foto Yrleana Gómez
Foto Yrleana Gómez
–¿Hay un relevo en formación en la Sociedad Venezolana de Espeleología?
–Tenemos un grupo extremadamente pequeño, es un grupo bastante precario en comparación con lo que era la SVE. Antes teníamos 30, 40 personas en lista, y de ellas había aproximadamente unas 20 activas. Ahorita somos seis, de las cuales dos son mujeres, son personas muy comprometidas. En las últimas dos décadas hemos tenido una tasa de recambio de nuevos miembros muy lenta. Hemos tenido un nuevo ingreso como promedio cada cinco o siete años. Entonces el proyecto de divulgación responde a eso, a darnos a conocer. Queremos tener más presencia en la opinión pública porque hemos sido un grupo muy modesto. Hemos trabajado con muy bajo perfil, con poca pantallería, poca notoriedad.
Foto Yrleana Gómez
La Sociedad Venezolana de Espeleología tiene una página web y unas redes sociales que no están muy actualizadas, pero parte del proyecto es retomar esas actualizaciones. En su cuenta Instagram se puede consultar y enlazar a la página y otros espacios de difusión de la SVE.
soy del tachira me dedico al turismo de aventura. me interesa aprender sobre espeleología de forma académica. podrían ayudarme guiarme o suministrarme informacion por favor
RAFa es un gran tipo y es colaborador., ha hecho una gran labor y sabe mucho del tema: me alegra le hayan echo esta entrevista tiene mucho que decir y se merece el reconocimiento .
José Joaquín Adarmes Hernández17 septiembre 2024 - 09:43
saludos desde San Sebastián de los Reyes del Estado Aragua. Dando fé del gran trabajo de éstos héroes de las profundidades y del mundo subterráneo de las cuevas me remito al trabajo de investigación y topografía de las cuevas de San Sebastián donde junto a todos ellos viví una hermosa experiencia de aventura. Siempre serán bienvenidos. Gracias hermanos y hermanas de la Sociedad Venezolana de Espeleologia
9 comentarios
soy del tachira me dedico al turismo de aventura. me interesa aprender sobre espeleología de forma académica. podrían ayudarme guiarme o suministrarme informacion por favor
En la cuenta de Instagram de la SVE hay información y enlaces sobre el tema:
https://www.instagram.com/sve_espeleologia?igsh=MWxmZ2U0d2pxcTA2NA==
Suerte, espero que te sirva
Que buen artículo.
Gracias José Roberto
Gracias a la Inventadera
¡Gracias a ti! Un abrazo
RAFa es un gran tipo y es colaborador., ha hecho una gran labor y sabe mucho del tema: me alegra le hayan echo esta entrevista tiene mucho que decir y se merece el reconocimiento .
Así es, ojalá logre su misión de formar a la generación de relevo
Hola!!!
como cuántas cuevas tenemos en Venezuela?
La Sociedad Venezolana de Espeleología organiza excursiones para conocer las cuevas?
Hola.
Son más de 700 cuevas registradas desde 1967 por la SVE.
Sí, algunas veces se organizan excursiones.
saludos desde San Sebastián de los Reyes del Estado Aragua. Dando fé del gran trabajo de éstos héroes de las profundidades y del mundo subterráneo de las cuevas me remito al trabajo de investigación y topografía de las cuevas de San Sebastián donde junto a todos ellos viví una hermosa experiencia de aventura. Siempre serán bienvenidos.
Gracias hermanos y hermanas de la Sociedad Venezolana de Espeleologia