Frente al reto de cuidar uno de los elementos vitales para la subsistencia de la vida en el planeta, una investigación de Meimalín Moreno propone dejar de considerarla un recurso, y adquirir conocimientos sobre cómo reacciona ante el cambio climático
Alejandro Silva Guevara
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Meimalín Moreno desarrolla una investigación sobre las aguas. Parte del hecho de la existencia de dos tipos: una que podemos ver (y cuantificar) en los ríos, el mar, cuando llueve o cuando abrimos el lavamanos; y otra que subsiste siempre inmersa en la dinámica de la vida, moviéndose de un estado a otro, dentro de las cosas, en el aire, en las plantas, en nuestros cuerpos y posee una importancia capital en la lógica que da equilibrio al planeta. A la primera se le denomina “agua azul”; a la segunda, “agua verde”.
Creyente de la ciencia como una realidad aplicable a la contribución con el mejoramiento del entorno social, Meimalín parte de estudios previos realizados en Venezuela para analizar el impacto del cambio climático, sus posibles consecuencias en el país y cómo materializar un aporte en el que la distribución de agua para consumo humano sea apta y suficiente para la población, sumando conocimientos para la toma de decisiones concretas en la gobernanza y cuido de nuestras fuentes acuíferas.

En principio se trata de su tesis de doctorado, pero está concatenada con el Centro de Estudios de la Crisis Ambiental Global, en el que desarrolla la misma línea de investigación. El cambio climático vuelve a ser el epicentro de estudios, con la variante de que todas las investigaciones están enfocadas en el futuro inmediato del uso de las aguas, frente al reto de hacer contrapeso a la catástrofe inminente de cambios ambientales provocados por ciertos terrícolas, que en algunos casos ya resultan irreversibles. “Nos interesa publicar, pero nos interesa mucho más que haya una investigación que aporte a la solución de los problemas ambientales en Venezuela”, afirma Moreno.
Riesgo en aumento
“En nuestro país, afortunadamente”, entra la investigadora en detalles, “aún no se puede hablar de problemas que representen mucha gravedad, pero si no tomamos los correctivos necesarios, pronto tendremos una serie de problemas que van desde los ambientales hasta los políticos y territoriales, como los del petróleo, pero con el agua”.

Meimalín explica que el tema del agua es, en parte, desconocido en la plenitud de lo que representa; todo se encuentra asociado a la emisión de gases en la atmósfera, su papel en el cada vez más sostenido efecto invernadero y sobre cómo la misma naturaleza está ejecutando sus procesos de resiliencia ante esa agresión. El agua verde juega un papel preponderante en este panorama ecológico, porque influye de en los cambios de la vegetación, en cuanto al desplazamiento de especies que han visto acentuada la mutación de los elementos que las mantienen desde hace muchísimo tiempo en zonas delimitadas según su especie. Debido a su resiliencia ahora se les puede encontrar en otros lugares en los que antes no prosperaban. Los pisos térmicos en los que el suelo también se ha adaptado, están recogiéndose hacia lugares de mayor altura, como forma de resistir a estos drásticos cambios.
La lluvia, que entra en la denominación de agua azul, fue agua verde: “Las lluvias están descontroladas y causan muchos desastres porque aquello que hemos estudiado como ‘el ciclo del agua’ se ha trastocado. Las cada vez más largas temporadas de calor y sequía causan mayores niveles de evaporación, éstos se acumulan en un grado mayor que lo habitual mientras pasa el tiempo y se agravan los cambios climáticos. Por esa razón, cuando llueve, las cantidades de agua son superiores a las habituales y los suelos no están preparados para recibirlas; por eso ocurren las catástrofes”.

Asumido como un hecho de conocimiento público, no se ha determinado cuáles medidas tomar para evitarlo, y en ese punto entra la investigación que realiza Meimalín. En principio orientó lo que ha sido un trabajo al que ella denomina “mi proyecto de vida”, partiendo del estudio de las plantas, pero no desde el punto de vista botánico sino desde el análisis de las funciones de las plantas en los procesos de emisión de dióxido de carbono y de vapor de agua. Luego hurgó en cómo influyen la lluvia y la humedad del suelo en estos procesos, la valoración de la calidad de las aguas para consumo humano y aquellas a las que se les da otros usos; los cambios en las “cuencas de precipitación”, que son aquellos en los que cae la lluvia y que también muestran patrones que inciden en estos procesos. Asimismo la influencia de los vientos, la radiación solar y la humedad originada.
Más que una tesis, este trabajo es la puerta de entrada a un estudio transdisciplinario que concentrará la mayor cantidad de datos ya existentes en instituciones como el Inameh (Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología), ABAE (Agencia Bolivariana para Actividades Espaciales), MINEC (Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo), entre otros, para ubicar geográficamente todo lo referente a las mediciones con respecto a los niveles de aguas verdes y azules.

“Lo ideal” afirma Meimalín Moreno “sería desplegar miles de micorestaciones de medición en todo el país, para recopilar los datos de cada una de las zonas específicas según sus características”. Por el momento se trata de una inversión que no puede realizarse debido a los distintos problemas que enfrentamos en el plano económico, sin embargo, los aportes de la información de las instituciones, recopilados durante ciertos periodos de tiempo, están a disposición de la investigación.
El estudio busca cubrir la complejidad de los nuevos retos con respecto al tema acuífero desde áreas reducidas, en principio, hasta lograr un estudio macro de todo el territorio nacional, o sea, un centro de estudios del agua para la creación de respuestas a la altura de las nuevas situaciones.

La importancia del estudio de las aguas
La mamá de Meimalín fue trabajadora social y su papá licenciado en Letras; se dedicaron al trabajo en liceos con adolescentes. Tiene cuatro hermanos que tomaron diferentes caminos profesionales. En busca de definirse vocacionalmente, estudió un poco de Ingeniería hasta que decidió estudiar Biología en la Universidad Simón Bolívar, donde finalmente obtuvo su grado. Sin embargo, mientras realizaba sus estudios, sintió la necesidad de desarrollar un trabajo en ecología, disciplina que finalmente definió su quehacer laboral y su pasión. También se dedicó al estudio de las artes durante siete años.

Ya con el panorama despejado en cuanto a lo que quiere aportar y dedicarse, tuvo la oportunidad de trabajar como consultora en el área hidrológica y asegura que el llamado “ciclo del agua”, en realidad debe ser llamado “ciclo hidrosocial”, y que el agua no debe ser tratada como un simple recurso: “No es un recurso, el agua es una construcción social que nos integra, o sea, el agua como un todo (…) es el papel que tiene el agua en la resiliencia de los sistemas socioecológicos”.
Nos explica que en Venezuela, con avances organizativos como las Mesas de Agua y otros implementados con sus respectivas leyes, estamos bastante avanzados con respecto a la mayoría de los países, pero faltan recursos para poder llevar adelante las investigaciones más rápidas y efectivas. La democratización de las aguas es parte de la lucha que ya comienza a hacerse necesaria, como por ejemplo en países como Bolivia y Uruguay: en este último ya privatizaron el acceso a las aguas, poniendo en riesgo la vida de los habitantes quitándoles el libre acceso a este elemento como un derecho inalienable de la humanidad.
