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Un auténtico Florentino

Entrevista con Ramón Eleuterio Bata, llanero completo y leyenda de las sabanas apureñas

por Nelson Chávez Herrera
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Texto y fotos: Nelson Chávez Herrera

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Un verdadero Florentino no es solamente un coplero de buen verso, un cantaclaro capaz de ganarle hasta al diablo una porfía en contrapunteo. Ha de ser un conocedor de todos los trabajos del Llano, un llanero completo, y además un sabio. Esta es la introducción del cronista Ramón Ojeda Cruzati antes de presentarme a alguien que, según su criterio, cumple con estos requisitos.

Almorzábamos en un restaurante de La vuelta ’el Cacho en Elorza, y su propietario, Maky Flores, supo de inmediato a quién se refería. Media hora después conversábamos con Doris, la hija del Tuco Bata, para que lo preparara, es decir, lo envitolara para una entrevista al día siguiente.

Ramón Eleuterio Bata es un señor de casi un metro noventa, extensos brazos de árbol y manos enormes con dedos largos, uno de estos cortado a la altura de la falange media, por eso el apodo (El Tuco). A los catorce años metió la totuma en un caño para beber agua y de su mano le salió guindado un caribe “capaburro” que se le llevó el pedazo.

El Tuco nació en 1930, en el hato El Menoreño, propiedad de Pablo Castillo, mentado El Guariqueño, un hombre que tenía pleitos de tierras con Pancha Vásquez (la persona real en la que basó Gallegos su personaje Doña Barbara). Las preguntas las va haciendo Ojeda Cruzati.

¿Cómo aprendiste a ser llanero?

–Desde chiquito. Me gustaba mucho hacer rodeos. Después, cuando llegué a 12 años, que dominaba un caballo manso, empecé a trabajar Llano. Había un señor llamado Carlos Lion, era medio loco, pero era muy llanero ese hombre. Ese se le apiaba a un toro, lo agarraba y lo toriaba. Con él aprendí en las corralejas, eran doce becerros y a los doce me les montaba.

¿Y esos no eran becerros de seis meses?

–¡Nooo, mautes! Era pa’ reíse, pero eran animales muy bravos.

Así fue que te enseñaron a no quejate de que te tumbaran los toros, a montate otra vez y si no te montabas te daban palo.

–Sí, señor.

¿Cuánto ganado tenía el hato? ¿Trabajaban todo el año y no terminaban?

–No terminaban.

“Los Llaneros como El Tuco sabían hacer de todo. El llanero es el que te amplía la sabana. Eran hombres que no tenían horario de trabajo, salían a las tres de la mañana y llegaban a las siete o nueve de la noche y la comida la traían en el rebaño. Mataban una becerra, iban comiendo como a las diez de la noche y nadie se quejaba. El horario lo ponía el llano, porque se les pagaba el día, pero cuando cantaban los gallos de madrugada, que espantaban las guacharacas, ya salían ellos” –comenta Ojeda Cruzati.

Nada justa suena esta relación laboral, pero eran las formas aceptadas, y el respeto por el dueño o la dueña del hato llegaba a ser tan grande que quien se criaba allí hablaba de crecer bajo su amparo y protección.

¿Con quién aprendiste a desollar una res?

–Con el viejo Fidel Zamora. Ese llegaba, y a cada muchacho lo ponía a matar una res. Ahí aprendí a picá un cuero, a sacá una soga.

El Tuco sabe hacer campechanas, cabo ‘e soga, maniadores, nadar, pelear; sabe oraciones para curar las gusaneras en los animales, rezos para curar ganado, amansar caballos y amansar guapos, y también conoce oraciones para perderse. Bata cruzó muchas veces a nado el río Arauca, cazó tigres, fue caimanero, peleador y hasta maestro de tradición. Sabe por experiencia todo sobre las faenas de ser llanero y por eso es capaz de meterlo en sus versos. No se versea con propiedad sobre algo que no se ha vivido, porque en la porfía eso se nota y es una desventaja.

Tu eras amansador. ¿Cuánto era una tarea de amansar caballos?

–Un ajuste: 200.

¿Un ajuste es un contrato?

–Sí, un ajuste. Y pa’ entregalo había que entregalo que la bestia reculara. Que recule es que usted lo jale y vaya pa’ atrás, eso es lo mas difícil, la jalá duro es lo que lo hace recular.

¿Y el corcobeo?

–Que no lo tumbe (Risas).

¿Cuál es la bestia con más mañas?

–El animal que aprende más mañas y corcobea más es la mula. Y la mula es cobarde, le tiene miedo a la espuela. Una vez en Menoreño nos dieron una mula, y esa nos tumbaba a todos. Y llegó un guate colombiano y se quedó viendo la mula y me dijo: “Oye Bata, esa mula, si usted le pone un par de espuelas, deja de corcobear”. Y Fidel dijo, sera pa’ que nos mate. Y me quedé yo con la idea, y me conseguí un par de espuelas chiquiticas. Fidel no quería que me le montara a esa mula y yo le dije, yo no nací pa’ que me matara esa mula, de porfiao. Llegué, le puse el par de espuelas, la tapé y la saqué. ¡Nooo joda!, a corcovear. En lo que le di esa cortá con la espuela se me salió pue’ el otro lado y le di pue’ el otro lado. Pues chico, esa bicha no corcoveó más nunca en la vida de ella.

–¿Alguna vez te salieron espantos en la sabana?

–Allá en Mata e’ Totumo.

¿En la sabana de Pancha Vasquez, de Doña Barbara?

–Umjú. Ella no sabía contar. Ella ponía una manta en la puerta y ahí se ponía ella. Ca’ novillo que iba saliendo, el comprador echaba un morocota en la manta. Así era que ella hacía, y vendía hasta mil novillos. Mi papá, José Gónzalez, era el que me echaba esos cuentos. Ese sí le trabajó, y anduvo con el profeta.

El profeta fue un predicador que apareció en esta parte del Llano hace un siglo. En las novelas de Rómulo Gallegos se lo menciona.

¿Qué escuchó tu papá decir al profeta?

–Lo lejos, se pondrá cerca. También dijo que los cajones hablarían, que los hombres volarían. El ganado se volverá piedra. El primer avión que vino era negrito, yo estaba chiquito, pero yo me acuerdo.

¿Dónde vio predicando tu papá al profeta?

–Ese anduvo todo eso. De Mata e’ Totumo a salir a Arauca. En La Trinidá de Arauca se perdió. Ese bicho atravesaba caños crecíos y andaba vestío blanquito. Ese llegó, aquí por este lao ‘e La Trinidá de Arauca, y que gritó por La Chiricoa pa’ que lo pasaran y no lo pasaron, y dijeron los llaneros ¿ese viejo por qué no se zumbará?, comenzaron fue a burlase de él, y al rato, cuando vieron, el viejo estaba de este lao y blanquito. Y ahí la gente se puso maliciosa con el hombre.

¿Tú arreaste ganao?

–Sí. De aquí pa’ Guasdualito (134 km), como ocho días.

¿Con qué cabrestero?

–Con Miguel Lion, hermano de Carlos.

–Algún canto que recuerdes. Ajila ajila ganaíto, por la huella ‘el cabrestero, que te llevan pa’ Caracas, a cambiate por dinero ¡Eeeehhhhjjeee!

El Tuco se ríe y su respuestas es: “Yo viaje de aquí pa’ San Fernando (292 km) y pa’ Barinas (264 km) a pie, arriando marranos”. Doris recuerda haber ido con su papá hasta la Trinidad de Orichuna (a 18 km de Elorza) a pie a traer unos marranos hace pocos años. También lo recuerda como buen papá y un gran bailador.

¿De quién aprendiste a cantar? ¿Cómo fue la vaina de la cantadera tuya?

–Yo empecé a cantar con un hombre llamado Rafael María Zamora. ¡Tarasco pa’ cantar!

Festival de contrapunteo. Elorza, 19 de marzo de 2025

¿Pedro Monasterio era el rival?

–Umju. Nos ibamos a parrandiar, y me montaba en la anca. Cuando le salía por la letra que no era, me regañaba. Esto es así y así y así, me decía. Y el oído…

¿Cómo te decían en el llano?

–El Pollo de Menoreño.

¿Y te jugaban por pollo?

–Había unos que sí, pendientes de que cantara.

Pero cuando te empezaron a jugar por pollo y te tocaba pelear, tenías que pelear.

–Umjú. Después amanecíamos juntos, bebiendo aguardiente, como que no había pasado nada.

El cantante de ese tiempo tenía que peleá a juro, y si cantaba bueno más ligero. Y también sacabas mucho corrío. Cristóbal Jiménez te mandó saludos en estos días y me dijo que le mandaras unos corríos. Le voy a decir a Doris que te grabe.

El Tuco se ríe, se toca la barbilla, parece recordar, se acomoda el sombrero y empieza un corrío:

“Un marrano ocho bolívares costaba, y veinticuatro una vaca. El chigüire por quintal lo vendían, y la manteca por lata. En tiempos de vaquería no se comía carne flaca. No se comía carne flaca, porque era que en esos tiempos, no se conocía la pasta, y se comía el arroz, porque sembraba la mata”.

Festival de contrapunteo. Elorza, 19 de marzo de 2025

¿Como cuántos años tiene ese corrío tuyo?

–Más de sesenta años.

¿Y por qué sacaste ese corrío, a quién le estabas tirando?

–Los muchachos colombianos, eso les gustaba mucho, que se los vendiera.

¿Cuándo llegaste tú a las primeras fiestas de Elorza?

–Un hombrecito ya, como 18.

¿Tú conociste al Indio Figueredo?

–Sí. Me mandaba a buscar. Me mandaron a buscar pa’cantar con Eneas.

¿Quién te mandó a buscar?

–La gente, usted sabe, el público. No jallaban con quién cantara.

Fue que tu no quisiste irte de aquí, Tuco, si no te hubieras hecho famoso.

–Yo probé en el estado Aragua, con Augusto Bracca. Yo estuve allá.

“El Tuco Bata se crió en la Trinidad de Arauca con Eneas Perdomo, pero tenía un estilo que improvisaba un pajarillo completo. Alguien puede echar cuatro versos, seis versos, pero este era cincuenta versos , sesenta versos, ¡y eso no lo improvisa nadie así!”.

Maki Flores dijo que cuando era niño había visto un contrapunteo tuyo contra un coplero que vino de Colombia y que ese duelo no se le olvida, porque lo ganaste bien. ¿Cuál contrapunteo recuerdas que te haya sido difícil de ganar?

–En San Fernando, pa’ una fiesta fui yo de aquí, y no jallaban un cantante que entrara con un guariqueño. Ahí anduvieron unos musiú que trabajé con ellos aquí, y supieron que había llegao, y me fastidiaron hasta que me cegaron. Ahí me llevaron que cantara con el jodío, un guariqueño.

Festival de contrapunteo. Elorza, 19 de marzo de 2025

¿Cuánto tiempo cantaste?

–Dos horas. Un contrapunteo bueno, y cantaba, y ahí dije, con qué me gano yo este carajo, dije yo, pensé yo. ¡Aja!, con una guacharaca.

–Que verso le echaste en una guacharaca

–No me acuerdo. Verso a verso era, saque y saque. Y el carajo no joda, me respondía. El hombre me respondía, pero en la guacharaca verso a verso, el que repitiera perdía. Nooo, me lo lleve en años, más rápido…

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