Un simposio y exposición de carteles en el IVIC honra la memoria de esta admirable y querida científica estudiosa de las aves, fallecida en enero
Irania Medina
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Virginia Sanz nació el 12 de junio de 1964 en Montevideo, Uruguay. En febrero del año 1977, cuando era apenas una adolescente, su núcleo familiar decide emprender un nuevo rumbo y emigrar a Venezuela. Desde temprana edad mostró su fascinación por el mundo natural, pasión que la acompañaría hasta el último día de su vida.
Su madre, Elena D’Angelo, era de nacionalidad italiana, mientras que su padre, Víctor Sanz, era español, de Valencia. Ambos habían llegado a Uruguay en diferentes momentos, y fue en la misma universidad en que trabajaban donde se conocieron, se enamoraron y formaron una familia, dando vida a tres hijas: Elena, Marisol y Virginia. Una vez establecidos en Venezuela, Víctor se dedicó a la docencia en la escuela de Historia en la Universidad Central de Venezuela (UCV), adonde se le recuerda con admiración.
Virginia, desde su adolescencia, demostró una conexión especial con el mundo natural. Incluso, antes de ingresar al Liceo Andrés Bello o «Complejo Educativo Andrés Bello», donde se graduaría como Bachiller en Ciencias en 1982, ya era una «pichona de bióloga». Al terminar el bachillerato ingresó a la Universidad Central de Venezuela (UCV), justamente para estudiar Biología. En esa carrera se graduó en el año 1991, con mención en Zoología.

De los primates a las aves
Durante esos años su interés por la vida silvestre, la ecología y la conservación se fue consolidando. Sus primeros pasos en el campo de la investigación la llevaron a trabajar en proyectos relacionados con la ecología de primates. De hecho, su tesis de licenciatura se enfocó en la evaluación de la presencia del mono capuchino en la isla de Margarita, un vínculo geográfico que se volvería fundamental en su carrera. Después realizó estudios de doctorado en la misma universidad.
Durante este período la isla de Margarita se convirtió en el centro de sus intereses científicos para realizar su tesis doctoral, enfocada en la ecología de la cotorra margariteña, una especie amenazada. Su doctorado en Ecología lo obtuvo en el año 2004.

En 2005 ingresó al Centro de Ecología del IVIC como investigadora postdoctoral. De la mano de su amigo y colega, el doctor Jafet Nassar, comenzó a expandir sus horizontes hacia la ecología y conservación de aves tropicales y continuó desarrollando investigaciones en la isla de Margarita. «El momento más alegre del año para ella era cuando se iba de campo a Margarita», comenta Nassar, quien actualmente es el director del Centro. La conexión fue más allá de lo académico, era un vínculo casi místico. «Insistía en que el IVIC debería tener una sede permanente allá, para que ella pudiera quedarse a trabajar para siempre».

A lo largo de su prolífica carrera Virginia contribuyó de manera significativa al conocimiento y conservación de la avifauna insular; su trabajo fundamental fue contribuir con la creación de la Reserva de Fauna Silvestre Macanao. Pero su visión iba más allá de las aves, pues abarcaba también la biodiversidad terrestre y su conservación.
Además de su trabajo en Margarita también colaboró en proyectos a largo plazo en otras regiones de Venezuela, como los estados Lara y Guárico. “En Guárico trabajó con el periquito coliverde (Forpus passerinus), una especie de ave psitaciforme de la familia Psittacidae, común en las zonas tropicales de Sudamérica y las regiones caribeñas, junto al investigador alemán Karl Berg, convirtiéndose en una especie de embajadora de ese proyecto en el país”, menciona Nassar.

Levanta el vuelo
En su trayectoria, Virginia se destacó no solo por su incansable labor de investigación, sino también por su dedicación a la formación de nuevas generaciones de científicos. Dirigió cinco tesis de pregrado, dos de maestría y tres de doctorado, dos de las cuales aún se encuentran en desarrollo. Además, fue jurado de innumerables proyectos de investigación, tesis y seminarios, y profesora de varios cursos. Una de sus últimas investigaciones aborda un problema medular: la presencia de microplásticos en aves migratorias playeras.
Virginia Sanz D’ Angelo falleció el 6 de enero de 2024, a los 59 años de edad. Su partida dejó sin duda alguna un vacío en la comunidad científica y en el pueblo de Margarita, donde era respetada, admirada y muy querida por su dedicación a la conservación de la naturaleza y su calidez humana. En la península de Macanao, lugar que consideraba su paraíso terrenal, existe un árbol que alberga “El Nido de Virginia”, cerca uno de los ríos de las cotorras. El nombre es un pequeño gran homenaje a su entrega amorosa a la ornitología.

En los espacios del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Cientificas (IVIC), en Altos de Pipe, estado Miranda, se ha organizado un simposio y exposición de carteles con la participación de investigadores y estudiantes que colaboraron con la doctora Virginia Sanz a lo largo de su carrera. El evento tendrá lugar el próximo miércoles 26 de junio de 2024, bajo el patrocinio del Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología (Mincyt).



3 comentarios
Gracias por escribir sobre la.biografia de Virginia. Ella fue y será siempre una muy querida colega y compañera de facultad, fue mi preparadora de Biología Vegetal en la Facultad de Ciencias y desde allí empecé a conocerle. Siempre me encantó su especial cariño y alegría natural hacia la biología y sus cosas, que se proyectaba hacia uno llegandolo a tocar en lo esencial. Fue siempre muy especial Virginia. Solo me queda agradecerle al devenir por haber compartido con ella una parte de este camino de la.vida. Y tomar su ejemplo para hacerle honor a su amistad.
Otra mujer más dedicada a la ecología y conservación de los animales. Siento mucho su partida tan temprana. Hermosa la presentación de su biografía.
gracias por el relato