Roberto Malaver / Fotos Yrleana Gómez
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El Hospital Cardiológico Infantil “Gilberto Rodríguez Ochoa” es una de las grandes obras venezolanas de todos los tiempos. Hermosa en su misión, en sus metas trazadas y cumplidas y también en su sede física. Durante la presentación del libro “17 años por el corazón de un pueblo”, en la Filven 2024, el poeta Gustavo Pereira dijo que esa sede parecía “un hotel 5 estrellas”, una comparación que no alude al talante espiritual de la institución sino a su formidable estructura.
La poesía queda revelada cuando uno se entera de que en ese hospital majestuoso se ha salvado miles de vidas de niños empobrecidos, de padres sin recursos para acceder a intervenciones de alto costo. De eso queda testimonio en el libro, compendio de hazañas médicas y de estudios reveladores.
La directora y fundadora del hospital, doctora Isabel Iturria, ha logrado insuflarle mucho de su fuerza y su humanidad. La doctora estudió Medicina y también estudió Letras. Le gusta la lectura. Y le gusta cocinar comida española y venezolana. De alguna manera ha entremezclado esas dos pasiones que parecen tan distintas, la medicina y la literatura que mucho tiene que ver con comunicación. En el Hospital Cardiológico Infantil, desde el año 2012, hay una emisora comunitaria: Comunicación para el buen vivir, 89.3 FM. En 2022 se ganaron una mención en el Premio Nacional de Periodismo por un programa donde los niños y niñas, trabajadores y padres leían los textos de Aquiles Nazoa que publicaba el diario Ciudad CCS en el centenario del poeta.

Iturria también es deportista; ha jugado al basquetbol, en el bachillerato y en la Universidad Central de Venezuela –UCV–y le encanta la natación.
–¿Qué hay de cierto en que has cruzado a nado el río Orinoco?
–Sí, es cierto. El cruce a nado del río Orinoco para mí es la competencia más bonita que hay en Venezuela. Porque tiene una emoción muy particular. Es nuestro río. En realidad el Orinoco y el Caroní se cruzan los dos ríos después del punto en el que se unen, frente a Puerto Ordaz, y es muy emocionante porque le trae a uno el alma patria, y además, de quienes tuvieron que cruzarlo antes.
–¿Cómo se te ocurrió cruzar el Orinoco a nado?
–Mira. Yo toda la vida he hecho alguna forma de ejercicio. Yo inicialmente jugaba básquet, pero claro, con la edad se va haciendo más difícil, y entonces cada vez que iba a jugar básquet regresaba con una rodilla raspada, con un tobillo torcido, con un dedo adolorido. Entonces, después de los 35 años uno dice, bueno, uno de los mejores deportes es la natación. Donde yo estudié el bachillerato practicábamos natación, y me dije: “Bueno, nada, déjame empezar a nadar otra vez”. Y empecé a nadar en el Colegio de Médicos. En el equipo del Colegio de Médicos un grupo dijo: “Bien, vamos a hacer el cruce a nado del Orinoco”. Y yo dije: “Déjame ir a ver si hago eso”. Y lo hicimos. La primera vez fue antes de abrir el Hospital Cardiológico, eso debió ser 2005, si no me equivoco. Pero es que después lo volví a cruzar más adelante, estando ya aquí en el hospital, yo creo que fue en el 2017 o 2018.
–¿Es emocionante?
–Eso de verdad es una cosa súper emocionante. Es un cruce a nado y por supuesto tienes que tener entrenamiento, son entre 3 mil y 3 mil 200 metros en línea recta, pero no es tanto la distancia, porque los tres mil metros los nada cualquiera de los nadadores de aguas abiertas en cualquier competencia, o en cualquier entrenamiento. Es lidiar con la corriente del Orinoco y del Caroní, más todas las simbologías y los miedos ancestrales que tiene uno sobre serpientes gigantes y…
–Y caimanes.
–…y todo lo que se supone que está por allí, más las particularidades de la corriente del río. Allí se unen el Orinoco y el Caroní con todas sus características, muy diferentes además un río del otro, tú vas nadando y de repente das una brazada y cambió el color del agua del río, cambió la temperatura completamente, el Caroní viene helado y color guarapo, y el Orinoco más bien es café con leche, y viene calientico. Además, allí está el canal de navegación, eso tiene ahí, yo no sé, treinta metros o más de profundidad. En el Caroní está el canal de navegación donde se transportan las gabarras estas gigantes con minerales.

–¿Y desde dónde lo cruzan? ¿Desde San Félix o desde Puerto Ordaz?
–Frente al malecón de San Félix te dejan en la orilla norte del Orinoco, en un sitio que se llama Barrancas, y de Barrancas cruzas y caes al malecón de San Félix y tienes que nadar, claro, en diagonal hacia arriba, para vencer la corriente, porque si no vas a salir por allá en Boca de Dragón, después del Delta.
–¿Son muchos los que participan?
–Sí. Eso es una competencia internacional, participan Hombres y mujeres, personas con discapacidad, cruzan el Orinoco personas con un solo brazo, o personas con una sola pierna. Se hace normalmente en abril, en los alrededores del 19 de abril.
–¿Volverás a cruzarlo?
–Hace ocho años lo hice y no sé si me anime a volver a hacerlo. La primera vez me mordió un pescaíto. Yo digo que me mordió una piraña porque salí con los dienticos marcados en una pierna. Y dibujé un pescaíto después alrededor de donde quedaron los costricos de los mordiscos. Es una competencia muy sabrosa, que aparte de la exigencia del entrenamiento que requiere, tiene un componente sicológico muy fuerte, porque da miedo. Hay mucha gente que abandona y no logra llegar a la otra orilla
–¿Tú siempre llegas hasta la otra orilla?
–Sí. Las dos veces que fui llegué. La primera vez íbamos un grupo grande del equipo del Colegio de Médicos, diez o doce personas, y había personas más entrenadas que yo que se quedaron, y es por la angustia que genera la corriente del río, que te hace pensar, no puedo, no puedo, si no tienes muy centrada el alma, pues te asustas, y si te asustas, si es verdad que no puedes nadar, te saca el agua del río.

–¿Tus conocimientos profesionales como Doctora te ayudaron de alguna manera?
–Yo creo que es mejor tener la disciplina del entrenamiento que te haga sentir seguridad y tener la resistencia necesaria.
–¿Sigues haciendo deporte?
–Yo todavía nado en el Colegio. El año que estuve en Unasur hice una cosa por mi cuenta. Los cinco kilómetros de nado de la playa de Copacabana.
–¿Con quién hiciste eso?
–Lo hice sola. Me fui con una compañera de trabajo, y le dije: “Mira, vente conmigo, tú vas caminando por la orilla que yo voy nadando, y solo por si me pasa algo, pides ayuda.
–¿Esos circuitos de aguas abiertas abundan en el país?
–Hay competencias de aguas abiertas de 3 kilómetros en Cumaná, hay otra de 3 kilómetros en Turiamo. En Venezuela hay circuitos de aguas abiertas que además es muy bonito. Un turismo particular.

–¿Y en maratones, has participado?
–He participado en carreras de 10 kilómetros, aquí en Caracas.
–¿Entonces, vale la pena hacer deporte?
–Definitivamente sí. Primero, porque es muy sabroso. Tiene todas las ventajas que tú quieras. Haces amigos, liberas estrés, vas a sitios bonitos, compartes con gente nueva, interesante. Y aparte, bueno, los beneficios para la salud, que cada vez son más importantes. Esta ciudad es muy amable para hacer ejercicios. Tiene un clima muy bueno.
–¿El deporte es bueno para el corazón?
–Seguro.
–Hay gente que se ha muerto de un infarto por correr.
–Pero es mucha más la gente que se ha muerto sin correr.

3 comentarios
Isabel, dejas huellas en los caminos de tu andar.
Te vi la última vez el pasillo del despacho del Mpps.
Lamente y lamento mucho no haberte reconocido al momento, venia de una prueba optamologica.
Tu andar en el Hospital de los corazones, es historico!
A la Dra. Isabel, la vi por primera vez en Tv y me cautivo su sonrisa y porte!
Llevo años de no verla.
La última ves la vi a tientas en el piso 8 del Mpps. Venia de realizarme un examen de la vista
Lamente mucho no reconocerla al instante.
Su labor es la de una camarada de los caminos de la Patria.
Su paso deja huellas en los caminos del porvenir!
Att: Carlos Salcedo
El silla de ruedas.
Que entrevista más bonita, es bueno conocer otras facetas en la vida de personas que dedican su vida en profesiones que uno los encasilla, felicitaciones a la doctora por su excelente trabajo y a Roberto po la entrevista. Ojalá todos los directores de hospitales tuvieran su ética para mantenerlos en buen estado de funcionamiento.