Inicio Gente palante Eugenia: física y misofonía al borde de la música

Eugenia: física y misofonía al borde de la música

por Irania Medina
2.361 vistos

En Adrián Arias Pomontty la exploración artística mediante recursos y bases científicas es un giro audaz que desafía los límites convencionales de la creación

Irania Medina / Fotos Nathan Ramírez

_____________________

Adrián Rafael Arias Pomontty, joven venezolano que nació en Maracay (Aragua) en el año 1989, es un claro ejemplo de cómo la pasión por el conocimiento puede conducir a una trayectoria verdaderamente interdisciplinaria.

Hijo de una costurera y un maestro ferretero, Arias Pomontty creció inmerso en dos mundos que terminarían por moldear su visión del mundo: la literatura y la ciencia. La incursión temprana en el ámbito literario y artístico lo llevó a cuestionar la aparente separación entre los mundos de la ciencia y la cultura, y fue durante la pandemia cuando encontró el nexo que realmente buscaba: el sonido.

“Empecé a experimentar con software de edición de sonido, como autodidacta, que ha sido también una cosa que me ha caracterizado siempre, no espero pasar por una academia para experimentar». 

Desde temprana edad se sintió atraído por la historia universal y por la icónica figura del físico alemán Albert Einstein. En el año 2006, siguiendo los pasos de su padre y su hermano, ambos involucrados en el área petrolera, se inclinó a estudiar Ingeniería en la Universidad Tecnológica del Centro (UNITEC), en el estado Carabobo. Sin embargo, su verdadera vocación lo conduciría por un camino más apasionante: la física.

En 2011, finalizando sus estudios de Ingeniería Eléctrica, supo de la existencia del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Se sorprendió al visitar esta institución, ya que nadie en su entorno parecía conocerla. Esta revelación marcaría un antes y un después en su camino académico. “Para mí fue un impacto grandísimo entrar al instituto, ver toda la infraestructura, el clima, pero sobre todo entrar a un laboratorio. Creo que ha sido una de las experiencias más bellas que he tenido en mi vida”. Fue Morella Arruebarrena, Profesional Asociado a la Investigación (PAI) del IVIC, quien lo acercaría al mundo de la investigación científica.

Bajo su guía inició inmediatamente pasantías en el Laboratorio de Electroquímica y Corrosión, donde aprendió técnicas y manejo de equipos que nunca antes había conocido ni utilizado. 

Esta experiencia fue determinante para que, en ese mismo momento, iniciara su ingreso a la Escuela de Física de la Universidad Central de Venezuela. Sin embargo, la falta de vivienda en la capital y diversos obstáculos económicos le impidieron continuar sus estudios en ese momento. 

Fue entonces cuando el investigador José Luis Ochoa, jefe del Laboratorio de Propiedades Eléctricas y Mecánicas en Materiales del Centro de Ingeniería y Nanotecnología del IVIC, lo invitó a unirse a su equipo, oportunidad que marcaría un giro inesperado en su trayectoria. Con Ochoa no solo profundizó en su formación técnica y académica, sino que también descubrió un mundo nuevo: el de la literatura y la poesía.

Misofonía para Semilleros

Pero el verdadero estallido de una línea de investigación que resultó una convergencia entre lo científico y lo artístico ocurrió cuando Adrián Arias Pomontty comenzó a explorar la experimentación sonora desde la lutería. Inspirado por amigos del mundo de la música experimental se acercó al Laboratorio de Música Electrónica de la Universidad Simón Bolívar (USB), donde profundizó en sus conocimientos sobre sonido y experimentación. Comenzó a construir sus propios instrumentos musicales y otros dispositivos, integrando sus conocimientos en electrónica y acústica.

Este cruce de disciplinas entre la ciencia y el arte lo llevó a organizar el proyecto «Misofonía», inspirado en el libro de Pascual Quignard «Odio a la música», que aborda la misofonía como una condición en la que ciertos sonidos pueden causar un dolor intenso. A través de esta iniciativa busca divulgar y socializar las sonoridades experimentales, las cuales a menudo carecen de espacios de expresión.

“Misofonía refleja la forma en que hemos logrado cruzar las fronteras entre la ciencia y el arte para generar propuestas innovadoras, que buscan dar voz a expresiones sonoras a menudo marginadas de los circuitos convencionales”; así sintetiza Adrián su propuesta.

Después de una experiencia y el conocimiento adquirido en el año 2022, en el Instituto TSONAMI Arte Sonoro de Valparaíso (Chile), que le brindó herramientas pedagógicas para niñas y niños, se involucró en el Programa Nacional Semilleros Científicos que impulsa el Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología  (MinCyT), una iniciativa que promueve el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el país, brindando oportunidades de formación, investigación y colaboración a niñas, niños y jóvenes interesados en estas áreas.

Con el proyecto «Aula Resonante» busca acercar a niñas, niños y adolescentes al conocimiento y la experimentación en torno al arte sonoro, buscando “educar sonoramente”, formarlos y estimularlos sonoramente.

“El sonido se transforma en una especie de vaso comunicante entre varios ámbitos», explica Arias Pomontty, quien encontró en la «transducción» (la conversión de una forma de energía en otra) un eje fundamental de su práctica. «Creo que es un granito de arena que pudiésemos dejar a la sociedad. Cuando digo ‘educar sonoramente’, es porque la contaminación sonora es un problema de las comunidades, es un problema grave».

No es una propuesta teórica; su praxis se apoya en instrumentos únicos, en creaciones de su autoría que emiten sonoridades en el límite de la música y la provocación sensorial. Los llama familiarmente «las cajitas», y le ha puesto un nombre propio:

Cada cajita de esas surgió como una necesidad a partir de la precariedad. De la necesidad por experimentar con el sonido y de la precariedad porque no tenía dinero para comprar algún instrumento musical. Entonces aproveché un poco mis conocimientos de ingeniería y de física. Hay un elemento que es muy usado en el arte sonoro, estos elementos se llaman micrófonos de contacto, y se construyen a partir de un sensor piezoeléctrico, la pieza que hace posible la transducción.

El sensor piezoeléctrico es un transductor que puede operar o puede transformar la energía mecánica, las vibraciones, en energía eléctrica, y a su vez yo aprovecho esa energía eléctrica y la convierto en sonido.

A partir de ese principio mi primera prueba fue con material de desecho tecnológico, chatarra; para mí ningún material es descartable, la prueba es justamente si el material suena o no suena, que pueda ser resonante, que la vibración o la onda vibratoria o sónica que lo atraviese se pueda transmitir sin tanta pérdida. No tengo una forma de hacerlo técnicamente, esto es a puro oído. Desde la construcción de la primera caja hasta ahorita, este proceso de recolección de materiales es justamente a puro ojo.

Mucho de ese material ha salido, como dice el poema de Juan Calzadilla, de escarbar las basuras, yo soy el rey de las basuras. Yo tenía mi bolso de guantes y mi bolsa de basura, y lo que encontraba caminando por las esquinas de Caracas era material maravilloso, madera, metal, estos vendedores que llaman los tenderos, ahí he encontrado maravillas.

Hasta ahora he construido seis cajas, que es un ecosistema analógico para sonido y gestualidad, porque esas son justamente las dos cosas que confluyen al momento de manipularlas. Les puse el nombre de “Eugenia” en la Bienal de la ULA en la que participé. Me invitaron a tocar un día y unos “ulandinos” (andinos de la ULA) me sugirieron que la bautizara, siguiendo las costumbres andinas, a punta de miche, y me preguntaron un nombre para la caja y se me ocurrió Eugenia.

Así suena Eugenia:

El trabajo con estos ecosistemas analógicos ha pasado por muchos diálogos con saberes y prácticas. Con ellas he participado en montajes de danza, de teatro, performances, sonorizaciones de películas. Ahorita estoy entregado a un set de improvisación libre con todas mis fuerzas y todas mis energías. Hay una teórica argentina, Florencia Garramuño, que considera que la literatura latinoamericana contemporánea está hecha con los restos de lo real, lo que va quedando de la cultura. Para mí también estos ecosistemas analógicos son eso, son restos de lo real, lo que va quedando de la cultura consumista contemporánea.

El humanismo considera el objeto sonoro como algo per se, bien definido, bien estructurado, con unas características muy particulares. Una guitarra es un objeto sonoro según este humanismo antropocéntrico. Este tipo de elementos que están hechos a partir de desechos trastocan esa noción: nos dicen cómo suena la chatarra, cómo suena la basura. A pesar de que ellas son bastante llamativas visualmente terminan siendo como una especie de Frankenstein A mí me parecen un elemento muy poderoso y potente para repensar cosas Como la propia materialidad del sonido, la noción de objeto sonoro.

Paralelamente a los proyectos antes mencionados se enfoca en su trabajo en el Laboratorio de Medidas Eléctricas, donde diseñó un sistema de medición y adquisición de datos basado en la técnica de impedancia eléctrica: la relación entre la entrada del material y la salida del sistema permite caracterizar las propiedades de éste sin ser una técnica destructiva. 

En noviembre de 2022, su trabajo interdisciplinario fue reconocido en la Bienal de Arte Internacional de la Universidad de Los Andes, evento que sirve para estimular, promover y difundir el diálogo y la confrontación de las artes que constituyen los territorios de la creación contemporánea en las universidades, el país y el mundo. Allí su propuesta de «literatura intermedia» obtuvo el primer lugar, un logro que le ha servido para consolidar y dar sentido a su trayectoria, que combina la ingeniería, la poesía, el sonido y la pedagogía: la demostración de que es posible transitar fluidamente entre diferentes disciplinas, encontrando en la intersección de esos campos un espacio fértil para la creación y la innovación.

Ese tejer puentes entre la ciencia y el arte que consigue perspectivas únicas y enriquecedoras, capaces de contribuir al desarrollo cultural y social de pueblos y comunidades.

Accidentalismo

En su trabajo poético también hay conexiones con la disciplina de la física. Su manifiesto se erige como una ventana hacia su peculiar visión del «accidentalismo», concepto que él mismo define como una intersección entre la física, la lutería experimental, la poesía sonora y la improvisación libre. Esta visión lo lleva a concebir el poema como un objeto que nunca podrá ser completamente absorbido por la subjetividad, sino que mantendrá un carácter trascendental. 

Su audaz visión se nutre de referentes tan diversos como la teoría de las catástrofes, la física de materiales y la concepción del sonido como un elemento central en la experiencia artística para encontrar en la idea de la transducción.

En este proceso se posiciona entre los «poetas faber» y los «poetas ludens», asumiendo una «existencia de ruptura» que lo lleva a desafiar los límites convencionales de la creación poética.

Autor

Compartir:

Periodista

2 comentarios

Jean García 30 mayo 2024 - 08:45

Muy bueno el artículo y la propuesta de Adrián. He visto cómo los chamos quedan boquiabiertos (y casi hipnotizados) al intentar descifrar lo que produce esos sonidos «extraños» que parecen provenir de otros mundos. Saludos.

Respuesta
Nayralda 30 mayo 2024 - 06:46

Excelente trabajo el de visibilizar lo que se está haciendo para generar conocimiento en nuestro país desde los distintos enfoques, cómo se ha logrado pasar de un paradigma tan incrustado en nuestra psique como lo es el paradigma de la ciencia hegemónica, ver la vida de manera dual ha sido un entrampe muy fuerte de esta «herencia moderna» ¡felicidades Irania!

Respuesta

Deja un Comentario