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Milagros de José Gregorio: yaretanol y otras fuentes de energía

por Jose Roberto Duque
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Las múltiples líneas de investigación de José Gregorio Jiménez apuntan en una sola dirección: soberanía energética

José Roberto Duque (textos), Leorana González (video), Candi Moncada (fotografía)

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El detonante remoto de su vocación fue el ver trabajar a su papá, Juan Alberto Jiménez, reparando máquinas en su casa. El hombre era electromecánico, y el pequeño José Gregorio ya era curioso; era difícil que esa combinación no prendiera la chispa por algún lado.

Como a todo aspirante a inventor o a destructor, de niño le daba por desarmar juguetes; parece que es fundamental para algunos empezar a preguntarse cómo funcionan ciertos mecanismos. La edad lo fue llevando a etapas o preguntas de mayor elaboración, como por ejemplo aquella que se hizo en presencia de un motor de lavadora chaca-chaca: ¿por qué si el motor de esas lavadoras gira en una sola dirección las aspas que sacuden el agua y la ropa “se devuelve”? ¿Cómo es que un mecanismo que da vueltas completas activa un proceso que hace que un artefacto dé media vuelta a la derecha y después regrese hacia la izquierda? ¿Ah?

José Gregorio abrió una lavadora, vio cómo se movían sus entrañas, descifró y entendió: mira tú, era por eso.

Nacido en 1970 en Naguanagua (Carabobo), la alborada de la época crucial para la especie humana, esta época que estamos viviendo, lo sorprende adoptando el discurso y filosofía que mueve sus búsquedas, que parecen muchas pero en realidad es una sola. Con un discurso que cada vez se escucha, se lee y se siente en todo el planeta, resume su motivación y su visión de lo que ocurre con la atmósfera y el clima: “La humanidad está en peligro debido al calentamiento global, producto del uso indebido de los combustibles, la práctica de quemar combustibles fósiles o carbón. Necesitamos utilizar energías renovables y que tengan bajo impacto en el ambiente. Si no encontramos esa vía podemos llegar a un punto de no retorno, tenemos que dejarle un planeta habitable a nuestros nietos. Si no tratamos de revertir el daño que le hemos hecho al ambiente con la industrialización y el uso de automóviles no va a haber después, debemos parar la generación de CO2, porque ya estamos viendo los efectos de una catástrofe climática”.

Pero esa visión de un planeta que necesita poner en práctica alternativas energéticas para la vida ya estaba allí, en estado latente.

Deshidratador artesanal de yuca y de lo que sea deshidratable: sol e ingenio

De El Rincón a Dubai

En el año 2006, ya graduado en Electrónica en el Instituto Universitario Tecnológico para la Informática (IUTEPI), andaba por El Rincón, cerca del Campo de Carabobo, zona de casaberas, y en una de ellas se detuvo para comprar una torta de ese manjar ancestral hecho con yuca. Le llamó la atención un olor al margen, un aroma un poco fuerte y para nada agradable que lo llevó a preguntar de qué se trataba. Le explicaron que en ese momento se estaban deshaciendo del yare, el líquido resultado del rallado y exprimido del jugo de la yuca amarga o dulce; era un jugo parecido a la chicha que estaban arrojando en una especie de pozo séptico.

Algunos pueblos indígenas aprovechan el yare para elaborar picantes, pero por lo general este líquido se desecha, porque tiene fama de ser tóxico: “No lo toque, eso es venenoso”, le advirtieron. Hasta ese entonces no tenía ni idea de su existencia. Pero la curiosidad es lo que es, así que antes de irse del lugar les pidió a los artesanos del casabe que le regalaran una botella de ese líquido pestilente y peligroso.

De entrada, sabía que de ahí se podía obtener alcoholes, así que empezó a hacer ensayos y pruebas, y en efecto obtuvo unas trazas de alcohol. Tardó meses en perfeccionar el proceso de extracción y destilado, hasta obtener un carburante capaz de mover motores de combustión. “Uno se subestima y por eso no participa en algunos eventos”, dice con un poco de autorreproche, pero acto seguido informa que en 2008 obtuvo un premio en el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), en 2009 el Premio Nacional a la Inventiva Popular “Luis Zambrano”, y en 2010 un reconocimiento en un certamen realizado en Dubai, donde eligieron el etanol de yuca (yaretanol, lo ha bautizado) entre los 12 mejores proyectos del mundo.

También en UNIANDES, en Colombia, fue invitado para presentar su proyecto como plan de negocios. Todo esto, en un lapso menor de cinco años desde el episodio de la botada de yare en El Rincón.

“Lo que tardé más en lograr fue cómo llegar a un proceso de filtración para que el etanol alcanzara el grado de carburante, que es lo que hace funcionar cualquier tipo de motores. Tuve que hacer algunas modificaciones en un motor de 4 tiempos y otro de 2 tiempos, y logré que en ambos funcionara”.

Primera prueba: mezcla al 50 por ciento de gasolina y yaretanol

Tiene una visión estratégica de consecución de la soberanía, por lo que el proyecto consiste en algo más que en la pura producción del combustible: “Ya demostré que puedo hacer el etanol, pero si tengo que importar la tecnología que me lo permita no estoy haciendo nada, eso no es sostenible. La tecnología de destilación es muy antigua, pero para lograr etanol necesitaba un biorreactor, una columna de destilación, un deshidratador molecular. Así que decidí incluir en el proyecto la fabricación de cada máquina y cada equipo que necesito en el proceso, para que todo sea de verdad manufactura nacional”. El nombre que le ha puesto al producto anuncia con orgullo el sello de lo que considera su gran logo: ECV100 significa Etanol Combustible Venezolano.

No solo con yuca

Sabe, entiende y explica que la producción de biocombustibles es un asunto no tan nuevo; de la década en que él nació (años 70 del siglo XX) datan los experimentos a gran escala con etanol en Estados Unidos, país que vivió por esos años su primera gran crisis energética. “Yo sé que no he descubierto el agua tibia”, explica. “La diferencia es que en Estados Unidos y Brasil se comenzó a plantar miles de hectáreas de maíz para producir etanol, es decir, se sacrifica el alimento para producir combustibles. Lo que nosotros proponemos es aprovechar un residuo, algo que por lo general se bota”.

Pero la producción del carburante no se detiene en el jugo de la yuca: José Gregorio Jiménez aprovecha muchos otros subproductos o biomasa que contenga almidones. La evolución del proyecto lo ha llevado a experimentar con leguminosas como la mucuna pruriens (todi), haba (Canavalia), y también con la arenilla o polvillo que resulta de la producción de arroz. Sostiene que, en general, se puede producir alcoholes con los vegetales que puedan fermentarse. “El descubrimiento o tecnología es el desarrollo de las enzimas que transforman esos productos en alcohol. Esas enzimas existen en muchos países, pero es caro porque los dueños de las patentes las cobran, así que yo he desarrollado esto en Venezuela”.

Con su prototipo de surtidor de gel y alcohol

“El etanol es una molécula estándar, lo que varía es el grado de pureza. Aquí tengo un vino o licor de yuca: se puede tomar, como cualquier alcohol etílico”.

Antes de la cata de este licor, Jiménez procedió a la demostración de cómo el etanol puede poner a funcionar su planta eléctrica a gasolina. Primero, mezcló gasolina con etanol, al 50 por ciento; para esta mezcla usó un etanol al 96%, de color azul. El motor prendió y se mantuvo encendido hasta que se agotó la poca cantidad de carburante empleada. Luego probó con 100% de un etanol de color amarillo, parecido a la gasolina; el motor encendió y se mantuvo sereno, y generando un residuo gaseoso sin olor alguno. Así que el yaretanol se puede usar como aditivo, para subir el octanaje de la gasolina, o sustituirla totalmente.

Algas, biodiesel y conejos

“El yaretanol se produce mediante un proceso enzimático. Se basa en una fermentación alcohólica convencional, tal como se hacen licores, es un proceso antiguo y conocido en todo el mundo. Tengo mis enzimas, las patenté en una primera fase. Se le agregan al yare y comienza proceso de fermentación. En 24 horas se obtiene etanol. Cuando se hace la destilación empezamos a obtener líquidos de colores según las concentraciones. Para llegar a este nivel de filtración es que requiere de un tamiz molecular que separa el alcohol del agua a esas altas concentraciones. Si se separa el alcohol a 99 por ciento ya es un alcohol carburante, sirve para muchos vehículos. La única adaptación que hay que hacerle al motor de los vehículos más viejos es que es preciso sustituir las tuberías de plástico por unas de teflón. Ya los vehículos de 2016 en adelante usan ese material, ya que a las gasolinas actuales les están agregando 20 por ciento de etanol. De hecho esa era mi intención inicial, agregarlo al 10 o 20 por ciento para aumentar el octanaje de la gasolina nacional”.

El destilador

Nos muestra el tamiz molecular o filtro que usa en la destilación, y el material que tiene por dentro: unas piedritas de cerámica que tienen la capacidad de absorber el agua; cuando circula el etanol el agua queda retenido en las piedritas. Después de muchas filtradas se mete en un horno para que el calor evapore el agua, y sigue utilizando las piedritas. Era el proceso y el equipo que necesitaba para que el etanol alcanzara ese grado de pureza que tiene ahora. El destilador no se diferencia en lo esencial del empleado para obtener miche callejonero, el licor emblemático de los Andes: tiene sus envases, el serpentín, la cámara de enfriamiento donde se condensa el vapor.

Otro salto adelante que tiene en proceso de experimentación es la obtención de biodiesel a partir de variedades de algas; en su patio-taller tiene varios envases con cultivos de microalgas en diversas etapas. “Ellos dan lípidos y aceites grasos, ácidos grasos, que pueden ser transformados en biodiesel”.

Estas microalgas absorben el CO2 del ambiente; con ellas se puede obtener también biopolímeros. Su proyecto incluye también cepas de bacterias, levaduras. Y alimentos: la composición de las algas es 70 por ciento de proteínas. “Este producto va a ser estratégico en el futuro. En poco tiempo va a ser obligatorio para todos los países desarrollar procesos para la captación de carbono”.

Pero la curiosidad de José Gregorio Jiménez no se detiene en los combustibles sino en la búsqueda de energías alternativas. De hecho, uno de sus primeros proyectos fue un aerogenerador; un prototipo estuvo un tiempo generando cerca de un kilovatio, en 2007; entonces contó con el apoyo y la supervisión de Fundacite Carabobo. Su expectativa era ver expandirse y multiplicarse la experiencia, pero le decepcionó un poco al ver que los parques eólicos que se instalaron poco después en Paraguaná y La Guajira no fueron hechos en Venezuela sino traídos de Portugal.

Jiménez insiste en hablar de lo integral de su propuesta, que de pronto deriva hacia la cría de conejos. “Ponemos a deshidratar de manera artesanal la yuca, que combinada con moringa, pasto estrella y otros complementos, resulta en un alimento muy eficiente, que después pudiéramos enriquecer con algas, de las mismas con las que experimentamos para el biodiesel. Ya hemos probado el rendimiento: con este alimento, que contiene Omega 3, 6 y 12, los conejos han engordado 3 kilos en 4 meses. Entonces producimos alimentos, que es lo mismo que decir carne de conejo, y nuestro desecho se usa para crear combustibles”.

Albert Molina en la prueba de encendido de la planta eléctrica con yaretanol

En el marasmo de la pandemia, Jiménez creó un filtro de aire y luz ultravioleta, que retiene las bacterias y esteriliza el aire, y puede ser usado en espacios cerrados donde pudiera quedarse algún virus circulando, como oficinas y vehículos. También un dispensador de gel o alcohol para desinfectar las manos. Y un granito sintético hecho con vidrio, plástico y resinas. En el éxtasis de la búsqueda de energía limpia, está modificando una vieja reliquia automotriz, un Jeep Comando de 1969, para que funcione con motor eléctrico. En estas faenas lo acompaña otro innovador, obrero y técnico metalmecánico, su vecino Albert Molina, quien ejecuta las ideas de Jiménez en acero inoxidable y otros materiales, además de aplicarse a la cría de conejos.

Alimento alternativo para conejos
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1 comentario

Shantiluz 24 enero 2022 - 18:19

Muy ingenioso, alguien con tales capacidades se necesita para extraer la lanolina de la lana del páramo, que hasta ahora se pierde en las lavadas. La lanolina es de interés en la cosmética y en la industria mecánica y automotriz.

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