Inicio Cómo va el mundo “Para controlar el poder mundial debes controlar los alimentos”

“Para controlar el poder mundial debes controlar los alimentos”

por Roberto Malaver
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Clara Sánchez Guevara, ingeniera agrónoma y magister en Estrategia y Geopolítica. El presidente recomendó su libro Operación bloqueo de alimentos a Venezuela

Roberto Malaver / Fotos: Will Pérez

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¿Por qué es tan importante la semilla?

–La semilla es tan importante como la propia invención de la agricultura, de la que se afirma, se inició hace 10.000 años. Fue justamente con el proceso de almacenamiento de comida para los tiempos de escasez que se comenzó a guardar la semilla, generando una conexión entre su siembra y la recolección de su cosecha. Fue la semilla la que permitió a las poblaciones que vivían de la caza y la recolección, las cuales se movían constantemente de un lugar a otro por el agotamiento de los recursos alimentarios de subsistencia, comenzar a generar este proceso de producción de alimentos a partir de su almacenamiento, influyendo posteriormente, en el asentamiento en los territorios. En la actualidad sigue siendo un recurso considerado de importancia estratégica, tanto que forma parte de la competencia mundial por los recursos naturales o bienes comunes, en este caso, por la biodiversidad, que existe entre los diferentes actores del sistema internacional, llámese países poderosos, sus empresas transnacionales u otros. Dicha carrera es por la apropiación, el acaparamiento y control de estas, así como la explotación y expropiación de los saberes, de los conocimientos populares, tradicionales y ancestrales, incluyendo los esfuerzos de investigación científica tecnológica desarrollada en los países periféricos.

Y cómo no, si las plantas son la fuente del 80 por ciento de los alimentos que se consumen en el mundo.

Estados Unidos creó la Bóveda mundial de semillas de Svalbard, para la seguridad alimentaria global. ¿Con qué fin?

–No se afirma directamente que la Bóveda de Semillas de Svalbard haya sido creada por Estados Unidos. Sin embargo la impulsa, la financia y la opera a través de su conglomerado de corporaciones del food power estadounidense, que permean a los organismos multilaterales. Por lo tanto, tomando en cuenta que los alimentos dependen de un insumo básico como la semilla, y que son un instrumento de la política exterior norteamericana y de su seguridad nacional, la bóveda viene a constituirse en un ejemplo de la estrecha relación de los alimentos con el poder para el control hegemónico mundial. Además, hasta donde se conoce no tiene el fin concreto de garantizar la seguridad alimentaria mundial, o sea, el acceso físico y la disponibilidad oportuna de los alimentos a la población. Su creación fue para almacenar todas las semillas que sirven para producir alimentos en el mundo de la posible extinción, bien sea por catástrofes locales o de mayor envergadura. O sea, garantizar los alimentos del futuro en el planeta. Casi que podríamos decir que quien controla el almacén de semilla, tendrá el acceso a las plantas, quien tiene el acceso a las plantas, controlará los alimentos del mañana. Y los de ahora también.

¿Las semillas de Venezuela también están en esa Bóveda?

–Hasta donde se conoce, Venezuela como país no ha guardado semillas en Svalbard. Tampoco sé de institutos u organismos multilaterales que hayan depositado semillas de Venezuela en la bóveda. Porque estos son los que en su mayoría hacen depósitos desde los diferentes países donde operan, y por lo tanto quedan identificadas por países, pero realmente pertenecen a ellos. De hecho, se dice que existen muestras almacenadas de 245 países. Son bastantes, más que los Estados miembros de la ONU. La mayoría las hacen estas instituciones.

¿Es más efectivo bloquear los alimentos –matarnos de hambre- que bloquear el petróleo?

–En el caso venezolano, ambos fueron como una combinación explosiva. Fíjate, impedir la utilización de nuestro principal recurso natural estratégico, fue impactar en todos los sectores de la economía, porque además era precisamente la captación internacional de la renta petrolera la que movía todo el aparato nacional, tanto lo público como lo privado, incluyendo a todos los actores, todos los que operaban en el sistema agroalimentario nacional, por ejemplo, desde la producción primaria, la agroindustria nacional, que además es transnacionalizada, a la comercialización o distribución de alimentos. No escapaba ninguno.

El bloqueo de alimentos hizo estragos, además, por cómo está constituido nuestro sistema agroalimentario venezolano, de carácter dependiente, desde una posición periférica subordinada al poder hegemónico mundial, al transnacional, que además se movía también con la renta petrolera. No solo estamos hablando de no poder importar los alimentos procesados o materia prima requerida para complementar el consumo nacional por el bloqueo de cuentas, paralización de buques de comida o la menor disponibilidad de recursos financieros por parte del Estado, también incluye la limitación para la importación de insumos básicos para la producción primaria como semillas certificadas extranjeras, fertilizantes, plaguicidas, fungicidas, herbicidas, equipos e implementos agrícolas entre otros.

¿Estamos alcanzando la soberanía alimentaria?

–Aún no. Alcanzar la soberanía alimentaria es más que lograr el autoabastecimiento de alimentos. Es privilegiar la producción agroalimentaria interna como interés nacional, y no se consigue de la noche a la mañana. Sobre todo, por la constitución histórica de nuestro sistema agroalimentario, el cual se ha «desarrollado», alineado y respondiendo siempre a las imposiciones de las grandes potencias.

Eso sí, en Venezuela, sin duda, comenzaron los esfuerzos para avanzar hacia ella desde los primeros años de la Revolución Bolivariana, yo lo considero el mayor impulso estatal dado en este sector. Parte de los resultados los comenzamos a ver con mayor contundencia en pleno bloqueo económico financiero y comercial que le impuso Estados Unidos y sus aliados al país.

Como estamos hablando de semillas, me refiero al 2004, cuando se iniciaron en Venezuela las primeras fases de un Plan Nacional de Semillas. En ese entonces, el propio comandante Chávez comentaba que el plan estaba enmarcado en una visión estratégica, para eliminar la vulnerabilidad de tener que importar el 70 por ciento de las semillas y en algunos rubros hasta el 100 por ciento.

En ese entonces, era para las semillas de maíz, papa, caraota, frijol, caña de azúcar y yuca. El objetivo de largo alcance era dejar de importar semillas y sólo hacerlo con aquellas que, por razones climáticas, aquí no se podían producir, pero había que producir en Venezuela todas las semillas que se necesitaban.

En el 2008, hasta en un informe del Departamento de Agricultura de EEUU se hablaba del plan que venía avanzado en el Instituto de Investigaciones Agrícolas (INIA) sobre la papa, porque se prohibía la importación de la semilla estadounidense. En el 2013, conocíamos que se había logrado la soberanía con las dos primeras variedades de semilla de papa 100 por ciento nacionales. Y así mismo se avanzaba hacia otros rubros.

¿Por qué toco el tema de la papa? Porque Venezuela tenía la capacidad y condiciones de suelo, clima y conocimientos científicos, tradicionales, ancestrales y populares para producir toda la papa para el consumo interno, pero dependíamos de la importación de semilla extranjera que había sustituido el uso de nuestra semilla nacional. Y proveniente de Canadá en su mayoría, mediante el otorgamiento de divisas preferenciales, hasta para producir la papa de snack de Pepsico.

Ese plan del 2004 permite que en la actualidad podamos producir nuestra propia semilla de papa en Venezuela. Es reducir al máximo, la dependencia de insumos básicos importados para la producción nacional de alimentos. Así sí, se puede hablar de autosuficiencia alimentaria.

¿Cómo afecta la crisis climática a la alimentación?

En líneas generales, afectará la producción de alimentos, como está sucediendo con mayor fuerza en algunas regiones del planeta. De hecho, investigaciones muestran que su efecto ha reducido en un 20 por ciento el acceso al agua dulce en las últimas dos décadas, y que puede reducirla un 20 por ciento más en solo 10 años, y el agua es primordial para la producción de alimentos. Además, se asocia a mayores desastres naturales, inundaciones, sequías más prologadas y recurrentes, mayor facilidad de propagación de incendios, pérdida de la biodiversidad, y aquí hablamos de la semilla, que en combinación ponen en riesgo la vida en el planeta. Y si a eso le sumamos el modelo hegemónico de producción agroindustrial de alimentos basado en prácticas insostenibles para el planeta, como la deforestación, la quema, la extracción de agua, la perdida de bosques a expensas de la ampliación de la frontera agrícola para el agronegocio y el uso indiscriminado de agroquímicos, es un tema mucho más complejo.

Por otra parte, no todos los países son responsables por igual de la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero que producen el calentamiento global e impacta en la crisis climática, no. Ese es otro debate, e igual de importante. Todos nos veremos perjudicados, pero no todos somos responsables de esta crisis, como se nos quiere imponer con ciertos relatos hegemónicos.

Hay estudios que afirman que solo Estados Unidos es responsable histórico del 20 por ciento de estas emisiones, seguido por China que porta el 11 por ciento pero, también están Rusia y Brasil. Son ellos los principales países que deben tomar medidas para que la crisis climática no empeore y no afecte a la alimentación, pero son a su vez de los mayores productores de alimentos del mundo. Y en nuestra región, particularmente Brasil es el mayor productor de alimentos bajo este modelo del agronegocio mundial.

¿Los que controlan los alimentos, controlan el poder?

–La autosuficiencia alimentaria es un factor de poder nacional, por lo tanto estamos hablando de que el sistema agroalimentario lo es. Estados Unidos ha utilizado su sistema agroalimentario con mayor contundencia después de la Segunda Guerra Mundial, para alcanzar su hegemonía unipolar. En este caso, los alimentos son para el poder norteamericano un instrumento de su política exterior y de seguridad nacional. Y si se es un poder mundial como Estados Unidos, que además quiere mantener la hegemonía, por supuesto no sólo buscará garantizar su seguridad alimentaria, sino que los seguirá utilizando como instrumento de política exterior para controlar a las demás naciones. Los alimentos se han utilizado históricamente en medio de las guerras convencionales y no convencionales para exterminar poblaciones, influir en estas, controlar naciones o hacer colapsar gobiernos, cuando los suministros alimentarios son convertidos en medio de desestabilización nacional, como pasó con Venezuela. Son una munición de guerra. China lo sabe, y en su ascenso al poder mundial, desde hace unos años comenzó a jugar con fuerza, para formar parte de este poder agroalimentario. En primera instancia, porque necesita alimentar a su gran población y entiende que debe tener acceso a los suministros de alimentos, que incluye los recursos naturales y bienes comunes necesarios para su producción. Para ello, adquirió a través de ChemChina a Syngenta, aumenta cada día su participación en el comercio granario mundial, más allá de conglomerado ABDC y desde el 2021 se ha propuesto tener la mayor reserva de semillas del planeta. En resumen, para controlar el poder mundial, también debes controlar los alimentos. Sencillamente es un factor de poder. Las grandes potencias lo saben.

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