Inicio Opinión y análisis Como la vida misma | Pero dime… ¿Cómo “salvar el planeta”?

Como la vida misma | Pero dime… ¿Cómo “salvar el planeta”?

por Teresa Ovalles
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Éder Peña

Aun cuando la salida a la crisis actual de biodiversidad pareciera ser la preservación de los hábitats intactos, casi tres cuartas partes de la naturaleza terrestre han sido moldeadas durante mucho tiempo por diversos usos y ocupación humana.

Así lo dice una investigación llamada “El ser humano ha dado forma a la mayor parte de la naturaleza terrestre durante al menos 12.000 años” llevada a cabo por más de 20 investigadores de Estados Unidos, Argentina, Australia, China, Dinamarca, entre otros países.

Destacan que numerosas pruebas arqueológicas y paleoecológicas demuestran cómo los paisajes “naturales”, que son zonas con alta riqueza de especies de vertebrados y las áreas clave de biodiversidad, están fuertemente asociados con patrones “anticuados” de uso de la tierra, más que con los patrones actuales.

¿Qué quiere decir esto? Que nuestra especie viene transformando al planeta desde hace más de 10 mil años, también que más del 95% de los bosques templados y el 90% de los tropicales, tierras que llamamos “naturales”, “intactas” y “salvajes”, han sido materialmente impactadas, pero no al estilo actual…

Cada vez hay más pruebas de que las prácticas bioculturales de los pueblos indígenas y las comunidades locales amplían el hábitat para otras especies, mejoran la diversidad vegetal, aumentan la sostenibilidad de la caza, proporcionan importantes funciones ecológicas como la dispersión de semillas y mejoran la disponibilidad de nutrientes en el suelo.

Lo que nos gusta de las áreas protegidas fue alcanzado por quienes son desalojados de ellas en muchos países. Ha sido alcanzado gracias a sus prácticas de subsistencia de baja intensidad, sus migraciones y patrones de ocupación, los cultivos de superficie corta y larga, el policultivo (conuco) y el sembrado de árboles, que crearon mosaicos diversos, dinámicos y productivos de tierras y nuevas comunidades ecológicas en distintos estados de sucesión ecológica y modificación cultural.

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La comunidad conservacionista, tanto científica como activista, se centra en los cambios industriales recientes e interpreta los ecosistemas terrestres como no influenciados por las interacciones sostenidas durante mucho tiempo con las sociedades humanas, ignorando las historias anteriores de uso de la tierra.

Es así como han fracasado las políticas de supresión de incendios, la gestión de la fauna silvestre y la restauración ecológica, también la represión y la expulsión de los pueblos indígenas de sus tierras y aguas tradicionales y la eliminación de sus amplios conocimientos sobre las prácticas eficaces de gestión de los ecosistemas, socavando así su soberanía sobre estos ecosistemas.

Mediante análisis estadísticos globales, procesamiento de datos espaciales, clasificaciones y la evaluación de las relaciones empíricas con las variables ecológicas, biogeográficas y sociales globales contemporáneas, estos investigadores determinaron que, para el año 2017, más del 80% de la biósfera estaba transformada en diversos grados por las poblaciones humanas y el uso de la tierra. Un 51% por el uso humano intensivo (zonas urbanas, arrozales, regadíos, cultivos, zonas de pastoreo), un 30% en los cultivados (extensivo) y sólo un 19% en los silvestres.

La aparición y difusión de sociedades cada vez más globalizadas e industriales, basadas en la acumulación rampante de pocos, acelera la tendencia hacia los actuales paisajes culturales, cada vez más intensivos y homogéneos, planificados y ordenados en función de las cadenas de suministro globales de minerales, combustibles y agroexportación.

Además la mecanización, los nutrientes químicos y el control de plagas han conducido a una mayor monotonía en ecosistemas y especies mediante hábitos de vida impuestos.

Suena bonito cerrar el grifo o la nevera para “salvar el planeta”, pero hace falta más… o menos. Reconocer esta profunda conexión cultural con la biodiversidad será, por tanto, esencial para resolver la crisis. Complicado y sin recetas, como la vida misma…

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