La palabra feria refiere a fiesta, celebración. Nada hay de festivo en una matanza. Eso de “taurino” encasquetado a este mamífero de la familia de los bóvidos, es un cruel artificio creado por el ser humano que refuerza la cultura de la muerte, la mutilación y el daño. ¿a quién debería enfurecer esta “fiesta brava”?
Hoy quiero dedicar unas líneas a la especie animal que da origen a mi apellido paterno y poner al sol el trapo sucio, bien sucio de la tauromaquia. Mal se llaman “ferias taurinas”, término que resulta un oxímoron: contiene una grave contradicción.
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Hace mucho, tenía yo 10 años, (década de los 80 del siglo pasado), mi madre y yo hicimos un tour por España con un grupo de estudiantes con residencia en Europa. Eran los años en que en el viejo continente cundían becarios y becarias del programa Fundayacucho. En la ciudad de Madrid alguna de la gente con la que andábamos compró entradas para “Los Toros” porque se trataba de ver “lo tradicional”. Yo, caprichosa, le insistí a mi madre que fuéramos. Ella decía que eso era tan absurdo como la gente de Venezuela becada en París que compraba entradas para ver a Oscar Dʼ León al lado de la Torre Eiffel. En Venezuela había tradición taurina, toreros reconocidos, excelentes espectáculos, dijo. Pero la insistencia fue intensa y mejor no confieso las historias de hija única consentida que no me enorgullecen.
No aguantamos ni un round (me excuso por el traslado de un término de una disciplina deportiva que, dicho se sea de paso, tampoco me parece que debería tener esa categoría). Aquella masacre fue verdaderamente aleccionadora. Nunca olvidé la experiencia. Era una niña y no sabía de qué se trataba todo aquello. Salimos de la plaza a tal vez unos 20 minutos de que arrancara el “espectáculo”. Efectivamente, mi madre tenía razón, fue tan absurdo como mentar de “fiesta” a una barbaridad.
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“Ya huele a feria”, es el eslogan de estas Ferias del Sol, este año las “quincuagésimas”, dicen orgullosos los “especialistas taurinos” en los programas radiales. Más bien deberían decir “ya huele a sangre” y confesar que a ella se debe su euforia.
Se elige una reina, por supuesto. No puede faltar la objetuación de las mujeres en una tradición que es el máxime de la cultura patriarcal en tanto simboliza la dominación, por medio de la violencia, de las fuerzas salvajes de la naturaleza hasta doblegarlas por el perverso “raciocinio” del Hombre. Este genérico masculino universal: “El Hombre”, con su mayúscula y todo, en todo el sentido del término. Discusión aparte de lo que significa “salvaje” (en estado natural), a lo cual, claro, se le ha dado una deliberada connotación negativa a lo largo de los siglos. Para quien quiera saber más sobre la relación milenaria de la dominación de lo salvaje con el sistema patriarcal, le recomiendo leer a la autora Casilda Rodrigáñez Bustos. En el caso de las corridas El Hombre planifica, mercantiliza, ritualiza el macabro maltrato para su morboso placer.
Muchas personas arguyen que si no se es vegetariana/o no hay “moral” para protestar. Allí habría muchísima tela que cortar en la discusión (de parte de ellos, orejas). Sin embargo, pensemos nada más en el hecho que esta práctica refuerza un tipo de relación con la fauna y la naturaleza que definitivamente es insostenible para que sigamos subsistiendo como especie, tan solo si quisiéramos verlo desde un punto de vista egoísta.
Los picadores van a caballo, maltratado este también porque lo ciegan. Pican al pobre torito en franca desventaja “para medir su casta y su raza” y dicen: “aquel toro que es desrazado, descastado (sin casta) que es manso, huye, no pelea”. Símbolo de deshonra. El toro bravo, el que da “lidia” es el que les gusta. El corte de la oreja por parte del torero es el símbolo máximo de “honor” y triunfo.
Esta, además, es una práctica cultural que refuerza el colonialismo y el neocolonialismo. Nada tiene que ver con nuestra cultura, ni siquiera hay en ella un sincretismo como en otras expresiones culturales. Se alaba, casi religiosamente, a España, “la madre patria”, con la música y toda la simbología ibérica que acompaña la deshonrosa embriaguez. Desde todo punto de vista ¡está mal y hay que abolirlo!
Lo que más duele es el auspicio y apoyo de esta “fiesta”, que de paso hacen llamar “Carnaval Taurino de América”, por parte de la institucionalidad regional. Lamentablemente Ferisol es una empresa muy privada que tiene añales instalada por la peor godárrea de “casta”, en manos de los apellidos oligarcas de la región andina. Sus poderosos tentáculos han sido el hueso más duro de roer del eco-activismo, que este año “se quedó fly”.
A principios de este siglo, en su primera década, la lucha antitaurina fue mucho más articulada en la región. Se había logrado tener un mayor impacto en la colectividad con distintas iniciativas. Para los años 2014-2015, producto de la crisis de la guerra no convencional que ya conocemos, el activismo bajó la guardia considerablemente. Ferisol siguió en pie a pesar de los altibajos, como era de esperarse. En esos años “Las Ferias” se volvieron una vergüenza alcohólica cada vez más insostenible: niños y niñas extraviadas mientras padres, madres e irresponsables se caían a curda en medio de todo el perímetro de la Avenida Las Américas de la ciudad de Mérida, troncal metropolitana disfrazada de azul y blanco por las odiosas carpas con la publicidad de las empresas Mendoza.
Hoy, que estamos en plena recuperación socio-económica, es una lástima que la llamada “fiesta brava” sea el centro de distintas actividades carnavalescas y dentro del famoso “Calendario Ferial” se articulen, tanto entes públicos como privados, relacionados con la cultura, el turismo, deporte y entretenimiento; incluyendo actividades que clasifican “para toda la familia” y “para la salud”, denominándolo como “Carnavales Taurinos”, metiendo todo en un solo saco.
En plena campaña de rescate de lo que han llamado la “merideñidad”, no se hace ninguna distinción entre barbaridad y cultura, entre sano esparcimiento y matanza. En este marco se desengavetó (con olor formol), un antiguo galardón: “El Frailejón de Oro”. Este año, en que todo se reinicia con un tono verdaderamente vergonzoso, se lo dieron a un fotógrafo vigíense que publica en su cuenta de Instagram, fotos de mujeres con nalgas exorbitantemente grandes con barrotes de acero en medio. Esas grotescas imágenes me recordaron a las portadas de El Diario 2001 por allá en la cuarta república. Y, no es que tengan nada malo nuestras nalgas cuando son grandes o como sea que fueren, lo que está mal es exponer la figura de las mujeres de esa manera, tratando de hacer ver que se trata de “arte”, igual que a la tauromaquia. Tal como dice eslogan de la Coalición Antitaurina “ni es arte, ni es cultura”. Más le vale que le den a ese muchacho el premio “la jaula de oro” y traer a la Morillo para que se lo entregue, montarla en una tarima, como hizo el Gocho en el 88 con El Puma en su campaña presidencial.
Cuando vemos esa burda exposición de los cuerpos de las mujeres, una se siente también ultrajada. A eso es a lo se que se le llama violencia simbólica, catalogada como tal en nuestra Ley Orgánica por el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Hablando de legislaciones y a propósito de la fiesta deportiva del béisbol recientemente celebrada en Caracas, (que sí que da para celebrar bonito), conversé con algunos compas de la Coalición para saber por qué tanto silencio. Al parecer esta gente se quedó “quieta en primera base”, teniendo que bajar el perfil al observar una serie de “bolas escondidas”, irregularidades y reveses alrededor de los avances que se habían logrado. En las conversaciones con el Ministerio Público se había llegado a algunos acuerdos que al parecer quedaron en veremos.
De “puñal duro”, califican a la violación de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia del año 2017 de la prohibición de la entrada a NNA menores de 18 años a las corridas de toros en el estado Mérida, como medida de amparo a una actividad que se cataloga como “matanza pública de animales”. Ante lo cual los Consejos de Protección, los Consejos Municipales y Estadales están en completo silencio, así como la Defensa Pública y la Comisión de Ambiente; mencionan los compañeros Luis Guerrero y Juan Carlos Díaz, este último activista y representante de la Fundación Organización, Rescate y Conservación Animal, (ORCA).
En fin, aquella parte de la sociedad que no participa se ha quedado en neutro, se repliega silente y mansa, como ese toro “desrazado”, sin casta. Esta es una “fiesta” que debería ponernos bien bravas, en especial a nosotras las mujeres, porque la pelea antitaurina, es por sobre todo, una lucha feminista. No hay ecología ni socialismo sin feminismo. A hombres y mujeres la palabra abolición debería movernos la sensibilidad al recordar a aquellas luchas abolicionistas de la esclavitud y saber que se trata exactamente de lo mismo. Lo que sabemos hoy día es que si no matamos la culebra por la cabeza, que significa abolir el patriarcado, vamos a andar haciendo constantemente “foul a la malla”.
2 comentarios
Con muy buena argumentación y una gran cantidad de hechos que van desde lo cultural, lo ecológicos y lo desastroso de un Gobierno que hace de estas festividades un gran desastre socio cultural y anti natural por los daños a los animales ( toros) … No queda más que dar paso a la recuperación de nuestras ideologías y seguir paso a paso en las siguientes acciones por la vida, la salud y la educación de nuestra gente… Sin dejar por fuera los animales y su entorno.
Aclaro a propósito del final del artículo donde me nombras como veterinario. No soy del gremio veterinario. Soy el coordinador de la Fundación ORCA de protección anomal, desde donde agradecemos tan completo análisis y visión de esta feria 2023. Gracias
Excelentes reflexiones que iluminan un mundo que no es posible, ésta practica primitiva, atroz y aberrante apenas sobrevive en pocos lugares de Venezuela y el mundo, tengo la certeza que más temprano que tarde habrá coherencia en nuestras autoridades para que asuman la lucha por la dignidad, incluso como bandera política, por ahora, tristemente estamos desmovilizados e infiltrados en nuestro movimiento. Tenemos esperanzas en el Fiscal General, espero que lo de él no sea un doble discurso, dado que es pública su posición frente a las corridas de toros y nos prometió hace más de un año una nueva Ley Penal de un alcance superior a la actual. Gracias por el artículo que refresca el circo que han hecho de nuestras Ferias del Sol.