Va una semblanza de Félix Pifano, médico insigne, fundador del Instituto de Medicina Tropical de Venezuela
Julián Márquez
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Nació el médico epidemiólogo Félix Pifano Capdevielle en San Felipe, entonces una aldea de unos 2.500 habitantes, el día 1º de mayo de 1912, descendiente del matrimonio compuesto por Carmelo Pifano y Josefina Capdevielle. Él, un modesto comerciante italiano; ella, una sencilla muchacha yaracuyana de ascendencia francesa.
Por ese tiempo la población del estado Yaracuy se estimaba en unos 75 mil pobladores, la mayoría víctimas de la miseria y las enfermedades endémicas.
Empezó los estudios básicos en la escuela “Padre Delgado”. Luego inició el bachillerato en el Colegio Montesino. Cuando este instituto cerró sus puertas, el joven Pifano partió a Barquisimeto para seguir formándose con los severos Hermanos Cristianos en el Colegio La Salle, apegados al ejercicio de una educación rigurosa con influencia francesa.
En las aulas lasallistas el estudiante de San Felipe recibió una esmerada enseñanza en matemática y biología. Estos aprendizajes dejaron profundas huellas en el temperamento del joven sanfelipeño. Afirmaba él mismo, con su voz pausada y tranquila, que esa educación había fortalecido su comprensión del porvenir y lo indujo a participar activamente en las batallas contra las terribles enfermedades originales del trópico.

La primera incursión científica del futuro medico comenzó con un desafío al peligro: el muchacho tenía afición por las serpientes venenosas. El joven estudiante sorteó los riesgos con los ofidios y culminó su bachillerato a los 17 años de edad el mes de julio de 1929, con una tesis titulada «Serpientes ponzoñosas del Estado Yaracuy». Pero esos años no sólo fueron de pasión por las víboras, también hubo ratos para aprender algo de música.
A pocos días de aprobada la tesis de bachillerato, tuvo la audacia de remitir sus argumentos al profesor Afranio Amaral, en ese tiempo director del instituto Butantán, prestigioso centro de investigaciones en biología y biomedicina, uno de los mayores elaboradores de sueros antiofídicos del mundo, ubicado en Sao Paulo, Brasil. Los serpentarios brasileños acogieron aquel trabajo con beneplácito.
Sobrevivir la ciudad
Hizo su primer viaje a Caracas el mismo año de concluir el bachillerato, su objetivo principal era estudiar biología, pero esa carrera no se impartía aún en la Universidad Central de Venezuela. El contratiempo lo indujo a inscribirse en la Facultad de Medicina.
A causa de la muerte prematura del padre, le tocó a la madre conducir la educación de su hijo. El hogar sufría una situación económica precaria y él tuvo que irse a la capital de la república en un camión de carga, entre sacos de verduras, con escaso dinero en los bolsillos.
La primera temporada caraqueña pudo sobrevivirla, y a la vez seguir los estudios de medicina, gracias a que sabía tocar piano y bandolín. Luego de realizar una suplencia pianística en el Teatro Principal de Caracas, amenizando con el piano la secuencia de las películas mudas, obtuvo empleo de músico fijo en ese mismo escenario.
Graduado de Doctor en Ciencias Médicas, a los veintitrés años, el 27 de julio de 1935, regresó a trabajar al estado Yaracuy. Se instala con ganas de servir y aplicar la experiencia de estudios planteadas en su tesis doctoral: estudio etiopatogénico y clínico del emponzoñamiento ofídico en Venezuela. Dedicó esos primeros años al diagnóstico y tratamiento de los casos de enfermedades endémicas que llegaban a su consulta, tratando de modo generoso a los más necesitados.

Mientras progresaba en la indagación de las causas y las curas de las enfermedades tropicales, fue designado Jefe de Medicina Interna del Hospital San Agustín de San Felipe, allí cumplió una incesante actividad sanitaria entre los años 1935 y 1936. Continúa persistente la tarea investigativa, extrae provechosas experiencias de la naturaleza, estudia la composición de ciertas plantas medicinales y escudriña minucioso en diversos libros y revistas sobre endemias, identificado con las nuevas praxis para combatir las enfermedades tropicales. Atiende abnegado a los enfermos y promueve laboratorios para controlar la proliferación de los parásitos.
Combatiendo la malaria
Designado en 1936 el doctor Enrique Tejera París para el cargo de Ministro de Sanidad del gobierno de Eleazar López Contreras, decide constituir la División de Malariología, y al frente de la dirección coloca al doctor Arnoldo Gabaldón, quien a la vez asigna al doctor Félix Pifano la conducción de la campaña antimalaria en los Valles de Yaracuy, tras el regreso en 1938 de un viaje de trabajo por Centroamérica.

Durante el recorrido habían visitado Costa Rica y la zona del Canal de Panamá, recabando durante tres meses información de las prácticas antimalaria aplicadas en esa región, donde la muerte por paludismo y fiebre amarilla era abundante.
A tres años de emprendida la campaña antimalaria, el ministro Tejera París trae al país al doctor Martin Mayer, Director de Cursos Internacionales del Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo, Alemania, quien para desarrollar su labor exige a la dirección del Instituto de Higiene la creación de un departamento de investigaciones científicas. La iniciativa despierta el interés del doctor Pifano y lo lleva a volver a Caracas. Pronto comienza a trabajar con el doctor Martin Mayer, integrando una dupla disciplinada, unida durante doce años, hasta la muerte del científico alemán.
Luego va a encontrarse en el Hospital Vargas de Caracas con otro doctor alemán, el patólogo Rudolf Jafree, de quien obtiene nuevas enseñanzas sobre patologías médicas. A principio de 1941, la Universidad Central de Venezuela anuncia el concurso para la Cátedra de Medicina Tropical, creada por el doctor Tejera París el 1º de enero de 1926. El doctor Pifano aprovecha la oportunidad, se inscribe en el concurso, supera las severas pruebas y se convierte en profesor titular, comenzando a ejercer la cátedra el 1º de febrero de 1942. El diploma acreditado llevaba la firma del escritor Arturo Uslar Pietri, Secretario de la Presidencia de la República en el gobierno de Isaías Medina Angarita.
El nuevo profesor titular aplica su autoridad para solicitar la creación de un Instituto de Medicina Tropical, petición hecha realidad en 1947 cuando el presidente Rómulo Gallegos firmó el decreto de creación del instituto para la investigación y docencia de las endemias tropicales. Entre 1944 y 1946 ejerció con acierto el decanato de la Facultad de Medicina.
Opositor de los desmanes de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el doctor Pifano estampó su firma en un documento en contra del dictador, elaborado por el intelectual Arturo Uslar Pietri. La reacción del gobierno fue alejarlo del país con el exilio a México, oportunamente sacó beneficio de la ocasión y se especializó en Cardiología en el “país de los manitos”. Derrocado el gobierno dictatorial regresa a Venezuela a proseguir sus actividades investigadoras, médicas y docentes. En esta nueva etapa crea el Instituto de Medicina Tropical, el cual actualmente lleva su nombre.

Tiempos de reconocimiento
El progreso en la docencia y las investigaciones, incrementan el prestigio de los trabajos científicos del doctor Félix Pifano. Adentro y afuera de Venezuela, comenzaba a considerársele uno de los más innovadores y eficientes investigadores en medicina tropical.
Las investigaciones del doctor Félix Pifano sobre el medio ambiente, estado biológico y características geográficas, que son el componente patobiogeográfico donde germinan los agentes patógenos, causantes de las endemias tropicales, arrojaron luz en el conocimiento de los factores que influyen en el desarrollo de las endemias en los países tropicales, como la malaria, leishmaniasis, el Mal de Chagas y otras más.
El descubrimiento de esos elementos patobiogeográficos, coloca a Felix Pifano en la vanguardia en Latinoamérica de los estudios ecológicos, una ciencia prácticamente desconocida entonces entre nosotros. Asimismo se le reconoce la detección del patógeno de la Leishmaniasis brasiliensis, responsable en Venezuela de un cuadro mortal, distinto al de la leishmaniasis común. El parasito está provisto de un alto poder antigénico, sustancia que produce la enfermedad. Se le denominó luego Leishmaniasis brasiliensis pifanoi, en homenaje a su descubridor.

La importancia de la obra científica de Felix Pifano, lo convirtió en Individuo de Número de muchas academias de ciencia del mundo. En Brasil, Colombia e Inglaterra, recibe los primeros reconocimientos foráneos. En 1949 fue laureado en Francia por la Academia Nacional de Medicina de París por sus notables trabajos en epidemiología. Recibió honores de la Organización Mundial de la Salud. En Venezuela le confirieron la Orden del Libertador, con el grado de caballero. La Orden Andrés Bello en su primera y segunda clase. Y se le concedió dos veces el Premio Nacional de Ciencia. Obtuvo otra serie de condecoraciones nacionales e internacionales. El registro de sus escritos científicos abarca más de 200 monografías.
A esa inobjetable herencia se le agregan los cuatros hijos (dos varones y dos hembras) nacidos de su matrimonio con su coterránea Angelita Cordido. La honrosa vida del generoso médico yaracuyano se consumió el 8 de agosto de 2003.
1 comentario
Excelente Julián este breviario in memoriam sobre el doctor Pifano.