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Guardiana de la semilla campesina, del guaje y el fogón

Delia González ha convertido en oficio cotidiano la elaboración de recetas con guaje, tubérculo comestible semiolvidado, que es también un vínculo con la historia y la identidad cultural de varios pueblos

por maroas reyes
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Texto y fotos: Fabricio E. Martorelli

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Al subir por las verdes y espesas montañas de Monte Carmelo, dejando a un lado el pintoresco pueblo de Sanare, al sur del estado Lara, se siente inmediatamente un ritmo distinto del tiempo, una frescura en el espacio, sus habitantes respiran un aire diferente. Desde hace varios años ese pequeño lugar ha sido trinchera y epicentro de un movimiento de guardianes de semillas, conuqueros y conuqueras, cuidadoras de la cultura y saberes ancestrales, que dieron pie entre otros logros, a nuestra vigente Ley de Semillas, aprobada por la Asamblea Nacional en diciembre del 2015, y que protege a la semilla campesina ante la vorágine de los transgénicos y del agronegocio.

Una de las mujeres que han estado siempre al frente de este movimiento es Delia González, figura destacada en su comunidad, donde ha vivido durante 48 años. Su rol como guardiana de semillas y maestra culinaria ha sido fundamental para la preservación de las semillas autóctonas y el conocimiento sobre la alimentación tradicional. Desde 2005 ha trabajado en la promoción de la ley de semillas y ha participado en actividades comunitarias que buscan rescatar la cultura y las tradiciones locales.

Comenta Delia: “Para aquellos años recibimos más de 300 personas y se empezó a hablar sobre la Ley de Semilla y el plan Manos a la Siembra, que impulsaba junto a otros compañeros nuestro camarada Carlos Lanz, que lamentablemente ya no está con nosotros, como muchas personas de las precursoras que ya no están aquí, pero por ellas seguimos y seguiremos adelante”.

El Guaje: anfitrión de la comunidad

Delia es reconocida por su sazón, todas y todos en el pueblo saben de su don en el fogón, destacando particularmente por el uso de ingredientes tradicionales, que con el pasar de los años se hacen poco comunes en las alacenas venezolanas, para crear con ellos platos que reflejan la herencia cultural de su territorio.

Sacó el pico del cuarto trasero y me lo puso en mano para sacar de la tierra de su conuco un tubérculo, variedad de ocumo, al que nos presentó con el nombre de guaje. Este alimento ha sido parte esencial de la dieta local, particularmente en épocas difíciles, pues se da de manera casi silvestre y natural. Por muchos años, por desconocimiento y poco mercado, fue utilizado para el consumo animal. Sin embargo, tras notar sus bondades alimenticias y su versatilidad en la cocina, mujeres como Delia lo han rescatado y lo utilizan para la preparación de distintos platos.

Otra de las razones por las que se había dejado de consumir es que algunas veces denotaba un sabor amargo y picoso. “Hay cinco variedades de guaje: el amarillo, el rosado, el blanco es el que más utilizamos como el criollito, y siempre tiene la delicadeza a ponerse un poquito picoso según el trato que se le dé, porque si lo macanean mucho él se pone fuerte de sabor, pues macanear es quitar las malezas por los alrededores…”. Destaca que es un cultivo salvaje, que le gusta y resiste a crecer entre el monte y por ello no debe limpiarse demasiado.

La recuperación del uso del guaje es crucial, ya que no solo representa un alimento tradicional, sino también un vínculo con la historia y la identidad cultural de la comunidad. Al respecto precisa Delia: “Somos indios coyones, porque también tenemos que reconocernos como etnia. Aquí abundaba este tubérculo, y por medio de él se le dio el nombre originario a esta comunidad de Guaja. Después de la llegada de la virgen se le cambió el nombre por Monte Carmelo, y bueno seguimos siendo guajeros y guajeras…”.

Delia ha compartido sus conocimientos para educar a las nuevas generaciones sobre la importancia de este tubérculo y otros alimentos en su cultura. Se ha aplicado a enseñar la preparación de diversas recetas con guaje, como buñuelos, chicha, tortas, arepas y unas panquecas deliciosas que preparó con los que sacamos minutos antes de su patio, y que nos dejaron a todos, particularmente a mis hijos, maravillados.

Comenta que uno de sus deseos es publicar un libro con todas las recetas tradicionales que ha conocido y descubierto a lo largo de los años.

La Semilla Campesina, y el valor de su defensa

Delia destaca la importancia del cuidado de las semillas ancestrales como un legado cultural y una necesidad para la salud de la comunidad y el medio ambiente. “Este trabajo de cuidar y reproducir semillas ancestrales se ha realizado durante muchos años. Antes la gente para tener semillas, las guardaban en trojas, de manera que el mismo fogón, el humo y las cenizas las mantuviera.” agrega: “…reproducir nuestras semillas tradicionales evitará los problemas de salud asociados con los transgénicos y los agroquímicos, que han afectado a muchas personas y también a los suelos en los últimos años…”.

Resaltó también la importancia del trueque de semillas entre comunidades, elemento que fortalece la biodiversidad y permite a los agricultores compartir sus logros y experiencias. Ella y varios de sus compañeros de su comunidad hicieron parte también del Sistema Nacional de Trueque, experiencia que precede y acompaña este movimiento, que desde 2005 se reúne en Monte Carmelo cada 29 de octubre en la celebración del día de la Semilla Campesina. Siendo éste además, un pueblo que lleva en sus genes la esencia cooperativa, que ha visto surgir algunas de las organizaciones que siguen formando parte del robusto y reconocido movimiento cooperativo larense, como es el caso del señor Adán, su compañero, quien es además fundador de la Cooperativa la Alianza.

“Somos indios coyones. Aquí abundaba este tubérculo, y por medio de él se le dio el nombre originario a esta comunidad de Guaja. Después de la llegada de la virgen se le cambió el nombre por Monte Carmelo, y bueno seguimos siendo guajeros y guajeras”

La paspasa, símbolo de los guardianes de semillas

Delia habla sobre la caraota paspasa como una semilla icónica asociada a la biodiversidad, a la cultura local y el movimiento de guardianes de semillas. Es muy llamativa por su formas y variedades. Comenta sonriente que las hay “cebritas” y “vaquitas”, según el dibujo que estas tengan, pero son variedades de la misma especie, que ha sido rescatada y se ha convertido en un símbolo importante, especialmente en eventos donde se ha compartido su historia.

“La que tiene más conocimiento de esta semilla es Gaudis María García (otra vecina, guardiana de semilla y cooperativista reconocida del sector), que incluso cuando ella fue a un evento, fuera del país y casualidad sembró una por allá, y cuando volvió la sorpresa que al sitio donde fue le entregaron un llavero con la figura de esta semilla. Yo creo que ella le dio ese nombre de caraota paspasa” cerraba entre risas. Dice que hasta con una señora de la China han hecho preparaciones y recetas con esta peculiar variedad.

El rescate de esta y todas las semillas nativas representa un esfuerzo por preservar la biodiversidad y nuestra identidad cultural. De la casa de Delia, una vez más, nos fuimos llenos de alimentos y semillas, la generosidad es un principio común en las personas de este lugar, quienes desde sus patios productivos respiran otro concepto de riqueza y abundancia, uno que se basa en compartir y no en acumular.

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2 comentarios

yajaira 23 septiembre 2024 - 08:34

Felicitaciones a Delia, Gaudys y a todos los compas y las compa que han caminado y han avanzado por mantener vivías nuestras semillas campesinas y rescatar esos alimentos ancestrales ..

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Luciá Martez 24 agosto 2024 - 14:44

Bravo, felicitaciones por mantener vivas estas plantas, espero un día conocer el guaje.

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