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«Aquí el café es por tradición»

Salta al ruedo un cafetalero de larga data y buenas prácticas desde Calderas, en las montañas de Barinas

por Nelson Chávez Herrera
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Nelson Chávez Herrera / Fotos Felicia Liendo

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Cruzado el puente sobre el Río Azul germinan las chapolitas –las diminutas plántulas del café cuando apenas se levantan desde la semilla– como un milagro en cualquier recodo del sendero. El aroma de los bucares florecidos y el canto de las chicharras parecen envolver el bosque. Por un camino sinuoso que se interna en la montaña avanzamos hasta avistar al agricultor de pie sobre una ladera poblada de cafetales, guarecidos bajo el ramaje de árboles de sombra. Es Daniel Suárez, nacido en Calderas en 1986. Es caficultor como su abuelo, Juan Suárez, y como toda su familia.

También la familia de su esposa, Sandra Rivas, era caficultora, y ahora la que forman con su hija Daniela y su hijo Jesús Daniel. Por aquí si le preguntas a un niño de ocho años si tiene café, su respuesta incluye el número de matas y las variedades de semilla. Daniel creció y jugó entre cafetales. Se fue a estudiar en la Universidad de las Fuerzas Armadas (UNEFA) en Barinas, y en la Academia Militar de La Guaira se hizo oficial de la Armada Bolivariana. Sirvió por doce años. Hace seis regresó.

Con el recalentamiento global los ecosistemas han cambiado, los periodos de lluvia y sequía no son los de antes y esto obliga a repensar las formas ancestrales de cultivo. Las nuevas condiciones constituyen un desafío para la generación de relevo, cuyo reto es conservar la calidad y el prestigio de uno de los mejores cafés de Venezuela, aprovechando el saber ancestral, incorporando nuevas técnicas y variedades de grano, sin agotar la tierra, sin acabar el agua.

“Aquí la mayoría de los caficultores son por tradición. Nosotros hemos querido agarrar lo bueno de la tradición, pero cortar la línea de lo que no conviene hacer, con otras técnicas”.

Llevar una unidad de producción actualmente amerita asesoría y formación. Uno de los principales asesores de los productores y productoras de esta zona ha sido del ingeniero agrónomo Eloy Gómez, profesional al servicio del Fondo para el Desarrollo Agrario Socialista (Fondas) cuyo saber, sumado a los talleres impartidos por instituciones del Estado de manera gratuita, constituyen la base de la formación de una nueva generación caficultora, preparada para enfrentar los cambios.

“En todos los sectores hay café. El último censo que se hizo fue de 1.127 productores”.

¿Cómo se siembra una mata de café y en cuánto tiempo empieza a producir?

–Primero se pone a germinar la semilla. Eso dura de 50 a 60 días para que germine la chapolita. De ahí uno la trasplanta a la bolsa y ahí va a durar de 4 a 5 meses, la trae y la siembra en tierra. En dieciocho meses esa mata (contando la germinación) ya está produciendo y debería producir 5 años continuos, una cosecha al año. Las recomendaciones tradicionales de siembra son de 2 metros de calle por 1 de mata a mata y hay que desmalezar tres veces al año, porque las matas de café son como los niños pequeños, hasta el primer año usted tiene que estar pendiente de que el bejuco no arrope la mata y la frene.

¿Y los abonos y fertilizantes?

–El primer año se le aplica fósforo para fortalecer la raíz, luego nitrógeno (urea) para el follaje y el potasio que es ya para la frutación. Ahorita en una hectárea de una densidad de 5.000 plantas estamos agarrando 10, 12 quintales (46 kilos), 200 a 300 gramos por planta, 500 a 600 kilos por hectárea. Estamos por debajo, porque lo que se debiera recoger por hectárea aplicándole unas 3 abonadas sería, mínimo, 50 quintales, medio kilo de café por planta. A veces es por falta de insumos, pero también de otras técnicas.

¿Han probado con biofertilizantes y biocontroladores?

–Sí. Con el ingeniero Eloy siempre hemos tratado de usar el humus de lombriz, materia orgánica como el gallinazo. A la otra unidad de producción le mandamos a hacer un análisis de suelos y estamos en 4, 5% de Ph (nivel de acidez), entre más abajo es más ácido. Entonces se usa la cal para controlar porque neutraliza lo que es el aluminio. Es como decir, estamos desparasitando el suelo para que pueda aprovechar cualquier abono orgánico.

¿Con otras plantas no se pueden controlar los niveles de acidez?

–Sí, este es el guamo (lo señala), que nosotros siempre hemos usado como sombra. Lo bueno de ese arbolito es que él suelta la hoja y eso abona. El bucare, por lo menos en verano queda todo pelón, permite la entrada de luz, y aparte bota esta florecita que uno llama gallitos y si uno los ve, ellos almacenan mucha agua y dan humedad al suelo. El bucare es el árbol tradicional, el que todo el mundo deja como sombra. Como pueden ver (en su cultivo) aquí no hay matas de cambur, que es otro cultivo que se asocia mucho con el café, porque donde hay demasiado cambur se hace una capa y una sombra que a la matica le cuesta buscar el sol.

¿Qué técnicas nuevas están aplicando?

–Una es el platoneo, terracear de manera que toda la materia orgánica se va a quedar estancada en un sitio y en la hora de abonar, donde hay pendiente, el abono se me va a quedar ahí. Si uno no tiene el platoneo una medio lloviznita arrastra todo el abono.

“También está lo que se llama sembrar en curvas de nivel. La mayoría tiene la costumbre ver su plantación derechita. Pero con el ingeniero Eloy sembramos que la línea vaya con la condición irregular del terreno, con eso aprovecho los desniveles y aumento la cantidad de plantas por hectárea, si iba a meter 5.000 caben 6.200 matas. Lo otro es que yo estoy sembrando por lote, para que se diferencien las variedades y poderlas vender por separado. Aquí tradicionalmente no se siembra por lote, se va recogiendo de una misma línea y todo va a la misma lata y al final vas a tener un café tipo blend, una variedad de mezclas, entonces ese café no te lo pagan a buen precio. Ya cuando uno dice mi variedad es tal, tanto tiempo que la sembré, el cliente y el barista sabe en tasa qué variedad es y la gente dice compré este, compré aquel que es mejor”.

Caminamos por el terreno para observar las variedades y aprender a diferenciarlas. Las chicharras cantan en coro y sus orines caen en gotas desde el cielo. “Los orines de las chicharras riegan la siembra y contribuyen con la humedad”, apunta Daniel. Con esmero muestra una a una las seis variedades sembradas por lotes: araguaney, canéfora, castilla, colombia 27, catimore y robusta. Excepto el robusta, todos son cafés arábigos. Esta forma de sembrar está enfocada hacia un mercado cada vez más exigente y especializado, donde el precio del grano seleccionado se cotiza hasta setenta veces por encima del precio normal de un kilo. En menos de un año estas matas estarán produciendo.

“Este año que viene voy a sembrar bourbón, que es la variedad del café criollo que llaman, y se había estado perdiendo, pero un señor que tiene sembrado nos va a dar semilla. Las semillas y las variedades que tenemos las pienso usar como banco de semillas, para apoyar a los productores y las productoras, porque hay varias mujeres produciendo. Están Marián Rondón, Carola Camacho, Isarli Altuve y la señora Gerónima León, una señora mayor que lleva una unidad de producción en el sector de la Laguna y es de las que no falta a los talleres”.

¿Cómo se hacen las podas para que la mata produzca por quince o veinte años?

–Luego de la tercera cosecha estamos haciendo lo que se llama poda de soca, de 10 a 15 cm del suelo. Eso lleva la mata a como si tuviera 2 años y le van a salir muchos brotes. Uno deja dos a tres tallos, eso duplica o triplica la cantidad de plantas y permite aprovechar la mata más tiempo. Otro experimento es que, como te dije, entre punto de siembra son 2 metros de calle por 1 de mata a a mata, pero yo estoy sembrando en cada hueco, entre 2 y 3 matas. Donde sembraba 2.000 siembro más de 4.000. Esto es para probar y tratar de recoger hasta 2 kilos por mata, porque ellas se van a enredar cuando crezcan.

“Algunas unidades de producción de aquí querían copiar lo que hacían en Colombia, que siembran a libre exposición: tumbar todo, que es lo otro que no queremos hacer aquí porque, mire, ahí pasa ese cañito (señala uno), en Calderas estamos rodeados de agua. Aquí unos muchachos colombianos trajeron esa cuestión porque y que así se sembraba allá, y entonces la gente había empezado a copiar eso. Puede haber más producción porque hay más entrada de luz, pero es más demandante de abono e insumos. Aquí uno se apoya para el control con la vegetación que uno tiene. Con libre exposición se podrá producir más por un tiempo, pero se daña la tierra y se acaba el agua”.

Otros retos que se le presentan a los pequeños productores y productoras de café para que sus cultivos sean rentables son históricos: la dificultad de obtener las guías de movilización para comercializar por cuenta propia su cosecha, acceso a insumos, verse en la obligación de vender el café a bajo precio a intermediarios, por necesidad. En Calderas la moneda local es el café, pero no siempre es bueno utilizarla, porque en tiempo de cosecha su precio es muy bajo.

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Escritor, filósofo e investigador

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