Texto y fotos: Fabricio Martorelli
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En el corazón de Sanare, donde las montañas larenses se alzan como guardianes de tradiciones y secretos ancestrales, vive Ana Violeta Lucena, una ingeniera agroindustrial con alma de poeta y espíritu de inventora. Es heredera de la sabiduría de su madre, Francisca Castañeda, conocida por todos en el colorido pueblo de las Zaragozas como Panchita, artista y escritora popular. Ana Violeta ha convertido su pasión por el café en un motor de cambio para su comunidad.
Junto a Madeleine Angulo y Lupe Escalona, Ana Violeta lidera “Maestras del Café”, un emprendimiento que nació de un sueño compartido: mejorar la calidad de vida de las mujeres caficultoras. Surge tras encontrarse en el diplomado “Maestros Cafetaleros” realizado hace un par de años en este pueblo larense, reconocido por sus condiciones ideales para el cultivo del café, y que es uno de los municipios que mas aporta a la producción nacional de este rubro.


Su creación estrella es un prototipo de deshidratador rotativo, que se puede adaptar a cualquier forma de energía. Es una oda a la sostenibilidad y la eficiencia. Imaginen una máquina tipo carrusel, con bandejas livianas que giran impulsadas por el viento o por la fuerza del agua, liberando a las mujeres de la pesada carga del secado tradicional y reduciendo la contaminación ambiental. Un prototipo que se puede reproducir a escala, adaptándose a los requerimientos de las y los productores.
Es una innovación diseñada para optimizar el proceso de secado del café, mejorando la calidad del producto final, pues al no ser secado en el suelo (sea tierra, cemento o asfalto) deja de estar expuesto a contaminación por pisadas o excrementos de algún animal, así como de otros elementos que se puedan mezclar con el grano. Hay otras técnicas de secado convencional, cuyas maquinas queman gasoil u otros combustibles altamente contaminantes para el medio ambiente, y cuyos residuos también pueden quedar presentes en la taza que va a ser consumida.

Ellas procuran un cuidado del grano, desde su germinación hasta el secado, usando la técnica de “cama africana”, que consiste en una estructura elevada del suelo, para una mejor circulación del aire y mejor control en prevención de plagas y enfermedades. Cuidar todas las fases y procesos es para ellas muy importante, para poder ofrecer un café de especialidad, que controla los tuestes y también los distintos tipos de molienda.
En este momento se encuentran en conversaciones con algunas universidades para conseguir ayudas en la gestión de la patente, pues hacerlo bajo su condición de emprendedoras les supone elevados costos.

Fusión Café: un viaje sensorial
La inventiva de Ana Violeta no se detiene ahí. Con «Fusión Café», naciente emprendimiento familiar que lleva adelante con su hija Ana Rosa y su esposo Jesser, invita a un viaje sensorial donde el café ya no solo tiene como destino la degustación en los paladares, sino que además se transforma en medicina para el cuerpo.
Mientras que los cafés comerciales suelen estar cargados de defectos, pocos cuidados, y tuestes agresivos, aquí cada grano es tratado con mimo, durante todo el proceso hasta la molienda. Comenta Ana: “…no hay abuso de las temperaturas de secado, porque va a ser completamente natural y esa taza va a garantizar que va a ser un café prácticamente de especialidad, y va a tener un precio distinto porque es un café especial (…) pese a que aún no hay la cultura de conocer los distintos tipos de tuestes y los distintos tipos de molienda, donde el tamaño final de la misma depende si va ser para una greca, prensa francesa, máquina expreso o los tantos métodos de infusión. Desde Fusión Café queremos ofrecer esa variedad para ir educando al consumidor al respecto”.

Ana, junto con su madre Panchita, llevan también una iniciativa ecológica, pues desde siempre han estado educadas hacia la importancia de lo orgánico, de la salud natural, es por ello que también están experimentando y produciendo una amplia línea de cosméticos naturales a base de café, aprovechando su condición de antioxidante y exfoliante. Rescatan los secretos de la abuela y los fusionan con los estudios de la ciencia sobre las propiedades curativas de las distintas plantas, cortezas y raíces que utilizan. Aceites reparadores, cremas corporales, champús y jabones artesanales elaborados con café y especias, despiertan con su aroma los sentidos y ofrecen un cuidado nutritivo para la piel: una verdadera alquimia.



Expresa: “No tenemos ningún conservante más que la misma vitamina E. No le estamos colocando nada químico a nuestro producto. La gente tiene que saber que son consumibles, pues que no los van a guardar en un anaquel ahí por los siglos de los siglos, sino que son orgánicos y que son para disfrutarlos”.
Ana Violeta Lucena es mucho más que una ingeniera y emprendedora. Es una visionaria que ha sabido transformar su amor por el café en un proyecto de vida que beneficia a su familia, a su comunidad y al planeta. Su historia es un ejemplo de cómo el ingenio, la pasión y el trabajo en equipo pueden sembrar innovación y cosechar un futuro más próspero y sostenible para todos.









5 comentarios
que maravilla.
Un emprendimiento hermoso, sabroso, ingenioso y necesario!
Wao excelente artículo, las fotografías está bellísimas, me encantó. Gracias a la Inventadera por hacernos llegar tan buen material, felicidades a autor
Felicidades por este producto, ese enfoque holístico desde la germinación, molienda hasta el tueste no agresivo es sin duda una estrategia preventiva integral contra contaminantes como la acrilamida y que contrasta a la producción masiva (industrial) donde se antepone la eficiencia sobre el control de calidad.
Felicidades consecutivas
Éxitos asegurados al desarrollo endógeno orgánico con tecnología sostenible