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Lara, capital musical: para muestra un perol

por Alejandro Silva Guevara
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Alejandro Silva Guevara | Fotos: Fabricio E. Martorelli

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La leyenda y la historia del conjunto Los Perolitos (llamado también en un tiempo Los Perolitos Song) tienen un padre fundador, alma y director principal: Jacobo Pineda, caballero a quien queremos homenajear a un año de su fallecimiento (agosto de 2023).

Jacobo Pineda nació en Barquisimeto el 16 de noviembre de 1929, pero las notas musicales de la canción de su vida sonaban afinadísimas a unos pocos kilómetros hacia el oeste ─unos diez minutos en vehículo particular─, en un poblado al que nombran Pavia. Cuenta Gustavo Pineda, uno de los tres hijos que tuvo con Altagracia Fréitez, con quien se estableció finalmente, que su niñez transcurrió en un ir y venir de Pavia a Barquisimeto llevando mercancía sobre un burro para venderla en el centro de la capital larense.

Un día el Jacobo niño paseaba por el monte cerca de su casa y se encontró con un personaje al que no reconoció y le infundió mucho temor, así que corrió a contarle a su madre y con la respiración entrecortada por la veloz carrera, describió al hombre esperando respuesta de su mamá: “Era un señor alto que tenía una cruz en la espalda”, dijo y ella le respondió: “Ah, hijo, ese es el Nazareno; ese encuentro significa que tendrás un don”, lo que no tardó en hacerse cierto.

“Mi papá no era hombre de mucho hablar; él hablaba lo necesario, por eso es que uno no sabe muchas cosas de su vida de antes, pues”, afirma Érika Pineda, hija de Jacobo. De manera que ellos saben, de esa anterioridad, que tuvo varios hijos antes de establecerse definitivamente en Barquisimeto; que siempre viajaba a Pavia porque parte de su corazón quedó allá, y una que otra anécdota. Pero en lo concerniente a sus recuerdos con él, sus hijos sabían muy bien que no fumaba ni bebía, y si lo hacía ellos no lo recuerdan. También que era un hombre que amaba la justicia, un comunista a quien mucha gente conocía y respetaba porque conocían sus luchas. No saben con precisión dónde aprendió música o cuáles fueron sus inicios con el tres cubano, instrumento que dominaba perfectamente, además de también tocar la guitarra, el bajo y algunos instrumentos de percusión. Pero sí saben que los tocaba con pasión y precisión y que le gustaban la salsa, el son, el bolero y el raspacanillas.

Trabajó con varias orquestas del estado Lara y tocó con innumerables figuras conocidas y otras no tanto, entre ellas con Pastor López y Celia Cruz, a quien acompañó con sus amigos una vez que fue a tocar a Barquisimeto y los músicos que se presentarían con ella no pudieron llegar a tiempo.

Alguien que conocía a Jacobo sugirió que lo llamaran para que acompañara a la cantante. “Llegaron los cubanos, llegaron los cubanos”, decía la gente cuando entró Jacobo acompañado por los músicos, con el que hicieron un trabuco para que la artista pudiera cumplir su compromiso.

Se le conoce por fundar el primer sindicato de izquierda para músicos, artistas y afines con el que luchó hasta el final de su vida, siempre buscando la reivindicación de los tañedores de a pie, de los marginados, a los que nadie respetaba por no ser académicos, pero que habían demostrado ser grandes interpretes. Fue militante de una de las muchas organizaciones de producto de las inestabilidades y escisiones de la izquierda venezolana: el Gar (Grupos de Acción Revolucionaria).

“Una vez vinieron Los Melódicos a tocar y mi papá paró el concierto porque ellos tenía que pagar un porcentaje al sindicato, que era para los gastos de funcionamiento y para seguir con las luchas por los derechos de los músicos; hasta que no pagaron no pudieron empezar a tocar”, recuerda Gustavo entre risas, y agrega que también ocurrió con La Billo’s Caracas Boys. “Pero al tiempito salió otro sindicato pero de la derecha, que era de radio, artistas y afines, pues; entonces mi papá se fajó en esa pelea con esos tipos porque eran unos vivos…”, rememora Gustavo.

En algún momento conoció a Jetze Amaya y a David Escalona (bajo y percusión), con quienes formó el trío que comenzaría por presentarse en reuniones improvisadas de las que no obtenían pagos en dinero, sino en cualquier cosa que les quisieran dar. Por esos días las cosas comenzaron a tomar un rumbo de seriedad que no estuvo planificado, así que el trío llamó a Gustavo Pineda para que se les uniera para tocar el timbal, ya que Jacobo sabía que su hijo también seguía los caminos de la música.

Hijo de gato

Gustavo nació en Barquisimeto el 9 de noviembre de 1969; siempre fue un curioso que se la pasaba inventando cosas. En el frente de su casa, unas motos bastante particulares hablan de su inventiva. Se dedica desde hace un tiempo a la producción de pizzas, pero durante la pandemia las ventas se detuvieron abruptamente, por lo que se inventó la manera de llegar a la gente con las pizzas, así que con una máquina de soldar, varios hierros y un par de cauchos para carros pequeños, hizo una adaptación en la que colocó unos kioscos con horno incluido para llevar las pizzas y hacerlas al momento. Comenzó con una de esas adaptaciones y lleva cuatro.

A finales del siglo pasado e inicios de este, tiempo en el que Gustavo se integró a Los Perolitos, se escuchaban voces que afirmaban que ya Lara no era la capital de la música, sino Maracaibo: “No es que nosotros no podíamos comprar instrumentos, lo que pasó es que yo dije: ya van a ver que sí somos la capital musical. Entonces cuando íbamos a tocar por ahí, decíamos: ‘Directamente de Lara, capital de la música en Venezuela, y para muestra un perol’”. Fue entonces cuando se decidió a hacer instrumentos musicales con peroles, pero buscando siempre la asesoría de músicos con estudios que pudieran demostrar que no todo en la música es teoría y solfeo, sino talento verdadero.

La tarea de inventar cada instrumento fue una verdadera inversión de tiempo. Su ventaja fue que se le hace fácil llevar de lo abstracto a lo real cualquier proyecto. Pensó en la manera en la que construiría cada instrumento con respecto al número de integrantes de Los Perolitos, que había aumentado. El bajo está hecho con un tobo de ciento veinte litros volteado que es atravesado por un listón largo de madera, que hace las veces de mástil. Para lograr la afinación le incorporó unas clavijas con tuercas y tornillos que deben ser afinadas con mucho cuidado con un alicate de presión. A diferencia del bajo normal, éste puede tener dos o cuatro cuerdas, aunque por lo general solo lleva dos que se afinan de otra forma: la cuerda más grave es “fa” y la otra “do”, y no el “mi” y el “la” tradicionales.

A un costado del tobo, que sería el cuerpo del instrumento, lleva una chapa de sonido en la que puede insertarse un plug para que se pueda amplificar el sonido. El sonido es como debe ser: grave, y por las dimensiones del tobo, bastante profundo.

Luego se dedicó a sustituir el tres cubano clásico que usaba Jacobo y la guitarra eléctrica usando un par de palas como soporte del mástil, sin quitarles nada a las palas. También construyó otro bajo tipo fretless, o sea, sin trast es, que sí se afina tradicionalmente, pero su base es una tapa de poceta. Todos estos perolitos tienen su entrada de plug para ser amplificados.

Siguió con los instrumentos de percusión, entre los que se encuentra un set que es en realidad un híbrido entre los timbales y la batería, valiéndose de ollas de aluminio de esas en las que se hacen los sancochos los domingos de resacas. También unos bongós que si lo ves a la primera sin prestarles atención solo parecen hechos de metal, hasta que les das vuelta y descubres que se trata de dos carapachos de licuadoras volteados, a los que les integró el sistema de prensado de corona y ganchos que les confieren una afinación más duradera. También un par de congas (macho y hembra) para las que utilizó tobos de cuñetes de pintura con el mismo sistema de corona y ganchos del bongó, pero éstos van empotrados en un par de tobos que terminan por darle la sonoridad que requieren.

No podía faltar el cuatro, del cual hizo dos utilizando un par de latas rectangulares (una de thinner y otra de aceite) con el mismo sistema de atravesarlas con listones de madera, con su sistema clavijas para la afinación. Se debe resaltar que todos estos instrumentos tienen entradas de plug para ser amplificados.

El instrumento de viento que resuena al inicio de su clásico La cumbia de los Perolitos (arriba, en el video) es una pieza T de plomería modificada. La joya de la corona de todos estos perolitos, son un par de violines que están hechos con el mástil y algunas partes de violines viejos y que representan para Gustavo, la verdadera prueba de fuego de todo músico, porque a diferencia de los violines normales, éstos no dan una nota en el sitio en el que debería darla según la afinación tradicional del violín, sino que se debe tener el oído bien afinado para buscar la nota, encontrarla y no desafinar por la costumbre de ejecutar un violín normal. En el centro de este instrumento, para poder agregarle el sistema de amplificación, utilizó una lata de atún que a estas alturas luce medio oxidada, aunque continúa ejerciendo su función de una entrada jack.

¿Y cómo suenan?

Los Perolitos arrancaron con sus nuevos instrumentos y nuevos integrantes más o menos al mismo tiempo de la llegada del comandante Chávez al poder, y dejaron de tocar un par de años antes de la pandemia. Tuvieron la oportunidad de tocar en Caracas, Curarigua, Trujillo y Yaracuy y casi se internacionalizaron en el año 2017, pero a la oposición enferma de nuestro país le dio por activar la segunda ola de guarimbas que mantuvieron sumido en el caos a todo un pueblo por más de tres meses y los planes se cancelaron.

El maestro Jacobo se infectó con el Covid 19 en el año 2019 y logró sobrevivir, pero las secuelas lo persiguieron y el 19 de agosto de 2023 una pulmonía se lo llevó en pocos días.

Ante la pregunta de cómo suena esta peculiar banda, quedaron algunos testimonios que certifican que esos peroles sonaban por la vía del medio y ponían a bailar a cualquiera. Si los buscan por las redes encontrarán algunos documentales breves y grabaciones en vivo de este grupo fenomenal. Afortunadamente, Licar Vásquez tiene suficiente material de Los Perolitos que serán mezclados, editados y masterizados y que matendrán viva la hazaña de demostrarle al mundo que el que es músico de verdad pone a sonar hasta los peroles.

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