Eduardo Hernández «Paunero»
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Contrariamente a lo que en común la gente cree, la Creosota o Creolina, en su nombre genérico, no es un derivado del petróleo, aun cuando sus orígenes provengan de derivados fósiles por la descomposición de la materia a altas temperaturas. La Creosota se produce entre los 180 y los 400° C, al descomponerse el alquitrán de la hulla o carbón mineral, y es únicamente de origen vegetal. Es un poderoso antiséptico y desinfectante.
No contiene aceite ni grasa y se diluye en el agua fácilmente, tomando su color oscuro un tono blancuzco y pastoso. De este compuesto químico, la norma IRAM 9512 dice: «Subproducto de origen vegetal de la madera muerta o combustibles fósiles como el Alquitrán de la Hulla, que a la temperatura antes mencionada produce la Creosota».
El Petróleo, en cambio, necesita de la descomposición de la materia mineral, vegetal y orgánica, grasas o aceites, a temperaturas sobre los 900° C, para que aparezca el también llamado “Oro Negro” o el “defecado del Diablo”. Esto último, como llaman al petróleo los clérigos. Además, necesita de grandes profundidades y movimientos de la tierra en donde se encuentren los elementos ideales para su formación. No es renovable.

El origen químico de la creosota se produce por la combustión de la madera, o leña, como la llamamos en criollo. Que se utiliza como potente conservante de la madera o como poderoso antiséptico, con los riesgos para la salud que esto conlleva, por su probable efecto cancerígeno. Al contrario del petróleo, se puede producir a gran escala en laboratorios.
La creosota tiene sus orígenes en la Inglaterra de los años 1830, descubierta por el químico Carl Reichenbach por esos accidentes que ocurren en los ensayos de laboratorio. Buscando un producto parecido al petróleo, el horno se detuvo. Al día siguiente apareció en los envases de ensayo un liquido negruzco y a sus alrededores gran cantidad de pequeños insectos muertos. En 1838 la patentó en el Reino Unido John Berthell. Para complementar el dato de la nacionalidad inglesa de la creosota, otro inglés, Guglielmo Pearsons, la registró en Génova (Italia) en 1867.
En 1880, Wiliams Pearsons, seguro descendiente de Guglielmo, patentó la marca «Creolina», su nombre genérico, con su firma en en los envases, también en Génova, Italia, marca que llega a Venezuela y a toda América desde hace más de 150 años. Entre los usos domésticos de ese producto en nuestros campos destaca, aparte del curado de maderas, su aplicación alrededor de las casas para ahuyentar las serpientes y otros animales ponzoñosos, e incluso ingerida en pequeñísimas dosis como desparasitantes en niños y adultos, cosa que a pesar de funcionar está severamente contraindicada.

Años antes de la aparición de la creosota, constructores de ferrocarriles, viviendas, armadores de barcos y ganaderos, tenían graves problemas con la madera que utilizaban para sus trabajos. La polilla y otros depredadores de la madera hacían una calamidad trabajar con ella. La aparición de la creosota y luego de su derivado Creolina podemos decir que fue una gracia divina y lo sigue siendo. Sobre todo para los armadores de barcos y constructores. También para los criadores de ganado, madereros, agricultores, avicultores, médicos y población ciudadana de América Latina, resultó una bendición su aparición por los efectos del clima de nuestra región tropical.
Jhon Clifford García, maderero del Condado de Abilene en el estado de Texas, tenía tres mil troncos de arboles de 30 metros de largo y 0,80 de grosor para ser enviados por barcos en 1810 hacia Atenas, Grecia, al armador Griego Asclepio Katsagiannis Onassis. Por problemas con el transporte desde esa región norteamericana hacia el Golfo de México, la madera estuvo mucho tiempo para ser embarcada, y entre polillas y gérmenes se la destruyeron causando grandes perdidas y la ruina al maderero. Años después apareció este preciado químico que fue una salvación para los grandes proveedores de la madera, entre otras empresas.

Larrea tridentada o gobernadora florecida, en el estado Aragua
La Unión Europea prohibió en sus países el uso de este químico en forma indiscriminada, pues se ha determinado que este elemento en concentraciones altas y cerradas puede producir cáncer. En nuestro país es poco lo que se conoce de ello. Pero quienes colocan el subproducto en el mercado, hacen alerta sobre tal peligro.
De niño, el autor de la presente, limpiaba de manera de continua en el litoral varguense, ahora estado La Guaira, una cochinera propiedad de la familia. Había un cochino pequeño o lechón que al parecer no le gustaba el olor de la creolina. Desde que empezamos a echarle creolina a la porcinera, el cochinito intentó morderme. Hasta que un día me agarró en la pantorilla. Ese mismo año mi tío lo asó en diciembre. Nunca he tenido problemas de salud; usé bastante creolina por más de 60 años y aún la uso.
Entre las Tejerías y La Victoria en el estado Aragua, de nuestra querida Venezuela a orillas de la autopista Regional del Centro, a la derecha viniendo a Caracas, existe una planta llamada gobernadora o Larrea tridentada, de la que se extrae creosota.
Una droguería venezolana llamada Paysandu produce Creolina en base a ácido cresílico, aceite de ricino sulfonado, ácido oleico , soda cáustica en escamas y agua destilada. Otras empresas criollas también la producen. Suerte que la creosota es casi petroleo, pero no lo es. De otra forma estuviésemos llamándola Exxoncreolina o Shellcreolina.