El primero de abril de este año 2024 el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (INAMEH) anunció a través de su cuenta en X el inicio del periodo lluvioso en el país. La zona sur de los estados Amazonas, Bolívar, Apure, Barinas y Guayana Esequiba contarán con la bendición de los chubascos durante la primera semana de abril.
En el caso del Distrito Capital veremos los chaparrones para la primera semana de junio. La recepción de la temporada lluviosa en general es bienvenida en la población, esto debido a su importancia para garantizar el vital líquido en los embalses, con los fines de producción hidroeléctrica, riego y suministro de agua potable.
Sin embargo, el valor de esta temporada va más allá de estos usos. En particular, hoy les quiero hablar desde lo anecdótico. Durante los años que he estado vinculado con la Misión Árbol, organismo del Estado responsable de planificar y ejecutar las labores de reforestación conservacionista en Venezuela, me ha correspondido la responsabilidad de la gestión en las cuencas hidrográficas. Es una tarea multifactorial que pasa por la formación de las personas en materia de recolección de semillas, producción de plántulas, preparación de sustratos, y de las áreas a reforestar, plantar y cuidar los árboles, entre otras acciones.
Ahora bien, la reforestación como acción integral depende de numerosos factores, pero desde el punto de vista ecológico se encuentra ligada a la ocurrencia de las lluvias, ya que sin ellas no se podría garantizar la supervivencia de las plantas en campo. En promedio, el régimen pluviométrico de nuestro país ha sido bien estudiado, y se conoce con precisión la manera como ocurren las lluvias. Régimen pluvial unimodal o bimodal se refiere a si en una región a lo largo del año hay un máximo de lluvias o si ocurren 2 máximos anuales.
De acuerdo con los datos monitoreados entre 1961 y 1990 el área de Maiquetía presenta un incremento en las lluvias entre marzo, abril y mayo, hasta que alcanza sus máximos entre julio y octubre. En cambio, una ciudad como Mérida presenta un comportamiento muy diferente, con 2 picos máximos de lluvia, uno en mayo y otro en octubre, y en el mes de julio las precipitaciones son escasas.
A manera de ejemplo, la planificación para establecer plantaciones en estos 2 espacios no puede ser la misma. Mientras que en Maiquetía se podría plantar de forma continua desde junio a noviembre, en Mérida sólo se restringiría a dos periodos, de abril a junio y luego de septiembre a noviembre.
Esta realidad climática/meteorológica condiciona la forma como nos organizamos para reforestar. Y en este punto destaca el proceso de la organización popular, ya que sin la participación del pueblo organizado, lograr que una planta se establezca casi en la cumbre de una montaña es una tarea prácticamente imposible. La razón es sencilla. Cuando nos movilizamos a rescatar un espacio, la naciente de un río, un área contaminada, o zona arrasada por la extracción minera, esta es una acción de gestión del territorio, es una tarea que supera la dimensión técnica-científica, es un hecho político, popular, participativo y afecta la realidad a todas las escalas para las personas son beneficiadas por ella.
De esta manera, factores como la mejor ruta para acceder a los espacios, el mapeo de la presencia de productores, ganaderos, o la temporada de producción de semillas de determinadas especies, es mejor sabida por las poblaciones locales que hacen vida en los alrededores de las áreas a recuperar, y van a afectar la efectividad del plan ejecutado.
Grosso modo, hay por lo menos tres grandes aspectos confluyendo en la tarea de reforestar. Por un lado el ciclo del agua, las precipitaciones que garantizarán que nuestras plantas sobrevivan; el ciclo forestal, que se traduce en los momentos en los cuales ocurre la producción de semillas en las especies, así como los tiempos de crecimiento de cada planta, y finalmente el ciclo social, que pasa por una socialización horizontal de conocimientos, como conocer los actores que hacen vida en las zonas, los procesos económicos cercanos, las diversas presiones sobre los ecosistemas, y vincular todo esto hacia un objetivo, recuperar un área natural.
El éxito de toda acción de protección de nuestro ambiente depende directamente de la capacidad que tengamos de vincularnos a nosotros mismos con esa fibra de amor por lo que cuidamos, de transmitir ese amor a quienes nos rodean y lograr esa participación popular activa, tan necesaria.
Dentro de 2 meses se cumplirán 18 años de aquel 6 de junio del 2006, cuando el Comandante Chávez sembró un Nogal de Caracas en Los Venados, en el Parque Nacional Waraira Repano. En aquel momento dio vida a la Misión Árbol, un programa que ha logrado la recuperación de más de 60.000 hectáreas de áreas naturales, la formación de decenas de miles de estudiantes de educación básica y diversificada, así como la recuperación de especies forestales emblemáticas de nuestro país. Chávez logro movilizar a muchos de nosotros en esta causa y seguimos ardiendo en esa chispa revolucionaria.
En la nueva temporada de reforestación que se nos aproxima nos queda poner nuestro granito de arena, colaborar en la recolección de semillas, producir abonos en cada hogar, cuidar de las plantas en los urbanismos, abrazar el espíritu de amor a la naturaleza plantado por nuestro Comandante y salir a sembrar un árbol que le brinde, frutos, sombra y fresco a nuestro futuro.