Portada: plántulas in vitro en el laboratorio Cebisa, Mérida. Sebastián Gómez
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Hay una exigencia universalmente aceptada que obliga a medir o evaluar las obras más grandiosas y perdurables de los pueblos y culturas de la tierra a partir de cifras e instrumentos físicos. En el caso del siglo XXI venezolano ese ejercicio resulta más esclarecedor si uno tiene la audacia de rebasar esas dimensiones y escudriñar la profundidad del impacto espiritual, formativo, sicológico, que ha significado aprender a vivir en democracia participativa y protagónica. Esa democracia y esa Revolución a la venezolana, obra generacional de alcance planetario, que algunos no comprenden desde la distancia, y otros más no la han comprendido incluso viviéndola acá dentro.
Desde este espacio de difusión, dedicado a temas y ámbitos específicos (ciencia, tecnología, innovación) hemos tenido la ocasión y el privilegio de presenciar de cerca el vigoroso salto cualitativo que ha experimentado Venezuela desde una serie de mecanismos y dispositivos que atraviesan a toda la sociedad: el pueblo inventor, el pueblo convertido en científico y el pueblo que de pronto se está enterando o informando de que su hechura de milenios merece llamarse ciencia.
Cuando la actual gestión de Ciencia y Tecnología empezó a explicar y a mostrar ejemplos concretos de lo que significa Ciencia Abierta, y cuando la UNESCO solicitó a Venezuela ser sede de un encuentro donde se proponía a toda la región abrevar en nuestro ejemplo, a nuestro equipo periodístico le crujieron algunos resortes cerebrales: sucede que nuestros ejercicios de rescate y promoción de los saberes del pueblo están comenzando a ser reconocidos en el planeta como ruta, ejemplo y necesidad para una especie humana devastada por cierta ciencia elitesca y hegemónica. Somos un organismo palpitante, un país que se levantó en dignidad y ahora resplandece como ejemplo.
En lenguaje popular podemos decir que “nos cayó la locha”: finalmente, después de mucha segregación y silenciamiento, el mundo se ha dado cuenta de que el modo venezolano de abrirle las puertas a la sabiduría popular es, no una opción, sino una agenda necesaria para que la ciencia ayude a reordenar lo que las hegemonías han hecho pedazos.
Pues sucede que, así como en la ciencia, el ejemplo venezolano en política, en búsqueda de nuevas formas de organización social, en relanzamiento de las agriculturas y de la cultura, es lo que nos permite decir en voz alta y sin complejos que la semilla que germinamos en 1999 sigue creciendo, que su germinación es lenta (por fa: entender que estamos corrigiendo un entuerto de medio milenio, y apenas vamos por el año número 25 del renacer) pero que sus frutos asoman o despuntan a lo lejos, y debemos llevarlos hacia el futuro.
No hay ninguna razón para detener el crecimiento de esto que ha germinado, y mucho menos para abrirle las puertas a la lógica bastarda que ya anuncia privatizaciones y entregas a las potencias del atraso y la destrucción. La irrupción del pueblo que hace ciencia (y política, y sociedades) no va a detenerse. Eso es lo que saldremos a defender en cualquier elección, y en los eventos o situaciones que vengan.
2 comentarios
¡Muchas gracias! Nos honra que seas nuestra lectora. Un gran abrazo
me gustan mucho sus trabajos publicados (los pocos que he leído). ☺️