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Barcos fantasmas, acuicultura y Tratado de Alta Mar

por Eliecer Centeno
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Eliecer Centeno | ¿Qué nos queda?

En las ediciones anteriores hemos conversado sobre algunas experiencias exitosas en materia de protección de áreas marítimas, como la del Parque Nacional mexicano de Cabo Pulmo, en Baja California Sur, y el Parque Marino del arrecife de Tubbataha en el mar de Sulu, República de Filipinas, a 90 millas al sur de la isla de Palawan, el primero que abarca 7.100 hectáreas y el segundo cuya protección se extiende sobre una superficie de 33.200 hectáreas.

Aunque estas experiencias son prometedoras y han demostrado que se puede combinar tanto el turismo sustentable o ecológico, con la protección de la biodiversidad marina, organismos multilaterales como Naciones Unidas o el Fondo para la Protección de la Naturaleza reconocen que la suma de todos estos esfuerzos a escala global sólo totaliza menos de 10% de la superficie de todos los océanos, lo cual califican como insuficiente para alcanzar una protección significativa en las próximas décadas.

Así mismo la explotación que sufren los recursos hidrobiológicos mundiales no sólo está en aumento sino que es mayor de lo que estudios anteriores tenían estimado, tal como lo revela una reciente investigación publicada en enero del 2024 en la revista Nature. Elaborada por el observatorio Global Fishing Watch, en el que se determinó que las actividades de alrededor de 75% de los buques pesqueros del mundo no se encuentra bajo el dominio público, es decir, son barcos fantasmas que pescan pero su captura y acciones no consta en registros.

El estudio donde participaron Investigadores de Global Fishing Watch, la Universidad de Wisconsin-Madison, la Universidad de Duke, la UC Santa Bárbara y SkyTruth es novedoso ya que utiliza herramientas de inteligencia artificial de “aprendizaje automático” e imágenes satelitales entre los años 2017 al 2021, y se procesaron dos millones de Gb de información, lo que permitió revelar embarcaciones e infraestructura marina en las costas de los seis continentes, área donde se concentra hasta el 75% de toda la actividad industrial pesquera.

Entre los resultados de la publicación destaca que entre el 72 y el 76% de los buques pesqueros industriales del mundo no son rastreados públicamente, y que la mayor parte de esa pesca se realiza en el sur de Asia, el sudeste de Asia y África. También se pudo revelar que entre el 21 y el 30% de la actividad de los buques de transporte y energía tampoco está visible en los sistemas de seguimiento público. Respecto a los efectos de la pandemia por COVID-19, el estudio indica que la pesca disminuyó alrededor del 12% durante el 2020 y que para 2021 aún no se había recuperado. En cambio, los movimientos de los buques de transporte y energía se vieron con pocos cambios durante el mismo período.

Como observamos en este estudio, la presión sobre los océanos podría estar subestimada en una proporción muy considerable, y otras estadísticas también apoyan tal aseveración, por ejemplo de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en las últimas seis décadas el consumo de animales acuáticos aumentó de 9,1 a 20,7 kilogramos anuales por persona, y seguirá creciendo, según las proyecciones de dicho organismo.

Este escenario ha sido el contexto del foro titulado «Immersed in change» (Inmersos en el Cambio) celebrado en Costa Rica a principios de junio de este año. En este espacio autoridades, científicos y expertos internacionales se reunieron para la preparación de la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano (UNOC), la cual está prevista para realizarse en junio de 2025 en la ciudad de Niza, Francia.

La intención de este futuro evento es concretar las medidas y acciones que los más de 70 países firmantes Tratado de Protección de Altamar estarán realizando durante los próximos años y el cual apenas ha iniciado su proceso de ratificaciones por parte de las naciones suscritas.

La alta mar se encuentra definida según este tratado como las aguas internacionales donde finalizan las zonas económicas exclusivas (ZEE) de los Estados y de este tipo de superficie marina solo alrededor del 1% está bajo alguna medida de conservación, por esto para lograr el objetivo propuesto de elevar al 30% de protección a estas zonas marítimas para el año 2030, es necesario lograr la mayor cantidad de ratificaciones y compromisos para la reunión de 2025.

Aunque muchos estudios revelan una situación preocupante para el futuro de los océanos y de la vida marina, así como para el sustento de centenares de millones de personas alrededor del mundo, la FAO también reveló recientemente en su último informe mundial, una estadística prometedora, ya que la acuicultura alcanzó el 51% del total global, equivalente a 94,4 millones de toneladas, y proporcionó el 57% de los productos de animales acuáticos utilizados para consumo humano en el planeta, con lo cual estas prácticas están supliendo más de la mitad de la demanda de alimentos marítimos.

Este último dato nos muestra una luz de esperanza en torno a disminuir la presión humana sobre los océanos, sin embargo, es menester de la colectividad evaluar la efectividad de la acuicultura, como práctica, en primera instancia que genere la menor cantidad de contaminación posible donde se realice; que no involucre la cría de especies exóticas que pongan en riesgo la fauna autóctona y que sus productos lleguen a los más necesitados, y no que sean “´solo para la exportación” y sigamos sacrificando nuestros ecosistemas para seguir alimentando los estómagos de las clases dominantes en otras latitudes.

Por esto nos queda seguir explorando y cuestionando los informes de organismos multilaterales y si efectivamente hay un cambio en las viejas concepciones o si seguimos nutriendo al mismo y decadente sistema-mundo.

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