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La dama de las gramíneas

De Zoraida Luces de Febres, dice la convención que se trata de la primera mujer científica venezolana. Aquí, una semblanza para visibilizar a otra olvidada de nuestras ciencias

por Julián Márquez
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Julián Márquez

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A la niña Zoraida Luces no le gustaba brincar la cuerda ni vestir muñecas. Sus primeras diversiones las tuvo entre las plantas del patio solariego de su casa en Caicara de Maturín, en el estado Monagas, donde vino a la luz el 8 de junio de 1922. Mango, granada, aguacate, guama, catuche, siemprevivas, cachupinas, saúcos crecieron delante de sus ojos en el fondo de su vivienda, cuando aún no había asistido al colegio. Sus padres, amantes de la naturaleza y la ciencia, compartían con la pequeña las impresiones producidas por las gestaciones del reino vegetal.

Cuando adolescente Zoraida no anduvo con sueltas coqueterías, su objetivo estaba en el conocimiento científico. Una de sus pasiones era escudriñar en los libros del antiguo Teofrasto, padre de la herbología.

Sin haber concluido el bachillerato comenzó un curso impartido por el profesor Henry Pittier. El encuentro con las enseñanzas del eminente sabio suizo despertó en la muchacha, también dotada para el dibujo, un mayor entusiasmo por los estudios de la flora y las plantas del país.

Meses antes de abandonar el Colegio Católico Alemán de Caracas, con su título de bachiller en Filosofía y Letras, cuando siquiera había cumplido los diecisiete años, la aún muchacha de Caicara empezó en 1938 su primer trabajo regular. Sorpresivamente se convirtió en asistente del profesor Pittier, entonces director del Servicio Botánico del Ministerio de Agricultura, antecedente del Herbolario Nacional de Venezuela, la primera institución creada en el país con la misión de recolectar y catalogar el patrimonio vegetal de la nación.

En este centro de saberes naturalistas, la joven Luces integró un equipo de trabajo pionero de los estudios de la vegetación autóctona. En esos tiempos la novata científica colaboró en los cursos organizados por separado para damas y caballeros, una situación no muy del agrado de la futura científica, algo contrario a su ánimo de ofrecer mayor libertad de participación a las mujeres de entonces.

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Viaje en busca de conocimiento

A principio de la década de 1940, en tiempo del gobierno de Eleazar López Contreras, la inteligente Zoraida Luces, recomendada por el mismo Henry Pittier, consiguió una beca para viajar a estudiar ciencia de vegetales en Estados Unidos. La estudiante tenía como objetivo fijo llevar a cabo estudios de las gramíneas en el prestigioso instituto Smithsoniano de Washington. Según debe saberse, las gramíneas, base de la alimentación mundial, las integran granos y cereales como maíz, arroz, avena, sorgo, trigo, cebada, centeno, entre otros rubros de la misma especie.

Durante esa temporada de estudios tuvo como profesores a brillantes botanistas del mundo, entre ellos la destacada profesora norteamericana Mary Agne Meara Chase, para esa época una de las más importantes especialistas en la investigación de las gramíneas en el mundo entero.

El bagaje de conocimientos obtenidos por Zoraida Luces en los Estados Unidos le facilitó, una vez de regreso al país, la oportunidad de convertirse en la primera mujer en alcanzar en años distintos dos grados académicos en carreras científicas en la Universidad Central de Venezuela (UCV), sendos logros obtenidos en una época nada fácil para las mujeres universitarias, en vista del machismo imperante en las aulas.

Pero la muchacha no se arredró, primero obtuvo la Licenciatura en Ciencias Naturales en 1950, y más tarde, ocho años después consiguió el título de doctora en Ciencias Biológicas. Con el primer diploma conquistó también el mérito de ser la primera mujer venezolana en graduarse en Ciencias Naturales en nuestra primera casa de estudios, integrando un trío de graduados de una cátedra de ochenta estudiantes.

A pesar de haber sido el profesor Henry Pittier el primero en emprender las investigaciones de las gramíneas en los suelos nacionales, fue su destacada alumna Zoraida Luces quien más tarde −dueña de un doctorado−, consolida en Venezuela los avances en los estudios de agrostología, una disciplina dedicada al estudio científico de la composición vegetal de las gramíneas y su incidencia en la alimentación de los humanos y los animales.

Indagando en el tejido de las gramíneas

Tanto la agrostología como la actividad taxonómica, clasificación de los cereales y los granos, las realizó la doctora Luces Febres en el laboratorio de biosistemática y citogenética del Instituto de Biología Experimental de la Facultad de Ciencia de la “Casa que vence la sombra”, recién recuperada tras varios años de tinieblas.

El resultado de sus investigaciones biológicas dio paso para mejoras sustanciales en la calidad de los suelos y la composición natural de las semillas y los frutos en la agricultura venezolana.

Sin embargo estos compromisos no la hicieron desentenderse de sus obligaciones hogareñas, jamás dejo de atender a su familia, compuesta por su esposo y sus dos hijos, una hembra y un varón, quienes nunca dejaron de contar con la presencia materna, aún en los momentos de mayores apremios, extrayendo de su carácter sensible los sentimientos generados en la comprensión de la vida.

Por largos años la doctora Luces Febres fue profesora de materias optativas de Biología en la Facultad de Ciencia, donde impartió clases de Agrostología y Botánica Económica, incluso en vinculo con empresas comprometidas con el proceso industrial de diversas variedades de vegetales.

Ante la demanda de otros compromisos académicos, ofreció cursos para profesores de universidades nacionales y del Pedagógico de Caracas. Además de ser profesora en el Instituto Interamericano de Turrialba en Costa Rica.

Difusión científica

Llevó a cabo un intenso trabajo de divulgación de muchos expertos en el campo de la herbolaria, nacionales y extranjeros, por ejemplo, la importante traducción al castellano del libro First book of grasses (Primer libro de las gramíneas), de su brillante profesora Agnes Chase, eminente investigadora en ese campo. Este libro útil se cotiza alto en los estudios de cereales y granos a nivel de varias universidades alrededor del orbe.

El apego de Zoraida Luces a su patria fue muy significativo, su trabajo científico lo desarrolló intensamente en el país y en el curso del desenvolvimiento de su dilatada carrera puso a prueba su nacionalismo, negándose a aceptar propuestas como catedrática en otras naciones. Brasil, México, Alemania, Rusia y Estados Unidos se quedaron con los deseos de tenerla en las aulas de su universidades impartiendo clases de herbología.

Esta postura dice mucho de su temperamento y de su fervor por la patria donde nació. Cumplió correctamente con sus actividades académicas y administrativas sin doblegarse. Hasta los 78 años de edad, etapa de su retiro, condujo las actividades del Jardín Botánico de Caracas.

Nunca dejó de ser generosa con los recuerdos, jamás olvidó a quienes contribuyeron con su formación. Cada cierto tiempo solía mencionar afectuosamente al naturalista Henry Pittier, una figura sustantiva en su pasión por las gramíneas. Lo mismo ocurría con la doctora Mary Agnes Meara Chase, su entusiasta profesora durante la estadía estudiantil de un año en los Estados Unidos, quien la alojó en su casa durante el tiempo de becaria.

Tampoco olvidó al doctor Tobías Lasser, ferviente impulsor de las carreras del campo de las Ciencias Naturales, otro de los tantos científicos olvidados del país, fundador de la escuela de Biología y la facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela. Por si alguien quiere recordarlo, según la doctora Zoraida, fue quizá el más animado promotor de la fundación del Jardín Botánico de Caracas.

Tras su incansable labor en la botánica venezolana su deceso, acaecido en el año 2006, dejó un magnífico legado de numerosos trabajos científicos, acerca del conocimiento de la rica diversidad vegetal de nuestras regiones. Una parte de ese material ha sido publicado.

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