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El TDPM, una conversación pendiente sobre salud femenina

por Soriana Durán
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Soriana Durán | Aquelarre

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Tuvo que pasar más de una década para que descubriera, después de años de incesantes reflexiones y autodiagnósticos psiquiátricos –con la ayuda de Google– que aquello que me trastornaba desde mi adolescencia tenía un nombre y una explicación –más o menos–: Trastorno Disfórico Premenstrual (TDPM).

El TDPM es una variación extrema del ya conocido Síndrome Premenstrual (SPM). Este último se define por un conjunto de síntomas emocionales y físicos que van desde la irritabilidad o la tristeza hasta el dolor abdominal. La mayoría de las mujeres experimentan SPM a lo largo de su vida o en períodos determinados de la misma, a veces aparece y a veces no, depende de múltiples variables. En muchas ocasiones produce molestias que afectan el desempeño de las actividades diarias –sientes que se te revienta el vientre o que te pellizcan el culo por dentro–, también puede provocar brotes de acné, fatiga, cambios en el apetito y otro montón de cosas desagradables.

Como ya mencioné, el síndrome premenstrual es bastante común, a diferencia del trastorno disfórico premenstrual que, según se estima, solo afecta como máximo al 5.5% de las mujeres en edad reproductiva a nivel mundial. Aquí la experiencia se torna patológica; los síntomas de este son intensos, incapacitantes, perturbadores; van más allá de lo físico y se desarrollan en un umbral neurofisiológico que impide funcionar de manera “normal”.

«Autorretrato». Frida Kahlo

En otras palabras, y con el permiso que me doy yo misma, la mujer que sufre de TDPM está trastornada. Debemos estar en un hospital psiquiátrico, debemos recibir el tratamiento adecuado y atención psicológica programada. Debemos invertir en especialistas integrales, en profesionales de la salud que conozcan lo suficiente del TDPM y en actividades y herramientas que nos permitan regular ese desequilibrio químico a largo plazo.

Lo complejo del TDPM es que no ha sido estudiado lo suficiente como para dar explicaciones de su existencia –al parecer, la ciencia sabe más de agujeros negros que del cuerpo de las mujeres–. Entre las muchas causas probables que se le atribuyen, una reacción anormal del cerebro a cambios hormonales ordinarios es la que más se aproximan a un origen definido. Hay una respuesta hipersensible a cambios en los niveles de serotonina –la hormona de la felicidad–, la progesterona y los estrógenos.

Debido a su naturaleza emocional, es muy probable que en un diagnóstico inicial se confunda el TDPM con trastorno bipolar –me pasó– porque hay mínimas similitudes en cuanto a los cambios bruscos de humor, y este diagnóstico erróneo dificulta que se trate el problema adecuadamente. Además de eso, el TDPM está tipificado en el DSM-51 desde 2013 como trastorno depresivo, y apenas en 2019 fue añadido en el ICD-112 como enfermedad genitourinaria vinculada a trastornos depresivos. También se ha demostrado que los efectos en el estado de ánimo y el comportamiento de las mujeres con TDPM son incapacitantes, y en Inglaterra, el TDPM es considerado como discapacidad en la legislación de ese país debido a su condición crónica y repetitiva que imposibilita el quehacer laboral.

Pero, ¿cómo es el trastorno disfórico premenstrual y por qué es tan terrible?

Imagina que eres una mujer. Ser mujer en sí es una calamidad, pero imagínate ser una mujer trastornada. Peor aún, ser una mujer trastornada en una Latinoamérica conservadora, donde en lo cultural y social la menstruación es un tema que no se toca, ni siquiera entre las propias mujeres –estoy generalizando a propósito–. Usar la copa menstrual se percibe como una autoflagelación y las niñas no van al ginecólogo hasta que “dejan de ser señoritas” porque… ¿por qué deberían ir? “Si nadie les ha metido nada”. Entonces, eres una loca de mierda.

«Laberinto». Leonora Carrington

Cada vez que te va a venir la regla, o sea, cada vez que estás en la fase lútea de tu ciclo menstrual, sientes que ya no eres tú; eres otra cosa. Eres un demonio, una mujer loba, la sayona, el chupacabras, la caraja del Exorcista. Pierdes el control de ti misma, de tus pensamientos y de tu cuerpo porque hay otra cosa que lo habita. Piensas en suicidarte porque no aguantas el sufrimiento, porque es mucho sufrir –no por los calambres en el endometrio, sino porque la vida te puede más–, tus emociones son a veces una procesión católica y otras veces un velorio malandro, y lloras sin motivo aparente, lloras y te enfureces; te arrechas y odias todo y a todo el mundo. Te odias a ti misma por ser una loca de mierda y eso te avergüenza.

En ese momento te crees capaz de hacer cosas que la gente sana no hace y por eso te das cuenta de que eres un peligro para ti misma y para las personas que te rodean. Necesitas contención, un té de manzanilla, un sedante, una inyección de midazolam o tal vez una camisa de fuerza. Te quedas en la cama y no haces nada –porque no puedes hacer nada–, te da la sensación de que tienes humo negro en la cabeza porque eres incapaz de conectar dos neuronas; en lo único que piensas es en el infierno y en los demonios que van a recibirte cuando llegues ahí. Intelectual y cognitivamente tus facultades se ven influenciadas por ese estado premenstrual.

Tampoco tienes energía física ni disposición emocional para vivir –para vivir funcional al sistema capitalista–. Más que una mujer, eres una zanahoria; una zanahoria extraviada en la sección “limpieza del hogar” en el supermercado. Alguien te sacó de la montaña de zanahorias y te dejó ahí, al lado de un coleto.

Lo siguiente es una especulación: Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath tal vez sufrían de TDPM, sin saberlo, y se suicidaron a causa del mismo. Se cree que Virginia Woolf y Sylvia Plath sufrían de trastorno bipolar. Plath estuvo deprimida la mayor parte de su vida, y se suicidó a los 30 años, todavía en edad reproductiva. Tuvo que tener una enfermera en su casa porque no podía valerse por sí misma. Recibió terapia electroconvulsiva y se sometió a diferentes fármacos de la época.

«Sin esperanza». Frida Kahlo

Pizarnik tenía 36 años cuando se suicidó. Después de haber vivido casi toda su existencia deprimida y melancólica, un día le dieron permiso en el psiquiátrico donde estaba internada y acabó en su apartamento con una sobredosis de barbitúricos.

Y si bien hoy en día tenemos información que antes no, aún se desconoce un porcentaje mayoritario del funcionamiento del cuerpo y el cerebro femenino. ¿Suena exagerado? Para muestra un botón: por primera vez en la historia se utilizó sangre de menstruación para testear toallas sanitarias. ¿Sabes en qué año fue? ¿2002? ¿1980? ¿2013? No, fue hace dos años, en el 2023. Las empresas fabricantes de estos productos de higiene femenina habían estado utilizando soluciones salinas para probar la durabilidad de las compresas.

Pero por fortuna y alivio de nosotras, las mujeres biológicamente trastornadas, en la actualidad contamos con un conjunto de tratamientos eficaces, aprobados por la ciencia, para tratar y sobrellevar el trastorno disfórico premenstrual. Gracias a los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina –antidepresivos–, los suplementos de calcio, magnesio y vitamina B6, podemos aspirar a un estilo de vida ordinario y funcional. Para mí, la sertralina fue milagrosa. De haber sabido este rollo desde mucho antes, me habría ahorrado años de confusión, desesperanza, pensamientos suicidas y procrastinación.

Queda esperar que la vanguardia de la medicina y la ciencia venezolana se actualice con el conocimiento que ya se tiene en cuanto a este trastorno, para que no haya más especialistas dando infradiagnósticos a mujeres desesperadas.

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2 comentarios

Coromoto 3 noviembre 2024 - 18:33

Buen aquelarre.
Dolor arrecho de caderas, vientre y puntadas en el recto… Y nos enseñan culturalmente que hay superar lo físico en conjunto con lo psicológico, a echar pa’ante el resto de la vida, cómo si no fuera suficiente 360 veces de regla en el promedio de vida de una mujer

Respuesta
Soriana Durán 6 noviembre 2024 - 10:46

Muchas gracias por leer.

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