Fredy Muñoz Altamiranda | Cambur verde mancha
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El capitalismo es tan frágil que cualquier verdad lo quiebra.
Chávez dijo una vez que el capitalismo hoy vive la agonía de un vampiro que ve acercarse la madrugada y no ha mordido a nadie.
“Son las cinco de la mañana y no ha chupao’”. Fueron sus palabras exactas, en el estilo que irritó a oligarcas y enamoró a pueblos en lucha.
El símil es exacto. La economía de mercado cada día restringe sus beneficios a unos pocos, y se sostiene sobre la sangre y el sacrificio de muchos.
Sólo de esa forma es posible entender por qué los gobiernos de Europa están comprometidos en una aventura bélica tan peligrosa como la de la OTAN contra Rusia en Ucrania.
Antes de la guerra el panorama era éste: Europa aseguraba dos siglos de desarrollo industrial comprando a Rusia el gas del norte. Ganaban todos de aquel lado del Atlántico.
Pero al magullado sistema productivo gringo, anquilosado en las estructuras industriales bélicas de la II Guerra Mundial, no le convenía esa unión.
Los Estados Unidos, con la más grande crisis social del mundo debido al colapso de su sistema educativo y amenazados como están por la epidemia de drogadicción más impresionante de su historia con los opiáceos, no podían ver crecer a Europa y a Asia unidos, mientras su economía se bate a duelo con el dumping agrícola, los tratados de libre comercio inocuos y la remesa de una migración cada vez más lejana de su control.
Entonces aceleraron el carro de la guerra, dinamitaron la alianza ruso alemana para proveer ellos de gas a Europa e instalaron una guerra en el corazón del Dniéper, y tienen a los europeos comprándole a la Shell y a Hunter Biden el gas más caro del mundo, robado a África.
Así está funcionado el libre mercado, como un vampiro hambriento con los primeros rayos del amanecer quemando sus espaldas.
El símil de Chávez sobre la crisis del capitalismo es también la única forma de entender la agresión a Venezuela, y la decisión que tomó el Estado profundo gringo de desatar al fascismo para aterrorizar a los pueblos latinoamericanos que seguimos aferrados a la lucha.
Es la única forma de explicar a Milei, a Lula en su tibieza, a Colombia en su ambivalencia y a México en su dignidad.
Los «socios» más importantes de los EEUU ven, con las manos en la cabeza, cómo el sistema engulle diariamente cientos de miles de millones de dólares, y el famoso sueño americano ya no es posible ni en las glamorosas aceras frente al Central Park en Nueva York, o los bulevares de Melrose Place.
En cualquier lugar un retorcido zombie adicto al fentanilo, un blanco «homeless», o un migrante desdentado y en harapos dañan la foto.
Japón acaba de ver cómo el esfuerzo productivo de una década se vuelve cenizas en el juego macabro de la especulación financiera bursátil.
Cada día una empresa, un sector de la industria que marca en esfuerzo de miles, es convertido en algoritmos negativos por un sistema en el que creyeron religiosamente, y sus logros materiales de décadas quedan convertidos en acciones baratas, una noción intangible del valor, que es el quinto círculo del infierno para cualquier capitalista.
Y es entonces cuando el mismo sistema le abre la celda a lobos como Elon Musk, Jeff Bezzos o cualquier otro magnate de marras, para que en su nombre y representación, pero sin que se vea mucho su pretendida mano invisible, disponga de cualquier PDVSA, YPF, industrias prometedoras como el litio chileno y boliviano, el petróleo de la Antártida, la cual es imposible acceder sin contar con las Malvinas; a las tierras raras y el uranio del Apure, necesarias para el desarrollo de cohetes, combustibles y aleaciones para uso espacial.
Una buena parte del pueblo venezolano despertó hace mucho tiempo del letargo que produce el sueño capitalista.
Esa Venezuela es el objetivo de la agresión fascista y multiforme que eclosionó el 28 de julio con el antifaz del descontento popular por los resultados electorales.
Aún si esos resultados le hubiesen sido favorables, el fascismo hubiera echado a correr su plan de sangre por los cuatro costados del país, acusando al chavismo de usar la violencia para desconocer las elecciones.
El plan es el caos y la destrucción, la anarquía y la muerte; porque sólo así, en un panorama de tierra arrasada, el vampiro sediento que predijo Chávez, puede hincar tranquilo sus dientes sobre la riqueza que no está dispuesto a pagar ni compartir.
1 comentario
Esclarecedor artículo, y quiero apuntar que de haber ganado el fascismo, el asesinato de grandes cantidades de compañeros estaríamos lamentando hoy.