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La sólida concreción de lo inmaterial

Los objetos físicos pueden ser destruidos. Los principios basados en la inmaterialidad de los saberes de nuestros pueblos son indestructibles: sobre el casabe y otros Patrimonios Inmateriales de la Humanidad, hechos en Venezuela

por José Roberto Duque
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José Roberto Duque

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Estos son apuntes para la presentación o introducción de un libro cuya escritura acabo de concluir. Aunque probablemente continuaré escribiéndolo después, uno nunca sabe.

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Venezuela tiene ya diez manifestaciones o expresiones de la cultura de los pueblos que la UNESCO ha registrado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El reconocimiento más reciente incluye en las listas de la memoria del mundo al casabe, hechura milenaria de pueblos caribe que está viva no sólo en Venezuela sino también en Haití, República Dominicana, Cuba y Honduras.

Hay una pregunta que suele saltar al ruedo cuando se recibe esa información. La respuesta es fácil pero de ninguna manera admite un trato superficial: ¿por qué llamar inmaterial al casabe, si se trata de una torta física y concreta que, de paso, cuando la haces transitar entre el pecho y la espalda ya puedes decretar que le ganaste un round al hambre?

La respuesta corta parece un escrito burocrático cualquiera, pero contiene unas claves de singulares belleza e importancia: lo que UNESCO reconoce como Patrimonio Inmaterial no es la torta de casabe sino el conjunto de saberes, destrezas y costumbres que hacen y seguirán haciendo posible que muchos millones de personas, durante miles de años, hayan producido, distribuido y comido casabe, y lo continúen haciendo.

Tortas de casabe en Aguasay, Monagas (foto Lheorana González)

Una torta de casabe te la comes y ya no es una torta de casabe. A un depósito de casabe lo incendias y ese casabe que había en el depósito quedó destruido. Así que la dimensión material de ese objeto circular hecho con yuca y candela es bastante frágil y efímero. Pero está la información cerebral, corporal y colectiva que vive en los cuerpos de miles de personas en forma de conocimiento y habilidad manual, y que se traduce en cultura (conjunto de prácticas sociales etcétera): eso es lo que hace que el casabe sea parte de la «configuración» más íntima de los pueblos del oriente venezolano, y hace que sea además indestructible.

Hay otra manifestación venezolana a la que se aplicó el mismo criterio: el trabajo con la fibra vegetal llamada curagua, con la que los pueblos kariña hacen unas hamacas espectaculares y otros objetos utilitarios y decorativos. Lo que es Patrimonio Inmaterial no es la planta ni las hamacas, sino el conjunto de prácticas y relaciones sociales, desde el cultivo de la planta hasta la forma de hacer los tejidos, que dan forma a una expresión cultural, bien sólida y efervescente, por cierto.

Otro dato, que todavía no se ha propuesto para su reconocimiento como Patrimonio Inmaterial: los tambores que tocaban los seres humanos africanos antes de ser secuestrados y esclavizados se quedaron en África, a ningún prisionero se le permitió traer sus tambores físicos. Pero esos tambores se vinieron al Nuevo Continente en la más poderosa de las caletas: en la mente y en los cuerpos de aquellos seres humillados. Cinco siglos después los tambores de Camerún siguen sonando en Barlovento y en otros lugares. Porque su traslado no fue físico sino inmaterial. No hay nada sobre la Tierra que acabe con el saber y el amor que hacen posibles a los tambores afrovenezolanos.

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El libro que acabamos de entregar para su publicación contiene testimonios e historias de algunos pueblos mirandinos y sus manifestaciones más potentes, también reconocidas por la UNESCO. Son celebraciones populares que se mantienen vivas, probablemente desde la colonia: la fiesta de San Juan (Curiepe), la Parranda de San Pedro (Guarenas-Guatire), los Diablos Danzantes de Yare, los Palmeros de Chacao y los Bandos y Parrandas de los Santos Inocentes de Caucagua.

La historia y los relatos alrededor de esta última me conmovieron hasta la médula de la nacionalidad y del fuego rebelde, que mucho de eso queda en estos adentros. Los motivos de la conmoción son varios, pero quiero confesar aquí el que más me delata y me expone como ignorante crónico: tan cerca que queda Caucagua de Caracas (ciudad en la que he vivido, para bien y para mal, durante la mitad de mi vida) y yo no había oído de la existencia de esa manifestación de rebeldía, la más sabrosa y más profunda de toda Venezuela.

Vengan de a cincuenta: no existe una fiesta popular venezolana cuyo origen le escupa la cara tan duro y tan sabroso a todas las expresiones del Poder de los amos, como esta fiesta llamada también Parranda de los Boleros. Si quieres ver y sentir a 20 mil personas bailando y cantando a grito pelao con la energía de los negros rebelados de hace más de 200 años, lánzate el 28 de diciembre para Caucagua:

Estos no son inventos de chavistas: en la Colonia los seres esclavizados en las plantaciones de cacao se vestían con los andrajos de trabajar y encima se ponían también la vestimenta de los poderosos: paltó, vestidos elegantes, sombreros floreados, uniformes de policía, todo en una burla teatral y desafiante a las figuras de poder, en unas haciendas a punto de estallar de indignación: lo del día libre y el permiso para caricaturizar al amo no fue un acto de bondad de los «grandes cacaos», sino una válvula de escape que quiso remediar con limosnas el acumulado secular de una rabia afrovenezolana.

Todavía hoy se practica un ceremonial que sella con fuego la altivez de los caucagüenses: el 28 de diciembre en la mañana los portadores de la tradición van a notificarle al señor alcalde (a NO TI FI CAR LE, no a pedirle permiso) que se puede integrar a la parranda o irse a descansar, porque ese día el gobierno lo ejercen las mujeres del pueblo, electas en Bandos solemnes y jodedores un día antes: la Gobernadora desde hace varios años es la señora Lucy (a quien entrevistamos), la jefa de policía es otra mujer recia, la verduga es otra. Y así.

De modo que cada 28 de diciembre Caucagua es gobernada, no por los descendientes de los negros esclavizados, sino por las descendientes de las negras esclavizadas. Lo que la UNESCO reconoció en este caso es la formidable organización social que ha permitido continuar con una tradición que hace años parecía que se extinguía.

Bandos y Parrandas de los Santos Inocentes de Caucagua, nueva generación


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La movida planetaria que convirtió al Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en un asunto digno de ser protegido por los Estados tuvo su plataforma de lanzamiento en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en la última década del siglo XX. Suena un poco tardía la decisión: los jerarcas de la UNESCO se vinieron a percatar de esa falta dos décadas después de iniciadas las declaratorias de Patrimonio Mundial o Patrimonio de la Humanidad, concepto referido a lugares físicos.

Taller de Manuel «Mocho» Sanoja, leyenda de la fabricación de máscaras de los Diablos de Yare (Foto J.R.Duque)

El siglo XX fue un tiempo de signos vitales cartesianos, positivistas o materialistas por definición, así que lo inmaterial inevitablemente tenía que quedar rezagado respecto a lo que podemos ver, sentir y tocar en su materialidad establecida por los sentidos.

Venezuela, por intuición y por convicción, ya había dado un salto decisivo en esa dirección en 1999. El reconocimiento con peso y estatura constitucional de los pueblos y culturas ancestrales se convirtió en marco y contexto que allanó el camino a lo que vino después. A partir de la Convención de la UNESCO en 2003 Venezuela fue preparándose gradualmente para los desafíos de esta especie de convocatoria mundial, hasta que en 2006 el presidente Hugo Chávez decretó la creación de la Fundación Centro de la Diversidad Cultural, destinada a convertirse en Núcleo Focal de Venezuela ante esa entidad.

Hasta el año 2024 las manifestaciones venezolanas reconocidas por la UNESCO son:

    • Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela (2012), Lista Representativa;

    • Parranda de San Pedro de Guarenas y Guatire (2013), Lista Representativa;

    • La tradición oral mapoyo y sus referentes simbólicos en el territorio ancestral (2014), Salvaguardia Urgente;

    • Conocimientos y tecnologías tradicionales asociados al cultivo y procesamiento de la Curagua (2015), Lista Representativa;

    • El Carnaval de El Callao: Representación festiva de una memoria e identidad cultural (2016), Lista Representativa;

    • Cantos de trabajo de los Llanos colombo venezolanos. Inscripción binacional (2017), Salvaguardia Urgente;

    • Programa biocultural para la salvaguardia de la tradición de la Palma Bendita en Venezuela (2019), Buenas Prácticas;

    • Ciclo festivo alrededor de la devoción y culto por San Juan Bautista (2021), Lista Representativa;

    • Programa para la Salvaguardia de los Bandos y Parrandas de los Santos Inocentes de Caucagua: Núcleos de Iniciación y Transmisión de Saberes y Consejos Comunitarios (2023), Buenas Prácticas.

    • Conocimientos y prácticas tradicionales de elaboración y consumo del pan de yuca (casabe). Expediente multinacional: Cuba. Haití, Honduras, República Dominicana, Venezuela (2024), Lista Representativa.

Hay tres expedientes más que esperaban al finalizar 2024 por una respuesta: los sones de negros (el tamunangue), el joropo venezolano y la arepa.

Luisa Madriz, «Luisín», portadora de la tradición de la fiesta de San Juan, Curiepe (Foto J.R.Duque)

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El libro que he armado es un compendio de datos y testimonios solamente de las manifestaciones del estado Miranda. Le debo la invitación y la orientación para la elaboración de este bonito volumen a Mariam Martínez, Secretaria de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial del estado Miranda; Benito Irady, Presidente de la Fundación Centro de la Diversidad Cultural, Foco Nodal de Venezuela ante la UNESCO; Juan Ramón Ojeda, presidente de la Red del Patrimonio Inmaterial y Diversidad Cultural del estado Miranda; José Ángel Ramírez, Coordinador de la Red del Patrimonio y la Diversidad Cultural del estado Miranda; Lucrecia Hernández, coordinadora editorial, y el gentío que me permitió ir a molestar desde Barlovento hasta los Valles del Tuy en busca de historias y sensaciones.

A Benito Irady, a la gestión de Ernesto Villegas y su equipo y a un gentío que anda trabajando por las culturas que hemos decidido ignorar u olvidar, le debemos unas líneas aparte. Vendrán con sustancia.

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2 comentarios

Victor Ramirez 21 diciembre 2024 - 08:46

Me parece muy genial idea.. mil quatrillones de felicitaciones para usted por excelentísimo relato

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José Roberto Duque 21 diciembre 2024 - 16:43

Epa estimado, muchas gracias. Un abrazo

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