Inicio Gente palante Inventar para hacerse la vida más fácil

Inventar para hacerse la vida más fácil

Miguel Ramos fabrica artefactos artesanales a partir de preocupaciones básicas de su entorno. Con sentido de justicia, sus invenciones están puestas al servicio de la comunidad, sus amistades y su familia.

por Nelson Chávez Herrera
618 vistos

Texto y fotos Nelson Chávez Herrera

______________________

La idea de fabricar aparatos comenzó un día en que Miguel Ramos se hallaba desgranando maíz junto con su padre, y mientras este se quedó dormido, él decidió ingeniarse una desgranadora. Dos horas después, cuando el papá se despertó, le mostró su invento con orgullo. La respuesta del papá fue:

–¿Cuanto tiempo te llevó hacer esa maquina?

–Dos horas, paíto.

–En ese tiempo ya hubieras terminado de desgranar el maíz.

Era verdad. Sin embargo, Miguel sabía que la máquina iba a mejorar el rendimiento.

Foto: Roberto Ramos

Paso siguiente: sin remilgos se puso a trabajar y terminó de desgranar en un mismo día, él solo, el maíz de varias jornadas. Así probó a su papá y a su familia que la invención constituía una solución, pues la maquinita hacía, en el mismo tiempo, el trabajo de siete personas desgranando maíz (la familia entera), sin nadie hacerse ampollas en las manos, ni sufrir dolores de cintura o de riñones por sentarse en una butaca durante horas.

El talento de Miguel como inventor parece tan natural que, traído consigo desde la infancia, con el tiempo se ha hecho costumbre, hábito, algo así como una muestra humana del instinto. Las razones del porqué de sus fabricaciones se entienden mejor desde su testimonio.

¿Por qué inventaste la desgranadora?

–Por el cansancio que tenía yo en mi cuerpo, porque es mucho trabajo desgranar con la yema de los dedos, le salen a uno ampollas, lleva mucho tiempo. Entonces un amigo me comentó que con un tubito se podía hacer la desgranadora, pero yo no dependía de un teléfono con internet ni nada por el estilo, y me acosté a pensar qué podía hacer. Creo que modifiqué lo que él me dijo, pero lo logré y me dio muy buenos resultados.

Foto: Roberto Ramos

Conjuntamente con su padre, madre, hermanos, esposa, hija, Miguel vive en El Muco, una comunidad campesina ubicada en el municipio Arismendi del estado Sucre, en la parte baja de la Sierra de la Cerbatana. Zona habitada por gente sembradora de maíz, caña y cacao, de donde ha surgido desde hace algunos años la organización de productores y productoras de cacao y chocolates conocida como El Pecurero, de la que Miguel forma parte.

–Desde pequeño he roto hasta bicicletas, y después empecé con las motos. Hasta un reloj le rompí a mi papá, de esos Seiko. Estaba roto, en aquel tiempo no se mandaba a reparar, lo agarré y lo desarmé pa’ ver qué tenía, inventé arreglarlo con un alambrito, lo desarmé y lo volví a armar, pero quedó roto igual.

¿Para qué rompes las cosas?

–Pa’ aprender a construir lo que alguien diseñó en un tiempo. Yo decía que si alguien lo hizo y lo puso así, yo también lo podía hacer, porque ya estaba hecho.

Foto: Roberto Ramos

¿También inventaste un pilón?

–Ese piloncito salió a raíz de la necesidad de la pandemia, que uno no podía salir aquí a Río Caribe, no había gasolina. Lo creé con material reciclable. Alguien me dio una bombonita, un amigo me prestó un motor de 2 caballos y ya el resto fue con las cuchillas de las desmalezadoras. Un amigo mío me dio varias cuchillas y lo armé. En aquel tiempo, como uno no podía sembrar porque no llovía, la comunidad me traía bastante maíz para que lo pilara. La capacidad es muy poquita, agarra cuatro kilos, pero todo el día llega a pilar diez sacos (500 kilos). Uno industrial hace trescientos, cuatrocientos sacos.

Aunque sus inventos ya han servido a sus amigos, y a la comunidad, Miguel afirma crear para satisfacer las necesidades de su casa y hacerse la vida menos dura, precavidamente, pensando en la vejez, cuando las fuerzas naturalmente van mermando.

“Me gustaría que cuando yo llegara más adelante, las cosas fueran mas fáciles. Porque imagínate él que molía con una maquinita así, a mano (hace el gesto), no es fácil. Imagínate la ventaja de uno no estar haciendo la fuerza”.

Con esta filosofía de hacerse la vida más sencilla para él, su familia, su comunidad, además de la desgranadora, Miguel fabricó un molino eléctrico adaptándole, a un molino Corona, un motor y unas poleas.

–La mayoría de las veces la que muele es la mujer. Ella lava, plancha, cocina, atiende al muchacho, y después de salir de eso a veces tiene que ponerse media hora a moler para hacerle las arepas a uno cuando llega de trabajar. Entonces yo dije, esto no puede ser así. En cinco minutos yo puedo hacer el trabajo de media hora, y así hice el primer molino para moler el maíz de la casa. Después lo modifiqué y ahorita tengo uno que está hecho con una cadena de moto.

Llama poderosamente la atención que en la conversación con Miguel, el tema de hacerse una arepa con harina precocida, ni siquiera está planteado.

Dicen que regalaste varios molinos.

–Sí, a un amigo le hice uno y se lo regalé. También a una amiga que fue la que me prestó el motor de 220, le hice y le regalé uno. Ella había comprado el motor y yo le regalé lo demás. No he vendido ninguno de estos molinos. Lo que hecho es que se lo he regalado a los amigos, pero yo llego ahorita allá donde uno de ellos y me ponen una arepa así de este tamaño (con las manos hace la forma de una arepa gigante, rueda de camión).

¿Constantemente estás pensando en cómo resolver problemas creando cosas?

–Sí. Lo que pasa es que ahorita material reciclado en la zona no quedó para nada. Todo eso se lo llevaron los chatarreros por camiones. Ahorita usted se tropieza y se corta con una piedra, pero con un vidrio no, o con una hoja e’ lata vieja no. Eso se lo llevaron todo.

Ahora mismo su ingenio está puesto a prueba con las máquinas de procesar cacao en la red de El Pecurero, un proyecto productivo cacaotero donde Miguel comparte responsabilidades con su hermano Roberto y con más de treinta personas que producen cacao, bombones y tabletas de chocolate.

“El Pecurero es un árbol. No es tan alto ni tan viejo como un jabillo, pero es alto. No sabemos cuántos años tiene, pero pudiera tener hasta 200 años. Quisimos darle un nombre a nuestra red, lo sometimos a votación y decidimos ponerle El Pecurero”.

¿Cuánto cacao producen y procesan?

–Nosotros producimos poquito, tenemos máquinas con motorcitos de lavadora y con eso se hace el trabajo, corrijiéndole las fallas, porque esas son máquinas hechas de ya pa’ ya y vinieron con muchos desperfectos, entonces yo he tratado de irlas corrigiendo.

Autor

Compartir:

Deja un Comentario