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Chejerú, el cacao y el deslumbrante copoazú

por José Roberto Duque
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La escuela de chocolatería Chejerú, punta de lanza de un proyecto que mezcla las tecnologías ancestrales con las novedosas o renovadas, anda regando por Amazonas el conocimiento de una de sus muchas especies comestibles

Texto y fotos: José Roberto Duque

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Chejerú se llama, en la mitología piaroa o wotuja (que así llaman a este pueblo originario del lado colombiano) la hermana de Wajari o Huajari, padre creador de toda la gente piaroa y de su rica cosmogonía.

Wajari dotó de un hábitat y una sabiduría a sus criaturas o creaciones, pero “algo” le dijo que ese pueblo iba a olvidar a quién le debía los enormes favores o la bendición de la existencia, y entonces creó algo para castigarlos: la enfermedad, que les sería transmitida por el consumo de animales, y a veces incluso con sólo mirarlos.

Entonces aparece en escena Chejerú, deidad femenina que en los relatos piaroa contraría de manera bastante dramática la lógica de las religiones judeocristianas y más de una oriental: mientras en todo ese cuento que trajeron los europeos la mujer es quien embarra la labor de los patriarcas, en la tradición piaroa la gran Chejerú es quien viene a salvar gente: la compañera decidió aguarle la fiesta al todopoderoso y furioso hermano y les iluminó a los piaroa el conocimiento de las plantas para que pudieran curar sus enfermedades.

Así que Chejerú es la salvadora, aunque algunos interesados la ven como responsable de toda una historia que nos ha sido contada muy mal a los citadinos (tanto así que ha servido para múltiples estafas y descocamientos jipis), pues la divina hermana del creador expandió parte del conocimiento de las plantas con propiedades mágicas o alucinógenas (el yopo, entre otros productores de viajes metafísicos duros).

En una pared de la escuela, una foto del ancestro en labores

Quedémonos con lo esencial: Chejerú vino a sanarnos.

Miles de años transcurren…

Y he aquí que Chejerú se llama también una escuela de chocolatería en Puerto Ayacucho; la gente de Fundacite-Amazonas le ha dado un impulso tremendo a esta iniciativa, en la que, por cierto, el pueblo piaroa sigue estando presente (no es gratis ni casual el nombre, pues), ya que piaroa son mayoritariamente los productores que “arriman” la cosecha de cacao y copoazú, cuando se puede y en la medida de las posibiidades y las dificultades.

Hace un mes, durante una vuelta reporteril por las instalaciones de esa escuela, nos enteramos de unos cuentos básicos sobre su creación, reimpulso y ganas de seguir hacia el futuro. Las compañeras y compañeros que le dan vida y movimiento a la escuela recuerdan la fecha en que fue reinaugurada: 5 de octubre de 2007, luego de unos vaivenes en que se alternaron el esplendor y el abandono. 

Copoazú: especie de cacao con carácter

La dinámica se resume así: a Chejerú llevan las cosechas de cacao y copoazú desde territorios que quedan “más o menos” cerca y otros que quedan realmente lejos: desde Manapiare, Parguaza, Cataniapo y Autana llega la mayoría de la materia prima. A quien no sabe de inmensidades tal vez le resulte difícil creer que en Amazonas hay comunidades a las que se llega después de 14 días de viaje, otras a las que es imposible llegar de otra manera que no sea en avión o en helicóptero, y otras a las que sencillamente a veces es imposible llegar. De esos territorios donde todavía gobiernan la lluvia, la selva y los ríos fundacionales creados por Wajari, hay que traer el cacao y el copoazú. Y miren que los siguen trayendo.

Otra vez la enfermedad

Como para que no queden dudas de que esta experiencia es continuación o reafirmación de la misión de Chejerú en la tierra, es preciso saber y entender que el proceso de producción de chocolates se ha visto frenado por enfermedades. Otra vez Wajari saboteando. Y otra vez su hermana milagrosa haciendo la diligencia.

El copoazú (planta autóctona, familia del cacao) que están recibiendo proviene de Autana, pero el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA) detectó un hongo que ha mermado o disminuido las cosechas. Así que la gran fortaleza de la producción de estos rubros hermanos (cacao y copoazú, que se parecen pero no son exactamente lo mismo) se encuentra en este momento en Manapiare.

Con todo, el copoazú y la variedad silvestre de cacao amazónico se pierde en lo eterno de la selva, porque no es posible recogerlo todo. Lo cual no deja de ser una bendición: una fracción llega a los humanos y lo demás se reproduce y se vuelve a reproducir en un ciclo natural inacabable e incontrolable. La población de copoazú en Manapiare es admirable, aseguran los participantes en la experiencia.

La otra enfermedad que se empeñó en detener a Chejerú y a sus activadores (ya vamos a hablar de ellas y ellos) fue el Covid 19; los años de pandemia obligaron a detener las actividades, pero ya la misión y las tareas estaban echadas: Chejerú se ha propuesto enseñar los sencillos y dulces trucos del procesamiento del cacao, que son los mismos procesos del copoazú, y así lo han hecho con miles de niños y niñas, adultas y adultos de todas las edades que se acercan a mirar de cerca cómo se hace el manjar, y a participar en su hechura.

Norberto, Dairismar, Flordelis y Gardi

Las niñas y niños tienen la suerte de fabricar sus chocolates y de comérselos casi al borde del paso final del recorrido. 

“Hasta usted va a aprender”

Entonces la escuela de chocolatería da talleres de formacón. Más que fines comerciales, la escuela es un espacio de formación y de difusión de conocimientos, informa Jefferson Camejo, presidente de Fundacite Amazonas. Por aquí han desfilado niñas y niños de Semilleros Científicos, en el marco de las Rutas Científicas.

Norberto Gómez, un joven de Caicara del Orinoco que habla con orgullo de su ascendencia panare, quiso ilustrar lo agradable y fácil que es su trabajo en la escuela, y lo resumió así: “Antes de empezar a procesar el cacao y el copoazú yo trabajaba como vigilante. Me convocaron aquí para que aprendiera otro oficio y creciera personalmente, y en poco tiempo aprendí a procesar. Esto es tan fácil que ahorita mismo vamos a hacer el recorrido y usted mismo va a aprender a hacer chocolate”.

Hasta yo, sí señor.

Flordelis Velásquez trabajaba en Fundacite en labores secretariales en 2007, cuando se produjo la reinauguración, y su jefe le propuso un reto: organizar y coordinar la escuela y sus procesos. Confiesa, al igual que Norberto, que antes no tenía ni idea de cómo se producía el chocolate a partir de las semillas ancestrales. Hizo varios viajes a los lejanos municipios para aprender desde el origen, desde el lugar del nacimiento de la materia. Ahora está orgullosa de sus dotes de líder, recibiendo el apoyo de sus compañeros y mostrando junto con ellos cada uno de los pasos necesarios para convertir esas joyas de la selva en un producto de conmovedor sabor y delicadeza. Jura que su mayor debilidad es el copoazú, esa joya que abunda pero encanta como si fuera una rareza.

Dairismar Rebolledo, la más joven del grupo (nacida en 1998) también fue convocada sin que mediara ninguna experiencia previa. Y ahora habla de los procesos, ingredientes y maquinarias con una solvencia que refrescaba; Amazonas andaba en candela cuando pasamos por sus recodos (mediados de abril). Gardi Acosta, lo mismo: hija de baré y de madre indígena nacida en el lado colombiano, despliega su saber y su amabilidad con la pericia de los expertos.

El próximo salto adelante, cuenta Jefferson, será la creación o prolongación de la escuela de chocolatería pero allá mismo en Manapiare: una sede en el corazón del territorio productor de cacao y copoazú. La cosa va con apoyo de la Alianza Científico Campesina, así que habrá que estar pendientes de estas noticias.

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Epílogo: el violento sabor y la fragancia de copoazú hace palidecer a su primo lejano, el cacao. Si es posible deslumbrar a las papilas gustativas, el copoazú lo logra. Es otra dimensión del chocolate, su fase primitiva o tal vez superior. Chejerú sabe lo que le enseña a su gente.

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2 comentarios

Flordelis velasquez 16 mayo 2023 - 13:27

excelente noticia

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Jose Roberto Duque 16 mayo 2023 - 13:47

Saludos y felicitaciones por tu trabajo, Flordelis

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