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Recolectando entre cazadores

por Nancy Escalante
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Las mujeres se encargan de las labores domésticas, cuidan a sus hijos, mientras el hombre trabaja. Esta idea está presente en cualquier sitio, no importa de qué momento histórico se trate. Siempre existirá la noción de la mujer vinculada al hogar, mientras el hombre lo estará al espacio público. En la narrativa arqueológica no ha sido distinto, cuando encontramos a la mujer es en aquella división sexual del trabajo donde lo que ellas realizan no es realmente considerado trabajo.

Pareciera que en la mayoría de las sociedades las mujeres han sufrido de distintos niveles de opresión de parte del sistema y que las diferencias que existen entre hombres y mujeres han sido transformadas en desigualdades. Mucha gente pensará que es un asunto de la sociedad contemporánea, existe una visión muy romántica en la que se establece que nuestros ancestros tenían una noción más igualitaria sobre lo femenino. Sin embargo, más allá de las fantasías alimentadas desde la industria del entretenimiento, los datos arqueológicos indican que no fue así.

Desde la arqueología se ha tratado de visibilizar a las mujeres desde diferentes ámbitos de abordaje. Algunos trabajos muestran la importancia del aporte femenino en nuestras sociedades ancestrales, otros buscan explicar qué condiciones históricas hicieron posible la opresión de la mujer. Existen dos elementos centrales para enmarcar el tema de las mujeres en las sociedades prehispánicas; la primera se refiere a la mujer como productora de la fuerza de trabajo y la segunda como agente de socialización.

Imaginen por un instante qué pasaría con una sociedad donde las mujeres deciden no traer al mundo más niños y niñas, llevemos nuestra fantasía más allá y pensemos en un escenario en el cual las mujeres cambien la narrativa en la que se cría a estos niños y niñas, que los valores culturales de a poco sean otros. En este poder radica la importancia de la mujer antes, ahora y siempre.

Uno de los mecanismos a partir de los cuales se ha infravalorado el aporte de las mujeres es en el trabajo. La división sexual del trabajo existe en todas las sociedades, al menos en la mayoría.  A pesar de que los grupos separan el trabajo de los hombres y las mujeres, lo que se atribuye a uno o al otro cambia, es relativo. Así, la división sexual del trabajo es universal, pero es específica en cuanto a cada sociedad, existiendo una gran variabilidad cultural.

Es importante que entendamos que dentro de una misma sociedad se puede otorgar un valor distinto a cada ocupación, es decir, que la relación entre trabajo y género depende de valores culturales y no de diferencias biológicas entre hombres y mujeres. 

Sabemos que durante años la especie humana ha subsistido basándose en actividades como la caza, la pesca y la recolección. Sin embargo, la cacería, asociada únicamente al hombre, siempre se ha enarbolado como la actividad única y la que generó la producción de una serie de herramientas y utensilios, toda la tecnología de nuestros ancestros, en las que resaltan la punta de proyectil.

De acuerdo co los datos producidos desde la arqueología, al parecer las mujeres tenían que realizar muchas actividades en las sociedades cazadoras recolectoras. Según diferentes fuentes realizaban tareas productivas que no se limitaban sólo a la recolección, pues intervenían de variadas maneras en la preparación de las actividades consideradas propiamente masculinas, como lo es el tratamiento posterior de los bienes cazados o pescados por ellos.

Una vez concluida la caza y pesca eran las mujeres quienes debían transformar las presas obtenidas en alimentos, materias y bienes terminados. La curtiembre de pieles y cueros, una vez extraídos por los hombres, era una de las tareas femeninas, elaborando los bolsos para el acarreo de distintos objetos y de otros alimentos, así como la preparación, cocción y ahumado de las carnes. 

Las mujeres arqueólogas durante las últimas décadas han planteado que la recolección, actividad asociada a las mujeres, tenía mayor importancia que la cacería para la subsistencia de la sociedad. Así la recolección, por ser una actividad cotidiana, que no necesita tanta planificación como la cacería, que es esporádica, resultaba ser una fuente mucho más segura de recursos. En este sentido el aporte de las mujeres recolectoras fue fundamental para la existencia del grupo.

Según algunos autores tal vez la caza tenía más prestigio por ser considerada una actividad más peligrosa en la que se debían invocar fuerzas sobrenaturales, sin embargo, se ha tratado siempre de hombres calificando el trabajo de las mujeres en el marco de sus propias valoraciones culturales.

La desvalorización del trabajo, que es un proceso histórico, y que se ha mantenido hasta nuestros días (echemos un vistazo al no reconocimiento del trabajo doméstico, que es fundamental para el sostén de la sociedad) lleva consigo toda una serie de concepciones sobre la mujer, su papel, sus aportes, y está condicionado por una serie de normas culturales aceptadas y justificadas por toda la sociedad.  

Resulta inevitable no visibilizar las señales femeninas que existen ahora y han existido siempre en nuestros yacimientos arqueológicos, es imposible seguir pensando sobre nuestros ancestros relatando sólo una parte. Aunque en el discurso académico resulta un tanto peligroso tratar de explicar nuestras sociedades prehispánicas desde los marcos culturales que nos impone el sistema actual, es claro que parte de nuestra realidad sólo puede ser comprendida desde el conocimiento sobre como vivián nuestras sociedades ancestrales. Especialmente porque la subvaloración del trabajo femenino en oposición al masculino en estas sociedades, parece haber sido una de las fuentes fundamentales para la generación de los estereotipos sobre las mujeres.

Nuestro país gana cada vez que alguien entiende parte de sus condiciones históricas y cómo lo determinan, a la luz del conocimiento de como vivían sus ancestros. Nuestras vidas no son tan alejadas de como fuimos. 

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