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Volviendo al origen 

por Penélope Toro León
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Fue hace ya como diez, o catorce o tal vez más años, que comencé a militar en el eco-feminismo socialista y popular en la ciudad de Mérida. Todos los sustantivos, antes y después del término “feminismo”, imprescindibles.

Me incorporé a la única organización de esta índole que existía en la ciudad para el momento: El Movimiento de Mujeres de Mérida (MMM). En aquellas reuniones de los miércoles a las dos p.m., en la Casa de los Trabajadores Carlos Marx, me inicié con Carmen Teresa García, quien rescata este movimiento de las profundidades del olvido de la década del 60, en cuya época, las mujeres fundadoras del mismo eran militantes del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), partido político en la clandestinidad.

También fue mi mentora Kristy Morales, quien a su vez fue formada desde muy jovencita en Lara, por la muy conocida organización Mujeres por la Vida. Eran compañeras Aída Gutiérrez, María Teresa Vielma, Nahir Monsalve, Teresita Carreño y Magally Peña; estas dos últimas desafortunadamente ya partieron. Nahir, Kristy y yo éramos las más jóvenes de esta camada, pero andaban por ahí purpurando tres chicas aún más jojotas, la generación de relevo: Carolina Santiago, Mariana García y Vanessa Rosales, quienes se juntarían luego para formar movimientos feministas diversos y de vanguardia.

MMM suena como a siglas de una organización de inteligencia de alguna novela policíaca de ficción. También coincide con las siglas de la Marcha Mundial de las Mujeres, movimiento internacional del que ya quisiera yo formar parte. Éramos mujeres, algunas con más carne que hueso -a mucha honra-, de una apartada y olvidada provincia del país como ha sido siempre Mérida. Dos generaciones, la mayoría sobrevivientes de violencia de género y a quienes nos hervía la sangre por hacer saber, a la conservadora comunidad merideña, que existía algo como los micro-machismos, los tipos de violencia específica basadas en género (VBG) y que el colonialismo estaba íntimamente ligado a algo llamado patriarcado.

Los debates de las reuniones, acaso difíciles de digerir para nosotras mismas, eran, por ende, chino avanzado para el resto del mundo. Todo discurría muy rápidamente. Nosotras nos sentíamos aisladas en aquellas montañas donde la godarria se había enquistado hacía 500 años, en una ciudad fundada por curas. Hasta que un bienaventurado día nos unimos a la Red de Movimientos Feministas La Araña Feminista. Fuimos entonces parte de la gloriosa marea violeta, allá en por los años 2013 – 2014. Encuentros, congresos, intensas jornadas de trabajo en las que participaban movimientos de mujeres de todo el país, nos enriquecieron siendo constructoras activas de lo que hoy es la evolución del movimiento eco-feminismo socialista y popular nuestroamericano. 

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En una de esas andanzas, con el ímpetu de las muchachas y a propósito de la creciente oleada de femicidios en el mundo, nos montamos en una actividad de agitación de calle. Ebullía el recién acuñado término en todo el mundo hispanoparlante. España, Colombia y México eran los países más mencionados, pero nosotras sabíamos que el mutismo mediático y la falta de estadísticas confiables silenciaban los casos en toda la región, sobre todo en Venezuela.

Tomamos un espacio de la Plaza Bolívar, justo en la boca de las sedes de las instituciones del Estado y entre dos varillas tranzamos unas cuerdas. En ellas colgamos prendas de ropa interior femenina hechas de foami en las que escribimos con marcador las consignas: #NiUnaMenos #VivasNosQueremos, entre otras. Eran frases que nadie comprendía. Transeúntes pasaban y arrugaban el ceño. Sacar al sol los trapos sucios que la sociedad patriarcal quiere ocultar era una idea que se replicaba en tomas de calle feministas de todo el continente.

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Una columna con esta connotación y con intención pedagógica en materia de feminismo, en un sitio web como La Inventadera, creado principalmente para la difusión de la innovación científico tecnológica; en principio se perfila como todo un reto o -pudiera pensarse-, halado por las greñas. Sin embargo, para un espacio que fomenta la crítica ante el modelo capitalista, es una excelente oportunidad para realizar el ejercicio de debatir las relaciones entre colonialismo, patriarcado y capitalismo. Acaso escudriñar el tema a luz de una lámpara ultravioleta, entendiendo que todos y todas estamos remando para el mismo lado, tratando de buscar por dónde nos jodieron y nos siguen jodiendo. 

Que el capitalismo es necesariamente patriarcal es una proposición que está siendo cada vez más aceptada. La ONU ha establecido que el patriarcado es “pancultural”, es decir, que existe en todas las civilizaciones a escala global y sus lógicas (ilógicas) afectan a la sociedad como un todo, no sólo a las mujeres. De más está decir que el modelo civilizatorio capitalista también está en todos lados. A esto es lo que llaman “globalización”. 

El eco-feminismo es un hecho que se encuentra en el centro del debate de la decolonialidad, el sentipensar nuestroemericano o las nuevas epistemologías, como quiera llamársele. Sin embargo, considero que el feminismo y sus bemoles debe admitir crítica y autocrítica, abrirse, hacer extensivo y comprensible su discurso. Establecer un diálogo llano con toda esa gente que está remando pal mismo lado, pero que al no comprender (nos), puedan creer que las feministas andamos moviendo el timón hacia otra parte. Es hora de agitar las colas de sirena en la mar de discursos en un momento de reafirmación del Abya Yala, tras largos años de colonialismo.

¿Por qué todos estos prefijos y adjetivos (“eco”, “socialista”, “popular”) son inapelables para nosotras? El discurso feminista es necesariamente pro igualdad y equidad en derechos y deberes de todas las personas y en los derechos de todos los seres vivos, incluyendo la Madre Tierra. El feminismo está en contra de toda guerra, actitud guerrerista y de destrucción. Es anticlasista, anticapitalista, anticolonialista y antiimperialista. Si alguien dice ser feminista y no es todo esto, entonces no le crea. Así de simple. 

El desconocimiento de estas premisas hacen que muchas personas consideren que el feminismo busca una especie de supremacía de un género sobre el otro. Es un error y no negamos que exista, pero no es un movimiento político, sino posturas aisladas denominadas “hembrismo”. O como me dijo un tipo una vez: “ustedes las feministas lo que quieren es su cuota de poder”, admitiendo en primera instancia, que los hombres detentan mayor poder que las mujeres en esta sociedad. Y dos, la suposición de una especie de actitud revanchista de nuestra parte. Ninguna de las anteriores.

Un poco la intención de esta columna es hacer digeribles nuestras propuestas, nuestro discurso político, entendiendo que una de las críticas frecuentes es la relacionada con lo que algunas personas llaman “el lenguaje categorial”. Es decir, el uso de términos o categorías que hacen referencia a un fenómeno, que, si bien es conocido y manejado por un grupo de personas, la colectividad general no tiene por qué comprenderlo, puesto que no es su especialidad. Más o menos lo mismo que ocurre con el lenguaje científico. Ejemplos de ello son el mismo femicidio y/o feminicidio (que no son lo mismo), doble y triple jornada, micromachismos, despatriarcalización, sistema de cuidados, etcétera.

En las próximas entregas estaré abordando algunos de estos conceptos y sus debates.

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1 comentario

Lucia Fortunatha Alvarez 4 noviembre 2023 - 17:48

¡Gracias Penelope por tu expresión clara y bien articulada!
Sobre FEMICIDIO Y FEMINICIDIO no se si es asunto de mera preferencia por las palabras… Mi tendencia sería – con el dolor y la vergüenza ajena por lo que significa- mujercidio. No se si son de México quienes definidamente adoptan «Feminicidio» y rechazan el otro término más corto de «Femicidio».
Para mi es tan atroz lo que estamos presenciando de tan altas cifras de muertes de mujeres a manos de hombres, que amerita tres días de retiro en silencio para luego escribir desde lo más humano y con Visión Clara lo que hay que decir.

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