Hace poco me correspondió escribir sobre Svalbard, un archipiélago de islas que se encuentran bajo la soberanía del Reino de Noruega y están ubicadas al norte de Europa en el Círculo Polar Ártico. La razón de escribir sobre este lugar tan remoto y poco poblado (a manera de curiosidad, hay más osos polares que personas, más de 3000 de estos carnívoros contra unos 2900 humanos) es que en su isla principal de Spitsbergen y a pocos kilómetros de su capital Longyearbyen, se encuentra el banco mundial de semillas conocido popularmente como la “Bóveda del fin del mundo”, nombre que hace referencia al hecho de que en casos extremos como catástrofes ambientales, guerras o incluso la caída de un gran meteorito, los sobrevivientes pueden tener acceso a semillas de cultivos y recuperar la seguridad agroalimentaria global.
A pesar de su lejanía en este curioso lugar existen varias formas de turismo que van desde ir a ver “de cerca” los osos polares y otras especies de fauna presentes, contemplar las auroras boreales, y conocer el banco de semillas.
Sólo en una ocasión en el año 2015, una institución recurrió al Banco Mundial de Semillas de Svalbard para reponer el germoplasma necesario para garantizar los cultivos de la población. Se trató del Centro Internacional de Investigación Agrícola en Regiones Áridas (ICARDA, por sus siglas en inglés), ya que su sede en Alepo, la capital siria, como consecuencia de la guerra promovida por Estados Unidos y sus aliados en el país árabe, este instituto de investigación resultó casi destruido.
Por fortuna una representación de las 148 mil variedades de interés agrícola del ICARDA se encontraba en resguardo en Svalbard, y una fracción de este respaldo sirvió para la recuperación del Instituto y de las cosechas de Siria y su pueblo para afrontar los desmanes de la guerra.
Desde este mismo espacio también alertamos en la ocasión anterior sobre las terribles consecuencias ambientales del uso de armas nucleares en un conflicto como el que actualmente se desarrolla en Medio Oriente, con el genocidio sionista en la Franja de Gaza, los enfrentamientos en el Mar Rojo y las tensiones entre Israel e Irán.
En este orden de ideas para nutrir una entrevista sobre cine apocalíptico y post apocalíptica, me recomendaron una serie basada en un video juego que lleva por nombre “Fallout” emitida este 2024 por Estudios Amazon. La trama: una vez más un escenario post apocalíptico donde en los años 50 entre Estados Unidos y la Unión Soviética ocurre una guerra nuclear, luego 200 años después existe una serie de conflictos entre los descendientes de los habitantes de los refugios nucleares y los sobrevivientes de la superficie. Más allá de la gran calidad técnica de este tipo de productos audiovisuales, nos preocupa su mensaje, ¿Todo conduce al fin del mundo? ¿Será que podemos hablar del inicio o continuación del mundo?
Según la cosmovisión del pueblo Maya, Kukulkán dios serpiente emplumada junto a Tepeu dirigieron la creación del hombre utilizando maíz amarillo y madera para dar forma al ser humano y para su sangre tomaron el maíz rojo. Por esto dentro de este sistema de creencias, el hombre proviene del maíz y podemos decir entonces que una semilla es el origen o inicio de nuestro mundo. Estas formas de ver el mundo y su origen como una semilla, es respaldada por la ciencia, en los animales el encuentro de los gametos femenino y masculino conducen a la formación del cigoto, que es nuestro punto de partida biológico. Y toda forma de materia y energía en el universo, vino hace unos 13.700 millones de años de un solo punto, el Big Bang, la semilla del todo.
El lenguaje es una herramienta poderosa a la hora de construir nuestra relación con aquello que nos rodea, por eso en lugar de vivir bajo la expectativa de la llegada del fin del mundo, lo más sabio sería sentarnos y clamar por la continuación del mundo, en todo caso, abrazar los inicios y la esperanza.
El filósofo Noam Chomsky nos orienta en este sentido, “Si asumes que no hay esperanza, garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que hay un instinto hacia la libertad, que hay oportunidad para cambiar las cosas, entonces hay una opción de que puedas contribuir a hacer un mundo mejor. Esta es tu alternativa.”
Escuchando a Chomsky nos quedan muchas cosas que hacer como sembrar un huerto o un árbol, esa es una manera de construir esperanza. Para los padres y madres, ver crecer a sus hijos es el comienzo del mundo. Para los maestros y docentes, ver a su nueva cohorte con todo el potencial de ser futuros hombres y mujeres, que harán importantes contribuciones a la sociedad, es ver su labor en cada uno de sus rostros, o para quienes se dedican a adoptar y criar animales abandonados, ver su imagen reflejada en sus ojos es el punto de partida de algo mejor. Entonces el único camino posible, es el que abraza a la esperanza y a seguir regando la semilla del mundo nuevo justo y a favor del hombre y la naturaleza como un todo.