Inicio Opinión y análisis Pistas sobre la transición “verde” de los ricos: ¿descarbonizar la electricidad? (II)

Pistas sobre la transición “verde” de los ricos: ¿descarbonizar la electricidad? (II)

por Éder Peña
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Éder Peña | Como la vida misma

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La transición “verde”, tal como se plantea desde las élites económicas, parte de la pretensión de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) quemando menos combustibles fósiles. Mediante ello, que suena fácil, se lograría revertir el calentamiento global y mitigar la crisis climática en proceso.

Precisamente, lo de “descarbonizar” apunta a esto, pero otra variable asociada a dicha reducción es el agotamiento de la energía fósil. Cada vez es más difícil extraer petróleo, lo que también explica parcialmente la presión interminable de las élites económicas globales sobre Venezuela.

Toda actividad económica depende de tener suficiente energía disponible y es estrecha la correlación entre el uso de energía y el Producto Interno Bruto (PIB). Sin embargo, algunos gobiernos y corporaciones del Norte Global han planteado una teoría del “crecimiento verde” en el que seguirán la expansión económica y la concentración de bienes materiales también.

Dicho crecimiento no sería bajo la forma actual sino que avanzaría de manera compatible con los patrones y procesos ecológicos de nuestro planeta, ya que el cambio y la sustitución de tecnologías permitirían desacoplar absolutamente el crecimiento del PIB del uso de recursos y las emisiones de carbono.

Para ello, estos mismos gobiernos y corporaciones han encaminado acciones hacia el aumento de la producción de electricidad, una forma de energía que, aparentemente, produce menos emisiones de GEI. Sin embargo, al analizar los ciclos de vida y cadenas de suministro implicados en la producción de electricidad aparecen evidencias que sugieren una narrativa engañosa.

En principio, la energía eólica y solar son fuentes intermitentes de energía eléctrica y es necesario contar con estrategias de almacenamiento sólidas para garantizar que puedan cubrir las demandas actuales.

La energía hidroeléctrica, que también es considerada renovable, abastece cerca del 16% de la demanda global. Pero Venezuela es un ejemplo de algunas de sus limitaciones, gran parte de la problemática eléctrica venezolana tiene que ver con que la infraestructura está alineada a la Central Hidroeléctrica “Simón Bolívar” (Guri). Aunque se trata de una fuente eléctrica sostenible, es demasiado “centralizada”, por lo que el sistema eléctrico nacional es ayudado con fuentes fósiles (centrales termoeléctricas) en los lugares más alejados de la represa.

Las represas ya constituyen un problema en la región amazónica, según un análisis profundo realizado por más de 30 científicos a los gases de la Amazonía, su presencia acompaña a las inundaciones periódicas como factores que incrementan la liberación de metano. Este gas es entre 28 y 86 veces más potente como GEI que el CO2. Como la ganadería, estas reservas hídricas y energéticas forman parte de las principales razones para deforestar.

Las redes eléctricas, por cierto, son parte fundamental de la transición “verde”. La Agencia Internacional de Energía (AIE) ha calculado que la red eléctrica mundial requerirá agregar o reemplazar 80 millones de kilómetros de líneas de transmisión para que, en 2040, se puedan “cumplir los objetivos climáticos y respaldar la seguridad energética”. Esto implica reponer todo el sistema eléctrico global con una inversión de 600 mil millones de dólares.

Hay más datos:

  • La Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA) espera que la generación mundial de energías renovables se cuadruplique, de 3.388 a 14.347 teravatios-hora (TWh) para 2050, lo que representa el 34% de la energía eléctrica.
  • La apuesta sube: La AIE proyecta que la generación eólica y solar se multiplicará por 8,5, de 3.416 a 29.021 TWh para 2050, lo que representará el 54% de la energía eléctrica.
  • La EIA dice que, en 2022, la capacidad de almacenamiento de baterías era de 52 gigavatios (GW), menos del 1% de la capacidad energética mundial. Para 2050, proyectan que aumentará a entre 625 GW y 1.507 GW en todos los casos, lo que escasamente representa entre el 4% y el 9% de la capacidad de energía global.
  • Un análisis del MIT indica que podrían producirse cuellos de botella a corto plazo en el suministro de algunos metales, en particular litio y cobalto, que podrían ralentizar la producción de baterías de iones de litio.
  • Las emisiones mundiales de CO2, procedentes de la generación de energía eléctrica, están aumentando aproximadamente un 1% anual, mientras la generación de energía representa aproximadamente el 38% de las emisiones globales.

La descarbonización en Estados Unidos no ha sido un evento radical, tampoco es que esa posibilidad exista, por lo menos, bajo un régimen energívoro como la ecología-mundo que ha dispuesto el capitalismo. Un tercio de las menores emisiones de carbono en Estados Unidos se debe al cambio del carbón al gas natural (más barato), mientras las energías eólica y solar han contribuido a la reducción de emisiones en 19% y 4%, respectivamente. Antes que “descarbonizar” se ha “transcarbonizado”, si se permite el término.

Se prevé que las emisiones de CO2 derivadas de la energía eléctrica aumenten en un 5% para 2050. El carbón mineral, combustible altamente contaminante, aportará 590 millones de toneladas métricas (TM), el gas natural aumentará 450 millones de TM y las emisiones de combustibles líquidos disminuirían en 424 millones de TM.

La generación de energía eléctrica eólica y solar se habrá cuadruplicado para 2050, porque la opción de reducir el consumo energético no está planteada sino para el Sur Global, eso sí. Se espera que las emisiones mundiales de carbono aumenten a medida que la generación total aumente 14 gigavatios/hora (GWh). Aunque las emisiones provenientes de la energía eléctrica aumentarán 600 millones de toneladas (5%), caerán como porcentaje de las emisiones totales del 35% en 2023 al 32% en 2050.

La realidad es que más del 80% de la generación actual de energía primaria proviene de combustibles fósiles y que los países de la OCDE (37 en total) consumieron casi el 45% del suministro mundial de petróleo en 2023.

Si se intentara cambiar toda la matriz energética a eléctrica y generar energía a partir de fuentes como la nuclear, hidráulica, eólica, solar, geotérmica, mareomotriz y undimotriz (movida por olas), entonces no habría suficientes metales ni para los cables ni para las baterías.

El aumento en la generación de energías “renovables” impactaría, no solo a lo largo de todas sus cadenas de suministro energético (mayormente fósil), sino en la producción minera. Por ejemplo, se requerirían 250 años de producción anual de cobre para el alambre y 4 mil veces la producción anual de litio.

¿Cuántas fuentes de agua, bosques, pueblos y otros socioecosistemas habría que arrasar solo para reducir la extracción de metales críticos en nombre de la reducción de emisiones?

Existe un solo patrón de desarrollo que, en nombre de la globalización, ha estandarizado los estilos de desarrollo y ha alineado la vida a los intereses corporativos. La transición “verde” está siendo decretada como lo ha sido el crecimiento hasta la actualidad: de manera autoritaria, transnacional y mercantilista.

Se trata de un modelo que va como un tren sin frenos, que no cuestiona la productividad. Esta permanece como una trampa porque producir energía cuesta cada vez más energía (no, no se trata de un error de tipeo, será el tema próximo)

Hay evidencias claras de que el desacoplamiento de las emisiones de carbono no será lo suficientemente rápido, ni siquiera en las condiciones políticas óptimas. Es un mito lo de descarbonizar produciendo de la misma manera, mucho más cuando se quiere crecer al estilo “verde”.

Desenmascarar y problematizar la racionalidad de la ganancia, la concentración de la riqueza, y el modelo de competencia es fundamental para desmitificar la economía y hacer que confluyan el equilibrio y la equidad en nuestra especie, como la vida misma.

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