Aldemaro Barrios / Fotos Nathan Ramírez
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En la búsqueda de los lutieres de la bandola de Guaribe nos encontramos con bosques de esperanzas, las fuentes de la hechura de un instrumento melódico armónico cuya técnica constructiva e interpretativa cobró personalidad propia desde que Juan Esteban García, el músico de Los Cantiles, y Alejandro Arzola Parariá, el luthier de La Tomuza, se pusieron de acuerdo, como primos hermanos que eran, para generar un instrumento musical de maderas nobles y de notable sonoridad.
Así lo entendió Manuel Espinoza, el pintor de ocasos unareños y guariberos, Viceministro de Cultura entre 2000 y 2003, cuando percibió la necesidad de formar una escuela de luthier y prolongar el conocimiento del maestro Parariá a través de la destrezas oficiosas del músico y luthier Fernando Millán, más margariteño que su apellido, para formar una nueva generación de constructores de esa bandola guaribera.
Esta historia se complejizó cuando se presentó el reto de recuperar bosques maderables de oficio para que los luthiers de ahí y de más allá tuvieran la materia prima para construir, más que fabricar, las arquitecturas musicales de cuatros, bandolas y guitarras. Nada tienen que envidiarles estas obras maestras a las creadas por las escuelas andaluzas del antiguo laud árabe, tatarabuelo de la bandola guaribera, del maestro, músico y luthier iraquí Abul Hassan Ali ibn Nafi, alias Ziryab o el Pájaro Negro, como solían decirle sus discípulos y su protector el Emir del sur de España Abderramán II en el año 1000 después de Cristo.

La historia de un bosque
Desde que esa sub-región se pobló con habitantes originarios y luego con colonos nacionales huyendo de la Guerra Federal después de la segunda mitad del siglo XIX, el fomento de la ganadería extensiva, fue desplazando año tras año los bosques indígenas, según la clasificación de los botánicos John Weaver y Frederic Clements en su libro “Ecología Vegetal de 1947.
Miles de hectáreas de montañas de cedro amargo, cedro dulce, acapro, pardillo y cartán entre otros árboles maderables, fueron talados y usados para la construcción de viviendas, fabricación de muebles, utensilios domésticos desde el pilón hasta las cucharas de madera y para fortalecer corrales ganaderos, pero sobre todo para construir los instrumentos del ocio recreativo: la música. La frontera boscosa fue reducida para dar paso a la expansión de pastizales de la pecuaria extensiva.
Pocos se ocuparon de pensar en la recuperación de las áreas forestales para el aprovechamiento futuro de estos árboles mediante la reproducción planificada, lo que los botánicos antes mencionados llamaron acertadamente las comunidades vegetales de bosques ordenados: “Desde la primera colonización de América los agricultores han tenido la costumbre de juzgar la calidad del campo por los árboles que crecen en él” (Weaver, Clements p.514).

Esos saberes populares que han pasado vía memoria oral de generación en generación pueden fortalecer la recuperación forestal mediante la aplicación de técnicas y tecnología ecológicas modernas que potencien los aportes de la memoria oral campesina, pero sobre todo el hábitat natural y la relación hombre-ambiente, tal y como lo señaló el profesor Ramón Tovar, notable geógrafo venezolano, al describir “la relación compleja y polifacética de la acción recíproca entre el hombre, la sociedad y el medio ambiente”.
Angelina Parés, heroína ecológica
Hace diez años visitamos Valle de Guanape en el oeste de Anzoátegui, buscando la palma de las siete guías y en ese valle nos encontramos con Angelina Parés, una dama de hablar pausado propio de las vegueras (las que habitan y viven en las vegas de los ríos) quien tenía un vivero de plantas abundante y frondoso, nos mostró su jardín de bonsai y de flores tropicales. Pero mayor fue la sorpresa cuando nos invitó al traspatio de su casa donde tenía un enorme bosque tupido y alto de caobas ya en etapa madura, una impresionante foresta que se nutría del freático del río Guanape.
Desafortunadamente la señora Angelina falleció en 2019, pero le sobrevivieron sus hijos, nietas y nietos y su bosque de caobas, como testigos de su vocación ecologista, que a pesar de las adversidades hoy mantienen vigilancia sobre su creación, aunque solo queda parte de aquella foresta frondosa de caobos.

“El Paraíso” llamó a su estancia la señora Angelina; todavía está la tablilla que identifica el lugar. Nos recibió su hijo Juan Guillermo Echenagucia Parés (68) y las nietas de doña Angelina Parés López.
Ya no estaba el jardín de bonsai y de flores, solo quedan algunos porrones, un gigante samán de recuerdo, nieto del que habita en Güere, pero aún estaba el bosque de caobos lesionado de invasiones y dividido en parcelas donde todavía se reproduce un vivero espontáneo de las semillas de las caobas que caen al suelo fértil y húmedo que cultivó Doña Angelina.
Juan Guillermo relata: “Mi mamá fue una gran ecologista, eso lo heredó de mi abuela Paquita López de Parés, que era una amante de las flores y las matas. Este bosque se fundó el año 1970 cuando nos vinimos de la parte media del pueblo, mamá compró cuatro hectáreas de terreno aquí y el bosque se creó inicialmente con 500 arbolitos, 300 de caoba y 200 de cedro amargo, lo sembré yo con mi hermano por orden de mi madre”.

Al ver el bosque y no observar los cedros, le pregunté por ellos y un prolongado silencio de Juan Guillermo advirtió de una historia dramática.
“Ya no están los cedros por un destino triste porque ‘ahí se revolvió candela y gasolina’ por el asunto de las invasiones, aserraban las bases de las matas, le prendían candela a las patas de los cedros y los doscientos cedros amargos se fueron secando…”. Fue una acción criminal encubierta para provocar la desaparición de estos árboles que están en veda y para que los invasores, con mayor facilidad, ocuparan los terrenos tenían que desaparecer los cedros, esto para no entrar en conflicto con las autoridades protectoras del ambiente.
Echenagucia Parés describe cómo se inició el proyecto del bosque de cedros y caobas, por cuanto el propósito de la señora Angelina Parés era conservar un bosque como plan piloto para continuar la reproducción de estos árboles y fomentar el cultivo de maderables para uso de las siguientes generaciones de familias.

“Cuando estos arbolitos se trajeron en bolsitas desde los viveros del Ministerio de Agricultura y Cría en Maracay en1970, venían certificados para explotación agrícola maderera, en su momento las leyes eran distintas, la situación era diferente, no habían decretado la veda de estas especies, porque en realidad hubo una depredación en las zonas montañosas y boscosas que fueron gravemente afectadas”. Así lo certifican los datos del Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables cuando entre 1982 y 1993 hubo un total de 151.319 hectáreas deforestadas a una tasa anual de 11.640 hectáreas por año, solo en el estado Anzoátegui. “Tuvimos que parcelar y cercar ante las amenazas de invasiones que incluso derivaron en el asesinato de un obrero de mi hermano, una tragedia”, relata Juan Guillermo.
Sobre el parcelado bosque de caobas, ahora dividido por cercas, a esta familia de ecologistas no le quedó otra opción que vender las bienhechurías e “indicarles a los compradores que no podían cortar los árboles por razones ecológicas y legales por cuanto la caoba está en veda y es prohibido cortarlas”, señaló Juan Guillermo.

A pesar de estas aflicciones sentidas, Juan explicó las técnicas que usaron cuando sembraron las plántulas y luego el mantenimiento constante del bosque: “Fueron sembrados con la práctica de tribolillo, que permite alinear las plantas de manera ordenada, y al cumplir los cinco primeros años se le hicieron surcos muy finos en su corteza con un cuchillo embadurnado en ceniza para que crecieran bien y verticales, sin nudos. Durante los primeros diez años nos dedicamos a evitar las plagas que afectan el crecimiento de los árboles, hubo que luchar contra los bachacos que son sus principales enemigos cuando están pequeños, ya después de diez años ellos son fuertes y tan altos como de profundas sus raíces, y como aquí el nivel freático es favorable, les dio la ventaja de desarrollarse bien”.

El sueño realizado de Angelina Parés no ha terminado , muchas de sus caobas siguen en pie a pesar de estar apresadas por cercas, sus bulbos preñados de semillas caen al suelo fértil hasta que se permita un proyecto de recuperación forestal, se prolongue y alcance la dimensión que ella idealizó.
De acuerdo a los operadores del Ministerio de Agricultura y Tierras en el municipio San José de Guaribe en Guárico, la Misión Árbol del Ministerio de Ecosocialismo han disminuido las actividades de este programa en la zona, pero ciertamente hay un control de extracción de maderas por parte de la Guardia Nacional, lo que ha neutralizado la progresiva devastación forestal de años anteriores.

3 comentarios
Aprovecho el espacio para desearte un provechoso 2025, amigo Aldemaro.
Debo ir a Caracas pronto, el 2024 no fue muy agradable por muchas razones,entre ellas la partida de mi esposa producto de un infarto masivo.
El próximo primero de febrero, día de fundación de Calabozo, ya con 301 años de vida, presentaré mi libro titulado Calabozo, cuyo subtítulo es episodios-entornos- perfiles.
Te reservaré un ejemplar.
Como siempre, hay cosas nuevas que complementan las ya históricas conocidas en sus 288 páginas.
Dámele un saludo a Jorge Berrueta, a quien ahora lo tienes cerquita y es Señor Feudal de la Biblioteca Nacional. También a nuestro embajador en Méjico, que ya debe haberse aprendido unas cuantas rancheras.
Nos vemos, apreciado amigo.
Muy interesante e instructivo.
Indispensable mantener informaciones de calidad y este artículo es ejemplo a seguir.
Muy interesante e instructivo. Indispensable mantener informaciones de calidad y este artículo es ejemplo a seguir.