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Venezuela: la agenda rota gringa

por Fredy Muñoz Altamiranda
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Fredy Muñoz Altamiranda  | Cambur verde mancha

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La obsesión de los Estados Unidos con el petróleo venezolano muestra las costuras de su fracaso.

Antes de su retiro de la vida pública, Jimmy Carter dijo que su país había perdido la segunda mitad del siglo XX en guerras pírricas.

Dedicaron todo su capital financiero y humano a la construcción de una agenda del sometimiento, que hoy se estrella contra el multilateralismo.

Mientras China reinterpretó su realidad y construyó la red de ferrocarriles de alta velocidad más grande y eficiente del mundo, los Estados Unidos fracasaron en Vietnam, Corea, Afganistán, Libia, Siria, Palestina, y lo siguen haciendo en Ucrania.

Los trenes le dieron coherencia al sistema productivo chino, proveyeron de mano de obra joven a sus mega ciudades y desarrollaron grandes núcleos endógenos, financieros y tecnológicos, sin echarle un tiro a nadie.

¿Se habrán dado cuenta los gringos en algún momento de que su máquina de propaganda barata, torpe y calumniadora está haciendo el ridículo desde hace un par de generaciones? Hollywood es ya entretenimiento de tercera, y sus grandes agencias de información tendenciosa son fábricas de salchichas baratas.

La agenda de la energía verde la ganó China. De aquel lado del mundo hay ciudades enteras con emisión CO2 cero, transporte cien por ciento eléctrico alimentado desde las granjas solares más grandes del planeta, en el desierto de Gobi.

El mismo desierto de Gobi pronto dejará de llamarse así, porque su reforestación avanza a razón de tres millones de hectáreas por año, y donde antes hubo una estepa amarillenta e improductiva, avanza un bosque de una increíble diversidad ecológica.

El fracaso gringo es tan estrepitoso que su política exterior ha decidido apartarse de los compromisos políticos, ambientales y económicos con la energías solar y eólica, para volver a la primitiva agenda de apropiación de los nichos de hidrocarburos, diseñada por los abuelitos Rockefeller.

Por esa razón es que vemos a las Fuerzas Armadas más grandes del planeta robándose el petróleo de los campos sirios de Deir Ezzor.

Por eso es que el Pentágono insiste en mantener en Irak bases militares construidas sobre los antiguos pozos de petróleo, y rodeadas del odio mortal de los iraquíes.

Por aire, por el mar, en aviones cisternas, en convoyes marinos, de cualquier forma, los Estados Unidos llevan a sus tanques de reserva todo el petróleo que pueden robarle al mundo.

Como en el momento supremo de una debacle, los gringos corren a salvar su economía fosilizada, de los años de multilateralismo que vienen.

Hace veinte años ellos mismo auguraron un siglo XXI de autos eléctricos. Hicieron propaganda sobre la desaparición del “sucio overall” de los mecánicos del pasado y el estruendo primitivo de los autobuses a diesel.

Por eso le permitieron a tarados funcionales como Elon Musk encabezar sus prioridades económicas de entonces: la industria del Litio y de las energías verdes.

Pero hoy las cuentas no alcanzan, Tesla ha quebrado y a Musk le han encargado saquear petróleo a punta de fakenews.

Desmontar la enorme y paquidérmica economía de la especulación petrolera, del lavado de dinero de las mafias de la droga, de la gran estafa del mundo bursátil, ya no es posible. Hay que alimentarla con todo hasta que estalle de cualquier forma.

Las teorías del caos, del tecno feudalismo y de llevar al fascismo al poder, pero sin tomarse el poder, están en plena ejecución, y su centro hoy es Venezuela.

Romper la agenda de las energías verdes significa para los Estados Unidos, avanzar contra Venezuela tal y como avanzaron contra Ucrania desde el Maidán.

Con el poder tecnológico de la comunicación en cabeza de artificios como Zuckerberg y Musk, con la política en manos de tristes lacayos otoñales, con su aparato de guerra refinanciado por la aventura otanista en Ucrania, los Estados Unidos han salido a revivir los tiempos interbélicos del nacimiento del fascismo en los años treinta del siglo XX.

La reserva de gas y de petróleo que tiene Venezuela en sus costas y territorios interiores, es su más clara obsesión. Esta coyuntura de intentonas ha sido sólo el comienzo.

El Departamento de Estado gringo le apuesta a la guerra civil como semilla del caos que necesitan para imponer su presencia de pacifistas y demócratas desteñidos, justo en la península de Paraguaná, donde los mismos despistados que salgan a darles la bienvenida, estarán diez años después tirando piedras contra los acorazados inmóviles en las radas.

La agenda gringa está rota, y restaurarla pasa por volver a ver los campos petroleros del Lago de Maracaibo poblados con la insignia colorida de los Rockefeller, tal y como fue hace un siglo.

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Periodista, investigador y agroecólogo

2 comentarios

Javier Orozco Peñaranda 9 septiembre 2024 - 11:47

Así es. La vieja Europa tampoco alcanza en su servilismo a sacar la mula sucia del pantano y se deja arrastrar al charco de sangre que impone la OTAN para oxigenarla. Sin embargo el imperio no caerá solo y sus sepultureros ya nacieron en Nuestra América.

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Fredy 14 septiembre 2024 - 08:02

Su caída es inevitable!

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