Soriana Durán / Fotos Abraxas Iribarren
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Hace más de 8 mil años, en Mesopotamia, el ser humano fue testigo de una escena tan cruel como fascinante. En la quietud del valle, una sombra atravesó el cielo como una flecha y en un instante se posó sobre un ganso. Sus garras se clavaron en la carne de la presa y la arrastró consigo, perdiéndose en las alturas y dejando atrás un espasmo de plumas y silencio. En el suelo quedó esa persona que lo vio todo, haciéndose cada vez más pequeña mientras el halcón se alzaba cientos de metros por encima de su cabeza.
Esa interacción, aunque fugaz, pudo desencadenar el proceso que cambiaría paradigmas de supervivencia para nuestra especie en aquellos tiempos difíciles, porque el humano comenzaría a amaestrar aves rapaces para garantizar su sustento, convirtiéndolas en armas de caza leales y efectivas.


Siglos después, en el Asia Oriental de hace 6 mil años, se harían los primeros registros literarios y pictóricos del vínculo entre humanos y aves de presa. A partir de este punto, la cetrería (que así se llama este oficio) empezaría a definirse como una práctica sistemática. Entre grupos nómadas, como el pueblo mongol, la cetrería era bastante extendida. En Egipto las aves rapaces eran utilizadas para pescar en el Nilo, mientras que en China y en la Europa medieval, más que una forma de subsistencia, era un símbolo de estatus social, de nobleza y poder.

Hoy en día la cetrería se ha convertido en un arte en países de Medio Oriente, Europa, Asia y América del Sur, y está catalogada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco desde 2010.
En la actualidad caraqueña, el oficio tiene en Mario Brandi uno de sus destacados representantes; conocedor de la historia y aplicaciones de esta práctica milenaria, emplea este arte para educar, sensibilizar y promover la conservación de aves rapaces en niños, niñas, adolescentes y adultos.

Cetrero de corazón
“De niño veía en la televisión a Jacques Cousteau, veía ‘El hombre y su tierra’, de Félix Rodríguez de la Fuente, que se considera el padre de la cetrería moderna, y siempre quise ser cetrero”.
Egresado de la Universidad Central de Venezuela como Ingeniero Agrónomo, mención Zootecnia, Brandi atribuye su interés a las aves y a la naturaleza a su madre, originaria de Los Valles del Tuy. Visitar a la familia materna en el campo, donde tenían cochinos, gallinas, pavos, caballos, era una experiencia única para un muchacho citadino como él.
Su paso por la Facultad de Agronomía en la UCV-Maracay lo llevó a toparse con personajes clave que lo llevarían a moldear las bases de su oficio como cetrero: “Gracias a la universidad conocí al técnico de Zoología Agrícola, Alessio Solórzano, quien me puso en contacto con la gente de Audubon de Venezuela y con la Fundación Phelps. Conocí al Dr. Miguel Lentino y me convertí en un enamorado de las aves. Entonces, desde los 90 hasta acá, siempre he estado en ese mundo”.

Luego de un episodio en que unos compañeros de trabajo le llevaron a su oficina a un pequeño búho en peligro de muerte, se hizo la reflexión crucial: “si yo supiera cetrería yo podría rehabilitar a esta búha”.
Esa fue la pregunta decisiva que terminaría de adentrar al agrónomo en el arte de la cetrería. Se topó en su búsqueda con la Fundación Cetreros de Venezuela. “Me comunico con José Martín Varela Castillo, su presidente, y José Martín empieza a asesorarme a distancia con esta búha –pero no se dice búha, se dice búho hembra–. Me le presento en su casa, en Apure, y le digo que quiero ser cetrero, le cuento sobre mi relación con las aves y él me dice ‘yo creo que tú tienes madera. Vamos a empezar’”.
Así se forma un cetrero
Para ser cetrero en Venezuela primero hay que ser mochilero durante un año. En cetrería, “mochilero” se refiere a la persona aprendiz o asistente de cetrero que lleva el equipo, la mochila, del maestro cetrero. Luego de eso se deben cursar cuatro años de estudios en anatomía y comportamiento del animal, “también aprendes a hacer los aparejos, las muñequeras, pihuelas, tornillos, lonjas, lúas, caperuzas…”. Se presentan exámenes teóricos y prácticos y, por último, te certifica un maestro cetrero: “Yo tengo el aval de un cetrero reconocido internacionalmente, que es el Sr. Ronald Moreno, que está reconocido en México”.

Ningún civil puede, en teoría, mantener en cautiverio a especies salvajes autóctonas del territorio. Sin embargo, un cetrero puede mantener bajo su cuidado a aves rapaces con el objetivo de preservarlas o rehabilitarlas, como es el caso específico de Mario Brandi:
“La cetrería ya no tiene ese objetivo fundamental que es conseguir proteína. La cetrería moderna se fundamenta en la conservación. Ya está demostrado, particularmente yo tengo experiencias de eso, que uno puede rehabilitar a través de técnicas de cetrería y luego liberar, y el animal se adapta perfectamente al entorno”.

A Mario Brandi lo pudimos ver en acción en la Escuela Técnica Fe y Alegría de La Rinconada. El día estaba en su punto más soleado, había estudiantes de bachillerato agitados y enfebrecidos en los espacios abiertos del plantel, moviéndose en grupos separados como múltiples bandadas de guacamayas azules.
La idea de meter a ese montón de adolescentes en un galpón –a las dos de la tarde–, para que escucharan una charla sobre la conservación de aves rapaces y el medioambiente, parecía difícil –por no decir insufrible–; no hay nada más volátil que estudiantes de educación media en una escuela pública, en especial ahora que la inmensa mayoría tiene un teléfono inteligente a su disposición.
Luna, Sol y Garras del Aire
“Estos son chamos de Fe y Alegría, de muy bajos recursos. Yo a ellos les dono mi charla, pero como a mí no me gusta que las cosas sean completamente gratis, ellos se comprometen a colaborarme con material de reciclaje que pueda utilizar”, explica Mario mostrando los ecoladrillos que trajeron los estudiantes al encuentro. “Entonces una función privada financia a las demás. Los que no pueden pagar les pido que me traigan cartones de huevo y de pizza. A través de los representantes pido una donación de proteína, que consiste en corazón de res, para Sol y Luna”.
Sol y Luna, un águila de Harris (Parabuteo unicinctus) y una lechuza de campanario (Tyto alba) respectivamente, son las aves rapaces que están bajo el cuidado de Mario Brandi. Son embajadoras del día y de la noche, y son también embajadoras de educación en el programa “Garras del Aire” que lidera el cetrero, y es así porque estas únicas dos que están en sus manos ya no pueden ser liberadas en su hábitat correspondiente, porque están “improntadas al ser humano”.

“Garras del Aire no es más que un sueño de vida. Hice una liberación de una lechuza listada, y la gente de Río Verde, que son mis amigos, me dicen ‘Mario, ¿por qué no montamos un programa de educación con aves?’. Me puse a estudiar al respecto y hay animales que no se pueden liberar, como es el caso de Luna”.
Luna forma parte de una de las especies silvestres con mayor distribución a nivel mundial y es pionera en “Garras del Aire”. Hay lechuzas de campanario en todo el planeta a excepción de los polos. Es un ave enigmática, de una belleza irrepetible que por desgracia no toda la gente sabe apreciar. En sitios donde abunda la ignorancia y las supersticiones, existe una creencia de que las lechuzas son brujas, y bajo esta terrible suposición muchas lechuzas son asesinadas por turbas humanas que aborrecen la vida y temen a lo que desconocen.
–A las brujas de verdad les gusta volar en avión y en primera clase–, dice Mario.

Del aburrimiento al asombro
El salón de eventos empezó a llenarse de a poco, con secciones de quince o veinte estudiantes, mugiendo de fastidio al llamado imperioso de sus profesoras. Frente a ellos, en una tarima, había dos cajas de madera de menos de un metro de altura.
Al poco tiempo de ocuparse la mayoría de las sillas del lugar, Mario Brandi tomó el micrófono y se presentó ante el público de una manera clara y directa: “Una de las cosas que necesito es silencio. Yo cuando trabajo con los niños pequeños canto una canción para que hagamos silencio, pero no veo a ningún niño pequeño, así que no creo que sea necesario que cantemos. Necesito silencio porque el día de hoy vamos a conocer a dos animales de fauna silvestre y estos animales necesitan silencio para que puedan entender lo que yo necesito que ellos hagan. ¿Me están escuchando o seguimos hablando? Así que, por favor, vamos a colaborar”.

Minutos después de una introducción a la cetrería y el concepto de aves rapaces Mario consiguió acaparar la atención de buena parte de los presentes. En el sitio había más de 80 chamos y chamas. El murmullo de quienes conversaban en voz baja, a escondidas, estuvo presente desde el comienzo hasta el instante en que Mario Brandi abrió una de las cajas y el salón se llenó de gritos contenidos y expresiones de asombro. Ante la presencia hipnotizante de Luna, más de un estudiante se quedó callado y decidió prestar atención a todo lo que ocurriría a continuación.
“Ustedes son el futuro de Venezuela, y son lo que más me importa, por eso estoy aquí para enseñarles lo que no aprendieron los que le hicieron daño a la familia de Luna. Entonces, fíjense en la ignorancia de la gente que decide quitarle la vida a este animal, que es un bio-controlador superimportante para el medioambiente.”

Luna observaba las caras a su alrededor. Giraba la cabeza hasta 270 grados gracias a las 14 vértebras que conforman su cuello y le permiten triangular a su presa con muy alta precisión.
“Luna llega a mí porque la rescata un chamo de 5to año de bachillerato de un colegio en Mantecal. Mientras mataban a la familia, el chamo la escondió y se la llevó para su casa. Para mí, ese chamo es un héroe”.
Mario Brandi especifica que la alimentación de Luna en un comienzo era errónea: “Las heces presentaban arroz y pasta. Luna si no come animales enteros, no tiene suficientes nutrientes para poder volar. Ya Luna está volando bastante bien, pero cuando llegó a mis manos no volaba”.

Llegó el turno de mostrar a Sol de los Venados. Sol a secas es el nombre de un halcón que inició el programa después de luna, pero fue retirado de los eventos porque dejó de tolerar a los niños y se tornó agresivo. Está ahora en etapa de reproducción. El águila de Harris, Sol de los Venados, también quedó huérfano; “sus padres fueron asesinados con escopeta porque se estaban comiendo las gallinas del fundo”.

Para convertir la charla en un verdadero espectáculo, Mario Brandi dio una demostración de cómo cazan y se alimentan estas aves. De una tercera caja sacó ratones vivos, primero uno y después el otro; les dejó la cabeza a la vista mientras sostenía todo el cuerpo con el guantelete, soltó a Luna y la hizo volar hasta su posición. Cuando se posó comenzó el festín, aunque los gritos del público obstaculizaron el proceso. El cetrero logró que cada persona en esa sala se callara la boca y la dejara bien cerrada hasta que Luna decidiera que era seguro engullirse a la presa entera, de golpe. Fue un movimiento grácil, rápido y limpio.

Con Sol la cosa no fue tan mágica, porque el águila se paseó por las vigas del techo y bajó en picada, directo a la lúa donde esperaba el ratón, ahí le arrancó la cabeza, le sacó las vísceras y se la fue comiendo de a pedazos.
Lo más asombroso fue el interés tan intenso que tenían los y las carajitas que al principio parecían indiferentes. Cuando llegó la hora de las preguntas, no paraban de preguntar, y cuando llegó la oportunidad de tocar a las aves, no se querían ir de allí.
“La educación no te retribuye de inmediato, pero yo estoy preocupado por el medioambiente. Yo siento que esto es lo que tengo que hacer”.
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Página de Garras del Aire en Instagram




1 comentario
Que buen reportaje, ahora sería interesante la aplicación de la cetrería en el control de plagas en núcleos productivos.