
Gino González | Máscaras de la mercancía
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“Y el único peligro del objetivo ideológico es cuando se calienta en la cabeza hasta el punto de deformar la realidad y hacerla acomodaticia”
José Vicente Abreu. Toma mi lanza bañada de plata.
No soy ni psiquiatra ni psicólogo, pero me atrevo a abordar el origen de la patología del consumo y decir que existe un instinto natural hacia la satisfacción de las necesidades que por ser inconsciente, es susceptible a la alienación.
El alimento proporciona energía para, entre otras actividades de sobrevivencia, la producción del alimento mismo.
El hambre: desnutrición; y el exceso: obesidad.
Recuerdo que cuando salimos del campo nos hicimos gordos, pues el acceso al alimento era mayor y el esfuerzo menor. Además, estamos condicionados para comer y no a pensar por qué comemos. Al igual que la tendencia al menor esfuerzo. Nadie se va a trasladar a pie de un lugar a otro relativamente lejos teniendo un medio de transporte disponible, al menos que lo haga conscientemente por salud o por ahorro y ello amerita de voluntad, pues esa no es nuestra naturaleza. La medicina más barata del mundo que ni siquiera es barata porque no tienes que comprarla, es el ejercicio físico. Pero, como por naturaleza y al igual que el resto de los animales, ninguna necesidad se satisface sin esfuerzo, el ejercicio físico está incluido en la lógica de la vida. Al menos que te encierren en un chiquero y te engorden para consumo. En este caso, el alimento eres tú mismo. Por eso, ejercitarse sólo por la salud del cuerpo, cuesta.
La voracidad es también una de nuestras características. Consumimos hasta la saciedad y la saciedad está determinada por la cantidad. El cuerpo sobrevive con poco, pero por instinto de supervivencia, si hay abundancia consumirá más de lo que necesita para tener una reserva de energía por si llegase a necesitarla. El cuerpo se acostumbra a comer poco y a comer mucho. Todo eso es un proceso inconsciente. Si hay mucho, comerá mucho; y si hay poco, comerá poco. Por eso las dietas adelgazantes, como forman parte de la consciencia, ameritan de voluntad, no es nuestra naturaleza. No comer lo que te enferma, amerita de un gran esfuerzo si ese tipo de alimento lo miras y te lo ofrecen por todas partes, por eso es difícil y terrible controlar al niño, pues el mercado capitalista conoce sus motivaciones infantiles, hacia el dulce, por ejemplo, y le oferta variadas y múltiples golosinas tóxicas. Además, como ya se sabe, el cuerpo se envicia. Somos alienables. Aunque resulte paradójico, ello forma parte de nuestra naturaleza. Del alimento, la lógica debería ser la máxima de Hipócrates: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”, pero “eso es muy bonito porai”, la vaina es llegar allá.
Al igual que la cultura, la voluntad no se decreta ni se receta. Cuando un médico me recomienda: “no coma esto ni aquello y haga ejercicios para que se cure”, me provoca preguntarle: “¿y no tiene una pastillita pa la voluntad?”
En fin, ¿quién es capaz de detenerse y asumir un criterio de felicidad factible y posible sin la ostentación absurda a la que nos incita un mundo bombardeándonos en pleno centro del hambre ancestral? ¿Quién se comprende, pleno en la satisfacción, como simple mortal?
¿Y eso que llaman voluntad política? Aquí esto también aplica e incluso forma parte del arte de la guerra, de la cual bastante se ha escrito. La dignidad natural no te permitiría llegar a acuerdos con tu enemigo, pero sí la voluntad y el sentido común. Conocido es el encuentro de Bolívar con Morillo en 1820 para la regularización de la guerra. Qué sentido tiene los padecimientos de una confrontación perenne dándonoslos de radicales por no ceder en algunas posiciones, las cuales no implican claudicar ni renunciar a los principios fundamentales. Permanecer atrincherados para siempre generación tras generación a costa del sufrimiento del pueblo y, para ser pragmáticos, de las pérdidas económicas de los sectores en pugna.
…y cayó en un pozo de agua
con el peso no nadaba
pues no soltaba el botín
pero prefirió morir
antes que salir sin nada *