Texto y fotos José Roberto Duque
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En una redoma a las afueras de Quíbor, por donde se sale hacia Cubiro, se levanta en su ancestral contundencia una vasija trípode de seis metros de altura. Es la mamá de las reproducciones libres de las miles que se han encontrado en los yacimientos arqueológicos de esa población larense desde mediados del siglo XX. Aunque ese tipo de vasijas se ha encontrado también en lugares no tan cercanos como Barinas y Colombia, ha sido en Quíbor donde se han convertido en ícono gráfico y raizal, en emblema de una cultura extinta pero reivindicada.

De hecho, no es improbable que haya sido el valle de Quíbor el foco desde donde salieron los nómadas y migrantes del alba de los tiempos a regar esos objetos e íconos en otros territorios. Esas vasijas son o tenían alguna carga o valor funerario; se han encontrado enterradas junto con restos de personas. Así que su presencia allí en las tumbas donde terminó el caminar de aquellos ancestros indica que esos trípodes tenían carácter ritual o ceremonial.

Hoy refresca ver que hay quiboreños de todas las edades enamorados de su cultura. La misión y acción del Museo Antropológico de Quíbor ha tenido mucho que ver en esto de informarles a los chamos de las nuevas generaciones que por ahí hubo gente hace miles de años. En la Librería del Sur que queda dentro del museo, uno de sus trabajadores tiene tatuado en el antebrazo esa vasija enorme con un atardecer en candela al fondo. Él y los demás compañeros que trabajan ahí muestran además, con un orgullo guaro que da gusto, unas piezas que son reproducciones de las encontradas en los distintos yacimientos. Informan que el autor de estas reproducciones es Oblén Rodríguez, caballero que se ha aplicado a repetir estos artefactos mediante las técnicas originales empleadas por los antepasados: artes del fuego.

Después de perdernos en una población tan pequeña pero con direcciones algo complicadas llegamos a la casa y taller de Oblén Rodríguez, caballero nacido en 1971. Ceramista respetable y reconocido, de entrada suelta los nombres de otros que lo antecedieron. Cuenta que sus inicios se los debe a que otro ceramista lo adoptó como aprendiz o ayudante en 1982, cuando Oblén tenía 12 años. Ese primer maestro de Oblén se llama Urma Duin, y el discípulo me juró por sus ancestros gayones que ese señor era también de Quíbor, a pesar del nombre.
En ese taller aprendió lo primordial del oficio de convertir la arcilla en objetos de tremenda belleza y significado. Luego pasó por el taller de otro maestro reconocido, Medardo Torres, quien le enseñó, entre otras cosas, pintar las vasijas según los glifos, trazos y pictogramas que se han encontrado en piezas del estilo tocuyanoide, una categoría designada por la arqueología y la antropología para determinado tipo de trabajos que todavía se siguen desenterrando.

El truco del huequito y otras claves
“Usted ve que estas vasijas tienen un montón de líneas y garabatos, pero eso no es capricho de uno, estas son reproducciones exactas de las vasijas que han desenterrado por aquí”, dice el artesano mostrando el detalle de sus impactantes piezas.

Aparte del paso por los talleres de los mencionados maestros, hubo un episodio que marcó y lo conmovió al artesano cuando era un adolescente: un tío suyo le mostró y le regaló unos tiestos o restos de cerámica hecha por habitantes originarios hace centenares o miles de años. Los fue a buscar, y ahí están: retazos de piezas partidas o incompletas, pero que conservan en algunos casos las rayitas trazadas con gran paciencia y ternura por esas gentes borradas por la historia. Oblén recuerda el momento en que el tío se las regaló con la emoción de los momentos trascendentales, y esa emoción todavía se le nota a él mismo en presencia de esos tristes pero importantes pedazos.


“El color original de los trípodes es ahumado, pero en algunas partes y algunas vasijas tienen todavía los dibujos. Esas pinturas, líneas, formas de animales, son reproducciones de las originales que se pueden ver en el museo”. Insiste en que el aprendizaje de esos trazos y formas fue producto de una investigación y no pura inspiración. En algún momento usé la palabra “réplica” para referirme a su trabajo y el hombre casi me pidió que no dijera eso más nunca: “Una réplica es otra cosa, es casi un calco del original. Yo lo que hago son reproducciones, que es una imitación más libre”.
También tiene clara la diferencia entre algunos términos: se llama cerámica ancestral y no precolombina o prehispánica. Ha aprendido, junto con muchos aficionados, estudiantes y expertos en la materia, que no se debe seguir usando como referencia la llegada de los europeos.

Sobre las vasijas y la técnica empleada para darle forma, Oblén habla del tipo de arcilla más adecuado para cada objeto; tiene pimpinas, trípodes, objetos decorativos y utilitarios. Toma un trípode y lo agita, haciéndolo sonar con un sonido de maraca muy suave y cantarino, y revela que las patas de las vasijas originales son huecas, y que en su interior se encontraron peloticas mínimas de arcilla. Esas bolitas son las que hacen que el recipiente suene, así que las vasijas aparte de recipientes y decoraciones funcionaban también como sonajeras.
Para que esas partes huecas no revienten cuando se les introduce en el horno para quemarlas, los aborígenes empleaban un recurso tan sencillo como asombroso por su delicadeza: unos pequeños huequitos en la parte más gruesa de las patas, que permiten que el calor entre y salga y no se concentre en la cavidad y haga estallar la pieza.

Oblén también reproduce otro tipo de vasijas funerarias, las encontradas en la población de Camay, a más de 100 kilómetros de Quíbor, pasando Carora y adentrándose en La Otra Banda. Estas semejan grandes jarrones y el maestro artesano las ofrece como piezas decorativas, para quitarle un poco la connotación mortuoria. También fabrica reproducciones de pimpinas y tinajas donde se pueden calentar líquidos pero con brasas, no al fuego directo.
Como suele suceder, ese carácter de homenaje a la cultura tiene que ser financiado de alguna manera (no es usual que las mayorías consuman arte), así que Oblén fabrica y vende también platos soperos, vasos, miniaturas de fachadas, tazas y otras cosas. Declara que no le va mal, que le gusta formar jóvenes en el oficio y que se siente a gusto en su taller y en la relación con el Museo Arqueológico.



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…»LAS MAYORIAS PREFERIMOS CONSUMIR AREPAS ,CACHAPAS,BOLLOS, COMO BUENOS HOMBRES DE MAIZ «..