
Soriana Durán / Fotos Nathan Ramírez
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Muchas veces es necesario tener voluntad para que puedan sucedernos grandes cosas. Samantha Buccé, a sus 17 años, aprendió esta lección de primera mano; casi pierde la oportunidad de recibir una mención honorífica en la IV Olimpiada Mundial Abierta de Astronomía (Sochi, Rusia) el mes de septiembre de 2025.
“No hagan lo que yo hice. Porque yo dudé: vi el anuncio en las redes sociales y lo pasé de largo. Si fuese por mí yo no estaría aquí, no lo hubiera hecho. No me hubiera inscrito. El mejor consejo que les puedo dar es que no hagan eso. No les puedo decir cómo estudiar, no les puedo decir que tengan curiosidad, eso es algo que debe nacer de cada quien. Si tienen ese interés, pues eso, que no duden”.
Quienes salvarían a Samantha de tomar esa decisión de no participar en las Olimpíadas de Astronomía fueron sus padres, Paola y Germán, además de algunos profesores que le instaron a inscribirse desde el comienzo. Samantha destaca más las palabras de su padre, que fueron determinantes para terminar de convencerla: “Me dijo: ‘métete, no tienes nada que perder’”.
Samantha es la primera hija de Paola y Germán, y durante diez años fue la única hasta ahora, que tiene una hermana menor. Su madre, margariteña, es médico internista. Se estableció en Puerto La Cruz cuando tenía 17 años —la edad actual de Samantha—, para poder estudiar medicina en la Universidad de Oriente.
El padre, por su lado, es publicista; “es un hombre extremadamente creativo. La ciencia no es su área, pero es la mía. Él respeta eso sin problema alguno, y me ha impulsado, porque es el tipo de personas que dicen que una puede hacer lo que quiera con tal lo haga bien. Entonces, si es ciencia, es ciencia. Y él fue uno de los grandes factores por los cuales yo me metí en Astronomía”.
En cuanto a su mamá, antes de dormir, después de contarle o leerle un cuento, le daba una cátedra simplificada sobre medicina y respondía de la manera más sencilla y didáctica a cualquiera de las interrogantes que tuviera la niña: “La gente que creció con un papá o mamá médico sabe que te dan cátedras de medicina en tu casa, todos los días, por X o Y motivo. No es que me las imponía, yo le preguntaba. Por ejemplo, ‘mamá, ¿qué es la glicemia? ¿Qué es la glucosa?’ Estamos hablando de una Samantha de 8 años”.

Samantha nació el 16 de mayo de 2008. Solía encerrarse en su cuarto a estudiar de manera autodidacta, comenzando por el sistema solar, que es el inicio de la mayoría de las personas que sienten curiosidad por el cosmos. No tardaría mucho en darse cuenta de que todo lo que se aprende en la escuela sobre el espacio exterior no es del todo correcto; los modelos más extendidos de nuestro sistema solar se prestan para hondas malinterpretaciones. Ese descubrimiento la llevó a indagar todavía más en esa área.
Más allá de la fascinación por la ciencia, su atracción por el arte, la música, la literatura y las humanidades también forma parte de sus actividades diarias, lo que la llevó a sacrificar una parte de sí misma para poder decantarse por un área o la otra en la universidad:
“Eso fue un camino de amor y dolor. Saber adónde quería ir o qué es lo que quería hacer… mucha gente estaría muy feliz por eso, pero eso también significaba que yo tenía que dejar muchas cosas atrás. Porque yo quería hacer todo al mismo tiempo: quería ser psicóloga, científica, médico; quería ser ingeniera, quería ser escritora… todo, yo quería hacer de todo. Sigo queriendo. Pero ya hay que poner los pies sobre la tierra, ¿no? Entonces yo decidí, definitivamente, por la parte científica”.
Asimismo, señala que su abuelo es una pieza importante en su gusto por la lectura:
“Toda la vida ha sido lector y desde niña me ha inculcado la lectura. Me gusta leer de todo; tengo mis límites con el terror, pero sí, géneros diversos. Tanto así que, con la delegación, los pocos días libres que teníamos paseamos un poquito y una decisión unánime fue ir a una librería. Fuimos profesores, tutores, estudiantes y pasábamos una hora ahí metidos, felices. La literatura y la ciencia no son mutuamente excluyentes, es más, uno para ser científico tiene que gustarle la lectura. Tengo una debilidad muy grande para el teatro y la música, que me fascinan. De hecho, desde niña toco el piano. Toda mi vida fui a una escuela de música, y bueno, estaba en esas dos cosas”.

Por supuesto, haber ganado esa mención honorífica en la última edición de la Olimpíada Mundial Abierta de Astronomía le dio el empujón definitivo y, en estos momentos, se encuentra haciendo trámites para ingresar en la nueva Universidad Nacional de las Ciencias (UNC) con el objetivo de estudiar Ingeniería en Robótica y Automatización. Samantha tiene una idea muy clara, que es poder conjugar su creciente pasión por la astronomía con la medicina:
“¿Cómo hago yo para mezclar las dos? Decidí fue la parte de Ingeniería Robótica, ¿por qué? Porque la Ingeniería Robótica tiene muchas especializaciones; ahorita está en boga el tema de la cirugía robótica. Se está utilizando muchísimo en el ámbito de la medicina y en el ámbito astronómico, físico, la robótica siempre está presente. Fue como una manera de postergar la decisión, podría ser; hacer la carrera de Ingeniería Robótica y después esperar a ver en qué decido especializarme, si es que no me especializo en las dos cosas, porque soy capaz de hacerlo”.
En cuanto a su experiencia durante el proceso de selección, a través de las diversas pruebas y etapas que tuvo que atravesar, Samantha no creyó, ni siquiera cuando escuchó su nombre en la ceremonia de premiación y lo vio reflejado en una pantalla junto a la mención honorífica que había obtenido, que había hecho lo suficiente. Desde el primer instante, ella estaba convencida de que había pasado porque era “lo mejor de lo peor”. Samantha no se había dado cuenta de lo que logró hasta poco después de haber sido galardonada, considerando que pasó por múltiples inconvenientes desde la primera prueba. Para esta fue contactada por un miembro de Fundacite Anzoátegui, quien le notificó que el examen era en dos días y que tenía esos dos días para estudiar el material que debió haber recibido con un mes de anticipación:
“Me maté esos dos días, me quemé las pestañas, pero también tenía cierta base. Porque siempre he tenido a la astronomía como un hobbie. Pero no tanto en lo observacional, sino a nivel informativo, de lectura. Es un tema que siempre me ha gustado a nivel investigativo. Obviamente, no todos los temas los manejaba, sino que me enfoqué con los que menos estaba familiarizada. Hice mi examen, y cuando vi esos problemas no sabía qué hacer con eso. No solo eso, tampoco nos dejaron usar calculadora. Eran problemas numéricos, con constantes, por diez a la menos once. ¿Qué carrizo hago yo sin calculadora? No sé. Hice lo que pude, yo salí de ahí ‘no, papá, no me hables. No me preguntes cómo me fue’. Yo no esperaba resultados porque me fue horrible. No sentí que lo hice bien, bajo mis estándares no me salió bien. Ahí es cuando digo que yo pasé, no porque lo haya hecho bien sino porque los otros lo hicieron peor. Y para mi sorpresa, terminé pasando”.
Después viajó a Caracas junto a su delegación, donde conoció e hizo buenas amigas, para presentar la siguiente prueba de selección previa a las olimpíadas internacionales. Ahí se enfrentó a horarios frenéticos y limitantes, pero también fue el momento en el que supo que estaba donde quería estar;
“Tengo un chiste con las otras chicas de mi delegación, porque ellas están estudiando en la ULA, viven en Mérida y tienen al lado el CIDATA; tienen el Observatorio, el planetario, incluso aquí en Caracas hay dos planetarios, además de la comunidad de la divulgación científica que es gigantesca, y en Puerto La Cruz y en todo oriente no hay eso. Lo más cercano es un centro didáctico que acaban de abrir, pero es más como un museo y a nivel de primaria. Cuando llegué a Caracas estaba feliz. Porque uno bajaba al desayuno y escuchábamos a algún profesor de física hablando de que la taza de café no tenía una proporción adecuada por equis cosa y por esto… es la forma de pensar, que es completamente diferente y un lenguaje completamente diferente también, eso es maravilloso y yo no lo había vivido nunca”.

Añade que la preparación que tuvo tanto ella como su equipo fue muy superior a todo lo que había experimentado con anterioridad; “El nivel de las olimpíadas es superior. La instrucción que recibimos fue maravillosa, fue integral. Vimos matemáticas universitarias, yo apenas acabo de salir del bachillerato. Entonces, física, astrofísica, programación… muchísimos temas. Que toda la delegación consiguiera una mención de una u otra manera fue una maravilla, y realmente era algo que nadie se esperaba. Una medalla de oro, dos de bronce y tres menciones honoríficas. Y sí, fue algo determinante para mi vida”.
Durante la prueba final tuvo que sobrellevar problemas técnicos que, en ese estado de estrés y ansiedad, hubiesen acabado con la seguridad y la estabilidad mental de cualquiera que no estuviese tan preparado como Samantha. Su computadora presentó fallas, el Internet en cierto momento también, el programa con el que debía leer unos catálogos de datos dejó de funcionar. Después, cuando recuperó el control, el editor de códigos no leía el formato de dichos catálogos. Era un desastre. Se tomó una pausa para ir al baño y drenar la frustración que amenazaba con desmotivarla, pero ya luego fue asistida por un técnico y consiguió un margen de dos horas cruciales para poder presentar ese examen en específico.
“Requirió un manejo fuerte del estrés. Si tú no manejabas el estrés estabas frito. Había ocasiones en los que yo decía que tenía que estudiar más porque no sabía cómo hacer las cosas, pero ya el cuerpo no me daba. Tiraba la computadora, tiraba los libros y me dormía. Me dormía a las once de la noche para levantarme a las seis de la mañana a seguir estudiando una hora, media hora, porque los tiempos tampoco daban porque había que estar en el ministerio a las nueve de la mañana para presentar los exámenes”.
En Samantha se conjugaron dos cuestiones muy interesantes; la primera es el Síndrome del Impostor. La segunda es el efecto mariposa. ¿Qué habría pasado si Samantha no se hubiese dejado llevar por la insistencia de su padre para que se inscribiera en estas olimpíadas?