Reinaldo Alvarado obtuvo el primer lugar en el año 2008 en la Bienal Nacional de Ciencia y Tecnología como Innovador Popular, con una máquina llenadora semiautomática. Su filosofía y su trabajo han evolucionado con el tiempo
Texto y fotos: Alejandro Silva Guevara
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Partiendo del cómo cambiar de raíz la precaria situación de algunos de los trabajadores del campo, y basándose en sus conocimientos en electricidad y otras materias tecnológicas, Reinaldo Alvarado se dio a la tarea de desarrollar varias máquinas para complementar una cadena productiva que se inicia, lógicamente, con la siembra, pasa por la cosecha ─punto en el que por lo general los sembradores salen de la cadena de producción─, y le agrega los procesos de empaquetado e impresión de precios por rubro.
Su máquina empaquetadora tiene algunas ventajas con respecto a las máquinas llenadoras tradicionales. Con un tamaño que la hace bastante transportable, este desarrollo inspirado como casi siempre en otros preexistentes, es ergonómico y tiene la peculiaridad de adaptarse al ritmo del trabajador. Reinaldo da este ejemplo: «si se trata de un inexperto, éste puede empaquetar el producto, bien sea caraotas, quinchoncho, frijoles e incluso azúcar, a un ritmo de 5 bolsas por minuto, mientras que una persona que ya esté familiarizada con la máquina puede llenar 24 bolsas en el mismo periodo de tiempo. Es decir, se pueden llenar dos gandolas semanales de producto».

Otra ventaja de esta máquina, la cual es semiautomática, es que utiliza corriente de 110 volteos, con la idea de no tener problemas al ser instalada en cualquier lugar para hacer la tarea. Entre otras de sus ventajas, el mecanismo está concebido para liberar el contenido previamente seleccionado por peso (1 kilo, 900 gramos, 500 gramos), sólo en el momento en que el empaque se encuentra en la posición correcta para recibir el contenido.
De igual manera sucede con una empacadora, esta vez de leche en polvo, que es un poco más grande y tiene variaciones en algunas características debido al producto que procesa. Está destinada a usos más agroindustriales y se fabrica desde cero de la misma manera de la semiautomática. Ésta requiere de un compresor de igual voltaje (220V), como el mismo aparato. Tiene capacidad de producir treinta y cinco paquetes por minuto, en otras palabras, se puede producir una gandola diaria de producto. El dosificador es tipo tornillo, lo que hace de ella una máquina con muy poco margen de error y el sellado de las bolsas es automático y funciona con calor constante.
Finalmente, y pensando no sólo en el empaquetado como una actividad aislada, sino en la comercialización por parte de los trabajadores del campo, en cuanto a que ellos puedan comerciar sus propios productos, Reinaldo desarrolló una máquina bastante práctica made in Acarigua, salvo por algunos componentes electrónicos «standard» necesarios para el funcionamiento del aparato; este imprime el precio y cierta información relevante en los empaques, como la fecha de vencimiento, en qué máquina fue procesado el producto, destino del mismo, código de barra, entre otros datos necesarios para este tipo de comercialización.
Reinaldo afirma que no es conformista; ha desarrollado excelentes máquinas y asegura su intención de seguir trabajando con dedicación con miras a mejorar sus aparatos para hacerlos más ergonómicos, silenciosos y eficientes. En esta búsqueda por mejorar, también fabrica un componente esencial para lograr un mejor desenvolvimiento de las selladoras y llenadoras. Se trata de termocuplas, que tienen la función de medir la temperatura en diferentes niveles y garantizar el fluido de corriente estable y confortable, proporcionando el más óptimo funcionamiento de los aparatos que las usen.

Cadena productiva que libera
Reinaldo Alvarado cuenta una anécdota para ilustrar una preocupación y su sentido de justicia hacia los productores:
“Estaba con un amigo que siembra caraotas. En eso llegó un tipo al que llamo ‘el hombre del camión’ a comprarle la cosecha; le pagaba el kilo en 0,75 bolívares de los viejos, imagínate, aparte de que no tenía una báscula. El tipo levantó el saco y dijo: ‘A este saco le falta’. Entonces se molestó porque me metí y le dije que cómo era eso que sin un peso él podía saber si le faltaba al saco; por eso me gané un empujón. Después mi amigo, productor de esas caraotas, se va al mercado a comprarla en 5 bolívares. Fue por eso es que se me ocurrió hacer algo para ayudar a los mismos campesinos sembradores a que le den valor agregado a sus cosechas. Comercializando el producto ellos mismos, bajan los costos”.
A manera de chiste le atribuye a ese “empujón” el impulso para ponerse a desarrollar maneras y aparatos en busca de aportar beneficios que alivien esta realidad del campesinado, que se cala el sol, la lluvia, las llagas en las manos, por el trabajo duro y el uso de agrotóxicos, y terminan rematando sus productos al precio ofrecido por los dueños del transporte. Por lo general, una y otra vez, quedan endeudados, así reciban de quienes les compran (lo que ocurría con alevosía y premeditación, asegura Reinaldo) pacas bien gruesas de billetes de 10 bolívares “para que se viera que era bastante plata”.
Este circuito productivo completará el ciclo de siembra y busca que los rubros terminen en manos de los consumidores a menor costo, utilizando las máquinas que ha sabido adaptar al ritmo de quienes las manejan, sin que éstos deban seguirle el ritmo a las máquinas, como suele suceder.
La tarea no es fácil; muchos agricultores, casi por “tradición” familiar, se conforman con llegar hasta la cosecha para dar por terminada su labor en una temporada. De manera que ha tenido que apelar a sus dotes de maestro con las que ha podido llegar a las nuevas generaciones y plantearles los beneficios de avanzar en los procesos productivos. Ya sus desarrollos están en varios estados, como Falcón, Guárico y por supuesto Portuguesa, donde la hija de un agricultor o productor primario pudo captar los ventajosos beneficios de llevar sus productos a otro nivel.
La práctica los hará libres
Aparte de innovador, también es maestro y músico. Su experiencia como creador de soluciones es recordada por su hermano, quien contó que de niño ya asomaba habilidades creativas. «Nunca se le ha hecho difícil llevar un proyecto porque dice que todo se puede hacer».

Su faceta de maestro le llegó por casualidad, cuando un amigo le preguntó si su hijo podía ir a su taller a foguearse con sus máquinas. En un país en el que apenas se vislumbran las luces al final de un túnel exageradamente largo, aún hay sectores, como los institutos tecnológicos de educación, exhibiendo un parque tecnológico en ruinas con máquinas nuevas nunca usadas por faltar alguna pieza, imposible de importar por el bloqueo y otros demonios.
Este chamo llegó con otros compañeros y pudieron practicar, errar, romper algunas mechas, pero la experiencia les aventajó al punto de haber sido los únicos de su generación en graduarse. Reinaldo se dedicó a facilitarles acceso a las herramientas necesarias para su desarrollo y crecimiento. Como maestro les impuso a los aprendices dos condiciones: la primera, evitar quedarse en la teoría y siempre llevar sus conocimientos a la práctica, trabajando en sus propios desarrollos. Y segundo, darles oportunidades a dos nuevos jóvenes para que también puedan tener las herramientas para desarrollar su vida profesional. Para Reinaldo cada uno de estos jóvenes no son alumnos, sino lo que él llama “aliados comerciales”, por cuanto lo han ayudado en muchas oportunidades en la construcción de sus máquinas llenadoras.
Alvarado no para de trabajar en estos y otros desarrollos que tiene en mente para mejorar un poco la lógica comercial del campesinado. Mientras eso hace, cuenta su deseo de dedicarse a la música de lleno.