Texto y fotos: Nelson Chávez Herrera
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“No hay un pueblo del estado Barinas que tenga más historia que Ciudad Nutrias y Puerto Nutrias”.
Así comienza la entrevista con el profesor Gregorio Escalona, recolector de memoria, cronista oficial del municipio Sosa, guardián de vestigios arqueológicos hallados por él mismo.
La frase no es exagerada; Ciudad de Nutrias y Puerto de Nutrias fueron ciudades muy importantes en la historia económica, política y social del país y del estado Barinas. Cuando el caudal del Apure permitía su navegación a embarcaciones de mediano y gran calado, por este punto estratégico entraban las mercancías importadas y salían de exportación los productos agrícolas y pecuarios provenientes de Barinas, parte de Mérida, Portuguesa y Táchira. La ruta fluvial descendía hasta San Fernando por el río Apure y continuaba por las aguas del río Orinoco hasta alcanzar la mar, la isla de Trinidad, Europa y los Estados Unidos.

La fundación española del Puerto de Nutrias (1774) se hizo para comunicar fluvialmente el territorio occidental con el oriental de Angostura y la Provincia de Guayana. En Nutrias se asentaron en el siglo XIX casas comerciales y varios consulados extranjeros, se libraron dos batallas importantes de la Guerra Federal (9 y 20 de noviembre de 1859) entre las tropas centralistas comandadas por Nicolás Brito y las federalistas al mando de Pedro Manuel Rojas. Aquí ocurrió el asalto al vapor Masparro por las guerrillas de Maisanta, en 1914.
Antes de la invasión europea estas tierras eran habitadas y transitadas por culturas indígenas milenarias. Aquí se encuentran cantidades inimaginables de restos cerámicos y líticos de pueblos indígenas constructores de montículos y de calzadas. Si existiesen zonas arqueológicas especiales esta sería una, sin lugar a dudas, porque resguarda vestigios de varias épocas, muchas veces superpuestos uno sobre el otro en un mismo sitio.

El entrevistado, Gregorio Escalona, nació en Puerto de Nutrias. Crecer rodeado de tanta riqueza histórica y arqueológica lo llevó a buscar y guardar desde niño cuanto coroto hallara, a pesar de las protestas de sus progenitores. Años después se formó como Licenciado en Educación Integral, mención Historia, se hizo cronista e investigador arqueológico. En las excavaciones de El Cerrito tuvo la suerte de trabajar con José Esteban Ruiz Guevara, escritor e investigador connotado nacido también en Puerto de Nutrias y destinado a convertirse en uno de los mentores del comandante Hugo Chávez. Ruiz Guevara es un referente fundamental de la arqueología barinesa, una suerte de personaje legendario que aparece a cada paso dado por el territorio barinés cuando se va en busca de entender su presente como resultado de procesos geo-históricos datados mucho antes de la llamada era cristiana.

El profesor Gregorio Escalona entra en su casa animado por la visita, por poder mostrar sus hallazgos y conversar sobre arqueología. Minutos después regresa con dos bolsas en las manos, las vacía sobre una mesa y de la misma van saliendo como del sombrero de un mago: rombos, fragmentos de figurines, trozos de martillos, piedras talladas, sellos para tatuarse el cuerpo, vestigios de pueblos indígenas; más unas bases de lanza de la Guerra de Independencia o de la Guerra Federal.
“Esto no es nada”, afirma. “Yo perdí un material arqueológico mucho más grande. De sellos, rombos, vasijas, un trabajo como de 15 años. Una vez llegaron unos profesores de la Universidad de los Andes (ULA) o de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con sus estudiantes y me los pidieron prestados para estudiarlos, se los presté y jamás me los regresaron, ni sé dónde están”.

Los relatos de saqueos y timos por parte de delincuentes comunes o intelectuales delincuentes (profesionales de la arqueología o de la antropología, nacionales o del extranjero), son históricos, recurrentes, abundantes en la mayor parte de nuestras zonas arqueológicas. El profesor Escalona luego del hurto se fue hasta Mérida a buscar a quienes lo habían engañado pero no halló a nadie, los denunció con nombre y apellido en un programa radial emitido desde Barinas por un locutor apodado el Negro Piña y no pasó nada.
Gregorio Escalona declara conocer el origen y procedencia de cada una de las piezas dispuestas sobre la mesa. Al ver los sellos el profesor Ramón Arroyo, quien acompaña esta entrevista, refiere haber hallado sellos con las mismas características en zonas del estado Portuguesa y precisa que estos actualmente reposan en el Museo de los Llanos. La mayoría de estos sellos son cilíndricos y ostentan formas simbólicas cuyo significado aún falta desentrañar. Escalona muestra un sello intacto y dice haberlo encontrado en el río Santo Domingo, por la ruta hacia El Guamito, seguidamente explica cómo los usaban las comunidades indígenas para tatuarse el cuerpo.
–Ellos impregnaban el sello de onoto, un aceite, y a medida que le iban dando vueltas, pues iba plasmándose la figura en el cuerpo. Los tobores que habitaban mucho esta zona tenían esa técnica y esos eran los tatuajes que mostraban. Aquí había tobores, amaivas, taparitas. Un estudio que hizo Ruiz Guevara detectó que aquí había una nación de indios taparitas.

–¿El profesor Luis Uzcátegui, de la escuela de Espinito, nos dijo que allá encontraron vasijas y restos de figurines?
– En Espinito vive un muchacho que se llama Emilio Parra. Ese muchacho tenía una cantidad de objetos encontrados en el solar de la casa de su hermano y él me dijo una vez, profesor, yo se los voy a dar, porque usted sí cuida. Él estuvo en las minas y cuando vino no había nada. O sea, robaron la casa, se la voltearon. Hay otro carajo que tiene objetos, pero en San Vicente. El papá murió y quedó el hijo. Ahí está un museo, pero no sé si estará abierto o en qué condiciones. El muchacho se llama Paiva. Tiene que ver con Norberto Paiva y con el poeta Ismeldo Paiva Avilés.
–¿Qué otras zonas del municipio Sosa resguardan vestigios indígenas?
–La zona de La Maporita, La Palmita, Espinito y Limoncito es una zona que nosotros la tenemos como especial. Una vez hicimos un trabajo con el profesor Jesús Riera, de Guanare, y él trajo dos topógrafos. Se hicieron unas poligonales, demarcamos el sitio con la venia de los finqueros y toda esa gente. Nosotros lo que queríamos era ubicar el sitio y bueno, determinamos el área en Limoncito. Eso fue como en 2017, hace ocho años. Bueno y quedamos hasta ahí porque, la iniciativa la teníamos, pero se nos acabó, como se dice, la gasolina.
–¿Pudieron mapear cuántos montículos hay en esta zona?
–Detectamos cuatro montículos.

–¿Y calzadas?
–Hay una de esas que ellos (las y los especialistas en arqueología) llaman espenáculo. Los espenáculos eran la secuencia de montículos y los detectamos ahí en La Maporita. Espinito queda un poquito más acá de la entrada de La Maporita y también se le puede entrar por aquí por Las Casitas.
–Nos dijeron que en Las Casitas había unos restos arqueológicos y les pasaron maquinaria.
–Ahí no se consiguieron muchas cosas. Era más que todo el decir popular. Nosotros estuvimos ahí.
–¿Qué lugares mapearon con Ruiz Guevara?
–Con Ruiz Guevara trabajamos en El Cerrito, cerca de aquí, como a treinta y pico de kilómetros. Se le entra por La Luna, por una carretera de tierra que por momentos se hace difícil, hay que llevar una camioneta.

Según relata Gregorio Escalona, los vestigios hallados en El Cerrito el profesor Ruiz Guevara se los confió a la UCV.
“Había piedras, sellos, se consiguió un rombo grande, se consiguió un trozo de madera herméticamente sellado y bien cuadrado, esa vaina sería mora, digo yo, y eso tenía en todos los lados de ese pedazo de madera pura figura, dibujos hechos con una técnica desconocida. Ruiz Guevara siempre me decía, ‘yo ando por aquí, pero yo no me voy a coger esto, porque esto no es mío. Ni usted se va a coger esto, porque esto no es suyo’. Ruiz Guevara era muy celoso con esas cosas”.
Luego de los trabajos con el maestro Ruiz Guevara, el profesor Gregorio Escalona continuó su labor y fue cuando exploró El Apamate, La Enea y Santo Domingo, un pueblo cuya población se extinguió hacia 1850 por culpa del escorbuto o la peste negra, epidemia que vino por el río en los cuerpos infectados de marineros, tripulantes de barcos extranjeros.

A los restos de Santo Domingo confiesa Escalona haber llevado a unos extranjeros con detectores de metales y haber hallado monedas de los siglos XVII y XVIII, más los restos de un enorme muro sepultado que algún día espera desenterrar. Entretanto, resguarda en su casa vestigios indígenas, monedas antiguas, periódicos del siglo XIX y XX, muchos de estos rescatados de un incendio que dejó en cenizas el Archivo Municipal y la alcaldía de Puerto de Nutrias, hace algunos años.
Ante las inundaciones de julio en Ciudad de Nutrias, Puerto de Nutrias y gran parte del municipio Sosa y el estado Barinas, labores de resguardo cultural como las llevadas a efecto por el profesor Gregorio Escalona resultan imponderables. Hacen pensar que lo que hoy existe puede un día dejar de existir. Que aquello que hoy puede encontrarse con facilidad, mañana probablemente demandará de un gran esfuerzo para ser reconstruido.



1 comentario
Maravilloso Nelsón, gracias por esa entrega tan interesante Cuántos pueblos siguen sido víctima del asalto «intelectual». La investigación debe andar de la mano con la ética, en respeto del patrimonio ancestral, de hecho deberia estár normado desde hace tiempo o no se cumple, es imprescindible que se respeten los vestigios originarios que hay y que aún falta por encontrar, lamentablemente siguen vigentes los patrones delincuenciales de la herencia de la invasión colonial.
Agradecida por esa entrega, seguiré atenta de huella arqueológica que se ha trazado la Inventadera en la Geografía Venezolana.