Penélope Toro León
La vieja Rosa, como la llamaba cariñosamente su esposo Rafael, fue una de esas abuelas que una tenía además de la suya en el barrio.
Rosa Bustamante y Rafael Hernández se vinieron desde Guárico con su primara hija Emelia y sus ganas de echar pa lante a la capital, a poblar aquél caserío de ranchitos de bahareque: El Tiro Al Blanco, que como tantos otros barrios improvisados se erigían en la Caracas de los años 40.
El Tiro Al Blanco se llamaba así porque eran los terrenos donde los militares hacían sus prácticas de tiro. Estaba ubicado al pie del Waraira Repano en lo que hoy es la Urbanización Simón Rodríguez y Pinto Salinas.
Rosa cocinaba para una muchachera que tuvo con Rafael y que terminó trasladándose al Bloque 1 del 23 de Enero, pues el barrio en cuestión fue en uno de los primeros desmantelados para ubicar a estas familias provenientes de distintas partes del país, en la que originalmente se llamó Urbanización 2 de Diciembre, construida por el gobierno del General Marcos Pérez Jiménez.
Cocinaba muchísimos granos: kinchonchos, caraotas negras y “especialmente un grano llamado guaracara que lo traían de allá porque no se conseguía aquí, y por cierto tiene un proceso que hay que desamargarlo un poco”, testimonia Nina Aracelis León, vecina y cuñada de una de las hijas de Rosa.
Hacía también aliados y pelao de pollo. Era gente que no consumía mucho arroz y sí mucha arepa. Recuerdo de niña esas arepas flaquitas como ella y simplonas de sal, pero que se equilibraba con un queso llanero muy seco y salado que habitualmente servía para el relleno.
Al señor Rafael le gustaban lo que el llamaba “las sopas gordas”, hervidos hechos con huesos y carne de ganado muy grasosa y verduras.
Pero la vieja Rosa se inventó una receta que quedó para la posteridad en esa familia y pasó de ser la “sopa de ñame” a llamarse “la sopa Rosa”.
Se trata de poner a cocinar en agua unos trozos grandes y redondos de ñame que debe estar tierno porque si no es una cosa horrorosa. “Tienes que tener ya picadito cebolla, cebollín y ajo. Eso lo sofríes en aceite onotado (achote) bien fritico, que le salga ese olor a aliños. Si tienes una base de caldos también es bueno. Le tienes que poner bastante aliñito. Y luego bates unas tortillas, como un huevito por comensal. La calidad de la sopa depende de un buen ñame, porque si el ñame es duro, que llaman el ñame de palo, de verdad que no queda bien. Tiene que ser un ñame que sea blandito. ¡Te va a encantar!”, relata su hija Betty Aireya Hernández Bustamante.
Yo la he preparado y ciertamente es una receta económica, sencilla y espectacular. Cuando todo está integrado, que los aliños le han aportado su sabor al caldo y el ñame está cocido (ojo que no se desbarate), rectificamos la sal, agregamos las tortillas, que también pueden ir aliñadas a discreción y a mi encanta ponerle cilantrico y taparla antes de servir. En la mesa se puede agregar más cilantro, un buen picante, casabe o arepas finitas como las de la abuela Rosa.