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Encrucijada de género peli(g)rosa

por Penélope Toro León
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El mes de marzo “es nuestro mes”. Los espacios institucionales y los movimientos sociales se abocan a realizar actividades dedicadas a “la mujer” o al tema del género. (Nada que decir sobre las cursilerías y desvaríos de la gente que no entiende que no hay nada que celebrar).

Todo proyecto que lleve el término “perspectiva de género” no solo “está de moda” (¿o debería decir: “es tendencia”?) sino que tiene “mayor garantía de ser aprobado”, respetado, “validado”. Las instituciones ponen la marquita en su lista de chequeo y queda la satisfacción por la tarea cumplida. Hasta las mismas feministas estamos medio empalagadas de la saturación de tonos rosa-violeta en el retablillo de carteles que circulan (circulamos) por las redes. El violeta, recordemos, es un color que tomó el movimiento feminista en señal de duelo.

Esto me recuerda a algo que surgió en medio de la conversación con una pareja de productores de cosmética natural que entrevistamos hace pocos meses: el llamado greenwashing. En la nota, que se titula La verdadera cosmética natural es la salud, lo llamé: “la farsa verde”. Me pregunto si estará ocurriendo algo similar con la transversalidad de género que con el tema ecológico.

Si vamos al hecho de que Hollywood sacó una película con la marca registrada de Mattel (Barbie) cuyo “tema central” es “el feminismo” con semejante inversión millonaria, es para dudar. Es la primera película de “acción en vivo” y buscaron a una de las cineastas más prestigiosas para dar el batacazo.

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Tal “sospecha” y desconfianza de un reciente e inesperado protagonismo del feminismo puede parecer una gran contradicción, viniendo de una feminista confesa, declarada y con más de doce años de militancia activa, como es quien escribe. En los Andes se suele decir: “¿No que quería?”.

Quienes somos auténticas en la militancia, en nuestro trabajo y en la gestión de estas lides, andamos entre la contentura y la suspicacia (las compas que no se sientan identificadas en la segunda: ¡deberían!).

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Personalmente soy crítica y desconfío de todo lo que sea “viral”. Suelo ponerlo en duda, cuestionarlo; automáticamente pienso: “¿qué hay detrás?, ¿qué están tramando?”. Ojo, por si acaso, no soy usuaria de Tiktok, ergo, no veo videos de “teoría conspirativa”.

Suelo atribuir dichas “modas” a que la tendencia en cuestión está siendo apoyada, orquestada (o peor, utilizada) por los grupos enquistados en el poder, quienes mueven los hilos que controlan mundo y ya conocemos qué hay detrás de eso: sionismo, guerrerismo, imperialismo, por ponerlo corto. Sabemos, por experiencia, (¡espero!) que estos bichos aparentan lo que no son y no son lo que aparentan.

De un día para otro, lo que hace tan solo pocos años (no estoy hablando del siglo XVII ni XVIII, ni siquiera del XIX o principios del XX, sino de apenas diez años atrás) era sinónimo de diabolicismo, ¿ahora resulta que todo el mundo es “experto/a”? Declararse feminista cuando comencé a militar era sinónimo, casi, de pertenecer a una secta satánica.

Entonces hoy, muchachitas creen que por usar sostenes en lugar de camisas e ir por la calle luciendo sus mejores pintas compradas en catálogos de Avon, a la usanza de las “estrellas” reguetoneras, quienes las incitan a tener tres y cuatro novios, sienten que son grandes abanderadas del feminismo.

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Lo que anhelamos las feministas es en realidad lo que toda persona de buena voluntad y de izquierda desea (al menos en el plano de lo ideal): un mundo igualitario, de paz y de justicia social, donde se respeten por igual los derechos de las personas, del planeta y que todo el mundo tenga acceso a vivir dignamente. Es simple, mas para nada sencillo, tenemos al menos ocho siglos intentando, fallidamente, materializarlo.

Nosotras (al menos yo) no queremos un show feminista/rosa. Me rehúso a ser utilizada por los mismos que nos han jodido toda la vida para sus pantallas, cortinas de humo y propósitos perversos. Quienes finalmente nada tienen que ver con la abolición del patriarcado, puesto que, justamente, esa es su fuente proveedora del elíxir macabro que alimenta su tan preciada capacidad de opresión. ¡Y que la gente no termina de entender!

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Hace poco el gobierno fascista de Milei, en su maraña de medidas implementadas para imponer a como dé lugar el neoloberalismo en Argentina, emitió un “anuncio de prohibición” de lenguaje inclusivo. Ha cerrado y cercenado programas, proyectos, bibliotecas digitales desarrolladas con perspectiva de género, y grupos asociados al gobierno han arremetido en agresiones contra líderes de movimientos de mujeres, tal como en los peores épisodios de las dictaduras militares.en ese país. Ya lo decía Simone de Beauvoir: “Basta una crisis para retroceder en los derechos de las mujeres”.

Pero esta no es una “crisis”, o al menos no una crisis cualquiera. Es una avanzada de la derecha mundial en un país que le dejó campo. Se trata de una cortina de humo para tapar las atrocidades que están haciendo con lo que es verdaderamente nodal: la papa de la gente, el bolsillo, el hambre. Por cierto, siendo este un año electoral en Venezuela, valdría la pena poner las barbas en remojo. Ya vemos lo que puede pasar cuando se le da un ápice de cancha a la derecha.

Por supuesto que las feministas ya sabemos que medidas como esa, todas las guerras y las arremetidas contra los pueblos en general, a quienes más afectan es a las mujeres y a las niñas. Eso está más que sustentado con cifras mundiales y a ello se debe que las agendas para el desarrollo sustentable de todos los organismos internacionales tengan al género atravesado como la espada del Arcángel Miguel:

  • “La violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos que tiene su origen en la desigualdad de género, es un problema de salud pública y un obstáculo para el desarrollo sostenible”
  • 1 de cada 10 mujeres en el mundo vive en pobreza extrema”
  • “1 de cada 3 mujeres en todo el mundo (el 35%) ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja o bien violencia sexual infligida por otra persona, sin incluir el acoso sexual”
  • “A nivel mundial, entre el 38% y el 50% de los asesinatos de mujeres son cometidos por sus parejas”
  • “Los bajos niveles de educación, la exposición a la violencia en la infancia, el poder desigual en las relaciones de pareja y las actitudes y normas que aceptan la violencia y la desigualdad entre hombres y mujeres acrecientan el riesgo de sufrir violencia de pareja y violencia sexual”
  • “Los bajos niveles de educación, el maltrato infantil o la exposición a la violencia en la familia, el uso nocivo del alcohol, las actitudes que aceptan la violencia y la desigualdad de género aumentan el riesgo de cometer violencia de pareja”
  • “Las adolescentes, las mujeres jóvenes, las mujeres pertenecientes a minorías étnicas u otras, las mujeres trans y las mujeres con discapacidad tienen un mayor riesgo de padecer diferentes formas de violencia”
  • “La misoginia es un factor común en el aumento del autoritarismo, así como en la expansión del conflicto y el extremismo violento”.

Como dicen: las cifras hablan por sí solas. Pero ese no es el punto. El punto es que nos están utilizando.

La población LGTBQ+ y las mujeres organizadas hemos tomado espacios suficientes en la sociedad y ¡por fin estamos siendo escuchades! Y ¡vaya qué esfuerzo! A sangre, sudor y lágrimas. Pero nos hemos convertido en cifras, numeritos para desarrollar políticas públicas a escala internacional. Si bien esta enhorabuena es un gran aliciente y un remo de lujo para remar en el barco de los derechos de las mujeres, no deja de ser un arma de doble filo. La tentación de montarnos en un buque trasatlántico con todas las comodidades se siente a flor de piel.

Por otra parte, tenemos una nueva etiqueta. No hemos convertido en “tema políticamente delicado”, “sensible”.

A sabiendas de esa realidad Milei monta el tarantín como en los viejos chistes de “sube el telón”, “baja el telón”.

Sube el telón, baja el telón

Sube el telón: está Milei discutiendo con una artista pop. Baja el telón y están sus esbirros haciendo desastres vendiendo el país a las trasnacionales. Sube el telón y estamos nosotras, nosotres y nosotrxs protestando por los retrocesos en nuestros logros con el lenguaje inclusivo, la despenalización del aborto, el cierre de los centros de investigación y la inclusión de la diversidad sexual en la sociedad. Y la trama les quedó tal y como ellos querían.

Tengo la sensación de que los grupos de combate, los movimientos de base, las mal llamadas “minorías”; nos volvemos a tropezar con la misma piedra una y otra vez, distintos periodos de la historia. ¿Será eso lo que llaman la ciclicidad de la historia?

A veces hay que sacrificar el protagonismo, o al menos no quererlo a toda costa, porque una puede terminar como carne de cañón, aunque esto nos parezca una tarea “titánica”.

Fuentes:

RESPETO a las mujeres: Prevención de la violencia contra las mujeres. Ginebra, Organización Mundial de la Salud, 2019 (WHO/RHR/18.19). Licencia: CC BY-MC-SA 3.0 IGO.

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1 comentario

Leticia Rojas 23 marzo 2024 - 21:33

Excelente reflexión

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