Inicio Opinión y análisis Los pueblos cuentan

Los pueblos cuentan

por José Roberto Duque
391 vistos

José Roberto Duque | Monte y culebra

________________________

Lo mejor de ser invitado a “dar clases” de comunicación o de aspectos de la comunicación en comunidades, equipos o grupos organizados (o no tanto) es que uno por lo general termina aprendiendo más cosas de las que se supone que fue a “enseñar”.

El montón de comillas presente en estos párrafos significa que hay que ir replanteando la función del que “sabe”, o que ha tenido tiempo y ganas de organizar algunas ideas sobre temas que a la mayoría de la gente no le seducen o no le importan. No somos profes ni maestros. Tampoco “facilitadores”, término tan grato a los sociólogos desde los años 80 para acá. A menos que la intención o misión de un encuentro sea evitar agravar situaciones difíciles entre gente que es importante que se respete, el iniciador de conversas y discusiones debería cuestionar o complicar más conceptos de los que facilita. Ahí la importancia del planteamiento alterno, semioculto, incómodo o francamente antipático.

***

Me acaba de ocurrir en una tanda de conversas con comunicadores y comuneros (y comuneros comunicadores) del ministerio de Comunas, el de Agricultura Urbana y algunos entes periféricos. Dadas las limitaciones de esas dinámicas en que la gente mira pantallas y no personas, las participaciones fueron pocas, pero valió la pena verificar la calidad de los planteamientos, y enterarnos de que hay una legión de compañeras y compañeros curiosos entregados a buscar y narrar noticias en las comunas venezolanas en período de gestación.

Nuestra propuesta general fue una que andamos acariciando hace rato: en lugar de noticias, busquemos y propaguemos historias. El recordar, analizar y contar de la gente suele narrar mejor nuestra historia que el metódico lector de cosas que ya pensaron y dijeron otros. El académico sintetiza y sistematiza; los pueblos cuentan.

Sabemos que también te interesará leer:

***

Somos echadores de cuentos, narradores, charleros por vocación y por herencia. Y esto no significa que el cuento o charla limite la capacidad de razonar o de elevar el análisis a peldaños sublimes y espectaculares.

Hacia 2015 nos dio por dar unos talleres de reporterismo para fundar periódicos comunitarios en el eje cafetalero Altamira de Cáceres – Calderas, por allá donde Barinas se empieza a convertir en Mérida y en Trujillo. Logramos echar a andar dos experiencias impresas en papel: Piedemonte y Careto. El primero logró prolongarse por un dos años, nueve números de periodismo local; el segundo sacó al ruedo dos números. Tal vez esos fueron los años finales de la utilidad práctica de los periodiquitos comunales impresos. No sé si las redes sociales y el whatsapp los hirieron de muerte, pero sí los han hecho ver como innecesarios.

Facsímil de portada de Piedemonte, octubre de 2015

***

Lo importante, como en cualquier otro proceso de difusión o formación, no son los resultados medibles o cuantificables, sino los efectos súbitos e inesperados: gente que de pronto se interesó en entrevistar abuelas y abuelos, personajes que nadie consideraba entrevistables porque eran los pobres o los borrachos del pueblo; otra que se propuso organizar sus ideas de acuerdo con el manido pero eficiente esquema qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué, y además con el agregado venezolano: ¿y ahora? En papel o en las pantallas digitales ese método gringo, esquemático y castrador como casi todo lo gringo, sirve al menos para organizar el discurso.

Hubo gente que le ponía unos condimentos asombrosos a las conversas. En una de esas sesiones iniciales sobre qué cosa es comunicación, y por qué no necesariamente es lo mismo que información, rumor, noticia o historia, les propuse pensar sobre un asunto clave: la comunicación no siempre se produce con palabras, y no siempre es una cualidad humana. Uno de aquellos montañeses, no iletrado o analfabeta pero sí bastante alejado del hábito de la lectura, soltó un cañonazo de este calibre: “O sea que cuando las matas de café empiezan a florear me están diciendo que dentro de poco vienen los granos”.

Los pueblos cuentan, piensan, comparan, sacan conclusiones, y estas destrezas no han pasado por el tamiz de los libros europeos o imitadores de europeos. No hace falta que un doctor valide o certifique ese conocimiento: el conocimiento está ahí.

De allí venimos como narradores y buscadores de historias. Todavía nos cuesta decirlo en primera persona: somos parte de ese pueblo y hace rato sonó la hora de proclamarlo con el debido orgullo.

Autor

Compartir:

Deja un Comentario