Aunque se da formidablemente bien en su hábitat silvestre, la producción sistemática de orquídeas requiere de alta tecnología
Penélope Toro León / Fotos Wilfredo Machado
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De las orquídeas, mucha gente no sabe que Venezuela posee especies cotizadas y exóticas y que una de ellas es uno de nuestros símbolos patrios. Venezuela posee el 14% de la población mundial de orquídeas; la vainilla (panifolia), ese carísimo insumo de la alacena de alta cocina, es una de sus especies, que no necesariamente se tiene que importar de Madagascar: la tenemos en Venezuela.
La especie Cattleya mossiae –nuestra flor nacional– se da en los estados andinos; de ese 14% que tenemos en el país la mitad se encuentra en el estado Táchira.
Y es justo en ese estado andino donde encontramos otra rara especie. Se trata de un joven de 32 años, orquidiólogo. Una suerte de súper héroe que tiene tanto amor y fe en las orquídeas que parece creer en sus poderes sobrenaturales.
Todo empezó cuando a Jonathan Ortiz Giraldo le regalaron una planta por allá en el 2016, una Cattleya hardyana que le recordó a una flor que tuvo una tía suya cuando era pequeño. Esta hardyana, híbrida de Cattleya dowiana aurea y Cattleya warscewiczii, acaso le roció su elipsis mágico –como pasa en los comics– e hizo que al muchacho se le metiera entre ceja y ceja la idea dedicarle su vida a este arte/ciencia. Se empeñó entonces en preservar, cultivar, promover y difundirla desde una perspectiva integral e innovadora, incorporando de forma visionaria la tecnología 3D, la neurodiversidad, la biotecnología.
Para su cultivo comenzó con el método de esquejes, pero le resultaba muy lento y decidió iniciarse en el método in vitro. Halló aliados; uno, el ingeniero agrónomo y profesor de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), César Fernández, y las personas de Orquibor, fundación que se dedica a la preservación de distintas especies en medio natural. Así dio rienda suelta a la fiebre de investigar sobre biotecnología y nació Orquilab.
Proyecto híbrido como sus queridas especies
Estudiante de ingeniería informática –una carrera que nada tiene que ver con la biología–, multiversos, criptoactivos, neurodiversidad, seguridad y turismo; papa, café. ¿Cómo se relacionaba todo esto con la orquidiología? Fue necesario encauzar el ímpetu emotivo de Jonathan. Se detiene a mostrar la importancia de estas especies a través de un libro fundamental: “Orquídeas Nativas del Táchira”, extraordinario ejemplar y detallada guía científica de 242 páginas, con excelente fotografía.
“Este es un libro que de verdad es único, porque se dedicó totalmente a la investigación de una región, de un estado, a las orquídeas”, dice el joven con visible admiración por el profesor Fernández, su maestro y mentor.
Jonathan ha hecho enlaces con distintas instituciones, incluso educativas, para incluir en algunos pensum una materia llamada orquidiología a distintos niveles, desde primaria hasta universitario, lo que le permite promover su idea a través de las nociones de seguridad ambiental y soberanía ambiental, utilizando los recursos multimedia, para estimular a sus participantes a pensar la orquidiología como una práctica que puede integrar la criptoecónomía.
En una pausa mientras impartía clases en un colegio, mostró dibujos de niños y niñas. Les enseña fisiología de las orquídeas, su importancia y la propagación a través de las leyes de Mendel. El hecho de que sea la flor nacional dice que motiva mucho a las infancias, poder verlas y encapsularlas les emociona de manera singular. Pronto iniciaría un aula para la diversidad funcional, dice que estas plantas tienen poderes terapéuticos desde la estimulación sensorial.
Hacia un Laboratorio de biotecnología vegetal
En un pequeño balcón, Jonathan tiene algunas especies colgadas, sujetas delicadamente con agarradores de plástico a troncos de unos 30 centímetros de largo. En un rincón de la terraza tiene bolsas inmensas. Son sustratos y fertilizantes, son en su mayoría importados. Uno es sustrato de pino (Orchiata), traído de Nueva Zelanda.
Las orquídeas no estaban floreadas, lo que resultó un tanto frustrante, así pudimos de cierto modo empatizar con Jonathan. Tiene contenido su proyecto sin poder desarrollarlo plenamente al no contar con un espacio adecuado. Sin embargo, resulta encomiable la gran cantidad de equipos especializados que ha adquirido, algunos a crédito, con la leal ayuda de su madre y su modesta venta de catalinas rellenas.
Propagar y preservar las orquídeas nativas del Táchira, endémicas de Venezuela es el objetivo de Orquilab como proyecto ambiental. Requiere no solo de un laboratorio apto, sino de todo este mundo de aparatos e insumos carísimos. La disminución de los índices de extinción debido a los cambios de las condiciones ambientales de los ecosistemas, por el cambio climático y demás factores como tala, quema, etcétera, ha desfavorecido su propagación natural y disminuido la población. Se hacen necesarias condiciones muy específicas para un programa de conservación y reproducción.
Estas plantas crean microhábitats en el ecosistema, desde la germinación de la semilla establecen importantes relaciones simbióticas con hongos micorrícicos, ya que no tienen órgano de reserva. Los hongos proporcionan nutrientes a las orquídeas y estas les proveen de carbohidratos a través de la fotosíntesis. Las epífitas, un grupo especial, crece en los árboles. También están las terrestres, cuya raíz se desarrolla en la tierra, y están las rupícolas, que se adhieren a las rocas. Todas proporcionan refugio y alimento a una gran variedad de organismos, como insectos, aves y mamíferos.
“Los equipos y el laboratorio permiten tener una zona de resguardo con los cuidados máximos que requieren las orquídeas en sus distintas fases, luminosidad, asepsia, temperatura, humedad ofrezcan las condiciones óptimas para que esas especies se reproduzcan”.
Dado que en fertilización intervienen hongos y que las semillas son minúsculas, in vitro, si no se controla con una esterilización extrema con equipos y químicos especializados, el resultado no es el esperado.
La joya de la corona de los aparatos es la cabina de flujo laminar: “es donde se propagan las orquídeas desde el laboratorio. Esta tiene un costo aproximado de 7.000 a 9.000 dólares. Lo que hace es expulsar aire esterilizado y tiene unos filtros para propagar las plantas, cuando vamos a cultivar desde el laboratorio se necesita un nivel de asepsia máximo y que todo esté bajo supervisión, porque con el mero olfato lo que podemos es producir hongos y bacterias en lugar de flores”.
Pero una orquídea puede tardar hasta cinco a seis años en ser una planta adulta con posibilidad de florecer. El uso de cámaras de gas, pinzas especiales, alcohol, cloro y rayos ultravioleta permiten manipular genéticamente. Aquí es donde entran otros rubros como la papa y el café. Con estos equipos el proyecto ser sustentable abriéndose a otros rubros en el área alimenticia.
“En el medio natural las orquídeas cuando germinan salen de una cápsula que tiene aproximadamente 10 mil semillas. Ya en el aire se posan en un árbol, por ejemplo, tienen que tener la simbiosis con el hongo, pero tiene que ser ideal y preciso para ese tipo de orquídea. De esas 10 mil muy pocas o ninguna germina”.
La cabina de flujo laminar es importada y su nacionalización le costó a Jonathan un platal. Los fertilizantes son especializados: contienen carbón, raíz de helecho y pino de la especie radiata, micorrizas y ciertos bacilos que en el ambiente natural sería muy difícil aislar sin una infraestructura. “La ventaja de estos es que tienen amplia durabilidad”.
Sin embargo, si este tipo de proyectos se materializara hacia una escalada eco sustentable y en el marco de un plan con apoyo de algún ente, existiría la posibilidad de que esos sustratos se produzcan aquí y no tener que importar. Solo falta un empujoncito para que le veamos la utilidad y la pertinencia al mismo.
En frascos especiales con esas condiciones se coloca: agar agar (un macro alga roja) micorrizas, vitaminas, fitohormonas y nutrientes, además un filtro poroso para que la semilla expulse los fenoles. Así pueden producir alrededor de 10 mil semillas microscópicas, de las cuales solo se reproducen un promedio de 400 orquídeas.
Ciencia, tecnología y ecoturismo
Jonathan dice con orgullo que su proyecto lo ha presentado en distintos foros, congresos nacionales e internacionales y que está alineado con los 5 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, así como la meta “Hambre 0”. Ha participado en diversas actividades formativas y de difusión en espacios como el Centro Biotecnológico para la Formación en la Producción de Semillas Agámicas (Cebisa), proyecto de la Asociación de Productores Integrales del Páramo (Proinpa) y la Corporación para el Desarrollo Científico y Tecnológico (Codecyt) en el programa Alianza Científico-Campesina. Jonathan sueña con tener una posada con fines turísticos y de promoción eco-cultural. Mientras tanto sigue diversificando su proyecto, formándose en biotecnología vegetal, trabajando con semillas de café y papa, contento de poder contribuir con la soberanía alimentaria y la seguridad ambiental.
8 comentarios
Muchas felicidades
Gran trabajo que anda realizando en FUNDACITE como facilitador, muchas felicidades. Muy dinámico el curso de cultivo de orquídeas.
Excelente facilitador! Aprendí mucho sobre este bello arte. Que Dios te guíe y logres tus objetivos y proyectos. Dios te bendiga
Gran trabajo por nuestra flora
Muy importante rescatar nuestra flora
¡Gracias a La Investigadera por destacar el trabajo de ORQUILAB! Como fundador de esta organización, estoy emocionado de compartir nuestra pasión por la preservación de orquídeas nativas en Táchira, Venezuela. Si te interesa la biotecnología, la agricultura y la educación ambiental, ¡síguenos en Instagram para estar al tanto de nuestras actividades y proyectos! https://www.instagram.com/orquilabve/
Muy buena iniciativa
excelente