Liz Kelly Álvarez Aular fue galardonada con el Premio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación en 2023, por un deslumbrante aporte a la cirugía. Acá explica en qué consistió su innovación
Texto: Alejandro Silva Guevara / Fotos: Fabricio Martorelli
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La doctora y capitana de fragata de la FANB Liz Kelly Álvarez ha intervenido quirúrgicamente a tres jóvenes para corregir lesiones de la uretra. El procedimiento no es novedoso; se le denomina «xenoinjerto auto procesado para la reconstrucción de uretra». Pero la doctora Liz Kelly ha empleado materiales y procedimientos que han resultado ser importantes innovaciones.
Álvarez, quien actualmente labora en el Hospital Naval Dr. Francisco Isnardi, realizó estudios de posgrado en Urología en la Universidad de Carabobo, especializándose en las prácticas correctivas de diversas patologías mediante métodos tradicionales dirigidos a remediar los problemas urinarios causados por el síndrome de uretra estrecha, que minimiza el flujo normal de la salida de la orina. Esta condición genera problemas como malestar intenso e infecciones. Se trata de una patología que se desarrolla a partir de una especie de cicatriz (fibrosis) que termina cerrando la vía urinaria y requiere de intervención quirúrgica en la mayoría de los casos.
La primera vez que practicó este tipo de xenoinjertos fue a un paciente de 17 años de edad, quien había recibido una herida por arma de fuego. Mientras le realizaban una laparotomía exploratoria, algo salió mal en el procedimiento aplicado causándole al joven severos problemas de uretra, que se acrecentaron progresivamente, hasta que finalmente terminó por sufrir de una seria estrechez en el tracto urinario.
Cuando vio al joven con la sonda para orinar le hizo las preguntas de rigor, y se sorprendió cuando el paciente le respondió que sólo iba a buscar un reposo. De modo que decidió encargarse de este paciente y cambiarle la vida. De igual manera ocurrió con otro joven de 14 años, a quien se le había realizado otra laparotomía exploratoria que salió muy mal, ya que el procedimiento terminó por dañar el conducto del joven.
A ambos pacientes les implantó xenoinjertos de origen bovino. Y ese es apenas uno de los datos que hacen de su trabajo una experiencia innovadora.
Lo que no funciona
Las técnicas correctivas de este tipo de cirugías han sido utilizadas por el gremio médico de nacionales y extranjeros desde el año 1953. En los procedimientos se han empleado partes de cerdo, por ser el animal que más se asemeja al humano en su constitución de ADN. También se realiza con material sintético, cuyos costos son muy elevados. Finalmente existe un par de fuentes muy utilizadas, que son la mucosa humana, obtenida de la parte interna de la boca o pedazos de piel obtenidas del prepucio, ambos provenientes del mismo paciente.
Estas experiencias han funcionado pero no registran cien por ciento de efectividad. Por ejemplo, en el caso del uso de mucosa extraída de la parte interna de la boca del paciente o de material proveniente del prepucio, ésta debe ser doblada y cosida hasta obtener una especie de manguera o cilindro del tamaño del injerto. Con el tiempo, debido a las puntadas que se dan para lograr la forma tubular de la pieza, termina creándose la fibrosis, por lo que el paciente suele volver a padecer de los mismos síntomas que lo llevaron a la sala de operaciones.
La doctora Liz tenía información sobre otras opciones. Por ejemplo, en Brasil se expenden en círculos médicos partes de bovino que se han empleado con éxito en xenoinjertos. Pero como en Venezuela no existe este mercado de órganos de origen animal, cuando llegó su primer paciente lesionado obtuvo la vena yugular de un ejemplar sacrificado en matadero para realizar la operación. Con esta problema resuelto había otro escollo por superar: la aplicación de ciertas sustancias que no podían importarse debido al bloqueo a nuestro país. La doctora se había propuesto crear un sustituto efectivo de esta sustancia, y lo logró con bastante éxito. Esta sustancia se aplica para lograr lo que se conoce como “barrido celular” y elimina, con un alto nivel de efectividad, todos los agentes bio-celulares que puedan generar rechazo del implante por parte del paciente.
A partir de una sustancia que lleva el apellido de quien la creó, Collins, y es usada para la preservación de órganos que serán trasplantados, la doctora Liz hizo unas modificaciones para una esterilización fuerte y profunda en el tejido de la pieza, hasta dejarla totalmente libre de carga celular. El resultado es un tejido esclerosado, que es de lo que se trata el barrido celular. Esta confluencia de novedades y los resultados obtenidos es lo que le ha hecho merecedora del Premio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, mención Ciencias de la Salud.
“A veces los cirujanos operan a los pacientes y se despiden de ellos, hasta allí llega su misión; otro médico se encargará de hacerle seguimiento al caso y quien imparte las indicaciones y cuidados posteriores al operado. Pero hay patologías en las que te casas con el paciente”, afirma la doctora Liz, quien asegura que siente «empatía por los afectados”, y actúa en consecuencia.
El protocolo para declarar exitoso el procedimiento, en los ámbitos gremial y científico, indica que se debe esperar un año desde la intervención. De las tres intervenciones realizadas con estos materiales y procedimientos por la doctora Liz Álvarez, una de ellas (la del joven de 17 años lesionado por arma de fuego) ya ha cumplido el tiempo estimado y se considera un éxito en su totalidad. Otras dos esperan por el cumplimiento del lapso para poder ser reportadas como exitosas.
Y, finalmente, para consolidar este procedimiento como parte de las soluciones para este tipo de afecciones, se requiere reportar unas seis operaciones con la misma técnica y materiales y sus respectivos finales felices.
En la mesa de operaciones…
La cirugía se realiza colocando al paciente en posición ginecológica y se aborda desde el abdomen o suprapubis para llegar a la vejiga y alcanzar el polo o sección que está permeable o dañado, y por el periné se busca alcanzar el otro polo o sección que deja de estar permeable y es por ese lado por el que se introduce el injerto. Para dejar que la intervención cicatrice, se coloca una sonda que se retirará en un mes, debido a lo delicado del proceso: es necesario abrir la vejiga para hacer la conexión entre la parte que está “permeada” con la pieza que se introducirá y con la uretra.
Otra diferencia de la técnica utilizada por la doctora Álvarez con respecto a las tradicionales es la de obtener «mide» sus resultados desde la “flujometría”, en lugar de la delicada laparotomía exploratoria. Como se dijo, luego de la intervención quirúrgica, el paciente debe tener la sonda por 30 días. Cuando se le retira, debe tener 21 días de reposo para lograr una correcta desinflamación. La doctora Liz evita hacer la uroscopia como método de seguimiento, debido a que por más moderna que sea esa técnica implica riesgos.
La medición flujométrica consiste en hacer orinar al paciente mientras se mide la velocidad de salida de la orina a través de unos valores llamados “qmax”; los flujos normales son de 12 a 16 qmax. Si se registra un flujo por encima o por debajo de estos valores es evidente un problema de obstrucción o de excesiva amplitud de la uretra. La flujometría se aplica con una regularidad de tres meses, y en el caso de los pacientes de la doctora Liz, el resultado se mantuvo en los 16 qmax. La última medición se le realizó a uno de los pacientes en el mes de febrero y continúa en el mismo rango, por lo que se puede considerar que se trata de una operación exitosa.
Las mujeres, a quienes también atiende la doctora Álvarez, sufren más cuando enfrentan problemas urológicos debido a la serie de prejuicios que las rodean, el estigma de tener que lidiar con situaciones que las suelen hacer objeto de tratos vergonzosos. Muchas terminan automedicándose para evitar ser expuestas y en ocasiones maltratadas.
Si naciste pa’ cirujana…
Liz Kelly Álvarez nació en Caracas el 25 de octubre de 1977. Desde muy pequeña se mudó al estado Carabobo, donde ha vivido entre Valencia y Puerto Cabello la mayor parte de su vida.
De niña solía ver a un primo médico que visitaba a su abuelita Olga Manrique de Álvarez (con quien se crió), y decidió que iba a estudiar medicina, se iba a graduar y posteriormente se iba a asimilar al Ejército, quizás con la visión romántica de las series de TV. Pero sí, lo hizo tal cual lo planificó desde niña, sólo con un pequeño cambio en la especialización porque primero pensó en ser neurocirujana, pero luego se decidió por el área urológica.
En el año 2001 recibe el título en Medicina General, y nueve años después culmina su postgrado en Urología en la sede de la Universidad de Carabobo, Instituto Docente de Urología con el doctor Paúl Escovar Díaz. Tuvo la oportunidad de realizar una residencia en Argentina en los años 2004-2005, que sería vital para el desarrollo de su carrera, y bajo la tutela del doctor Juan Carlos Tejerizo, quien es una eminencia en materia urológica en Latinoamérica y uno de los que más la impulsó a continuar desarrollando sus investigaciones. También pudo realizar una pasantía en Panamá en una institución especializada en urodinamia, uretra y reconstrucción de vejigas. Estudió una técnica en la que se puede reconstruir o crear una vejiga con “7 puntos”, bien sea porque el paciente nació sin ella, por alguna afección cancerígena o por un accidente de cualquier tipo.
No sólo se dedica al área quirúrgica y reconstructiva, sino también a impulsar, junto a algunos colegas de otras especialidades, la creación de una tintura reactiva que se torna de un color específico cuando hay infecciones, ahorrando tiempo y dinero en urocultivos y otras técnicas de detección. Proyecta, entre varios trabajos que tiene en sus manos, el desarrollo de una App que puede diagnosticar, luego de que el usuario responde un cuestionario, problemas en el aparato urinario y en la próstata.
El 20 de diciembre del año 2023, en un auditorio lleno de innovadores, científicos, tecnólogos y trabajadores de Ciencia y Tecnología, recibió el máximo galardón de la ciencia y la tecnología en Venezuela, de manos de la ministra Gabriela Jiménez. La ovación fue profunda, sincera, de pie y, posiblemente, ante el merecido reconocimiento por el esfuerzo, por no haber renunciado en los momentos duros, la Doctora Liz Álvarez obtuvo más que un largo aplauso: recibió la justa retribución a una vida de luchas y de superación constante de los obstáculos que hubieran desanimado a otras personas.
4 comentarios
Notas positivas que mostrar y apoyar de nuestra gente, ingenio , vocación y perseverancia necesitamos más como tú.
Buenas tengo una estudiante de Media en mi colegio con varias operaciones en aparato genitourinario. ¿Dónde pasa consulta está doctora?
Buenas tardes. Ella trabaja en el Hospital Naval «Dr. Francisco Isnardi», en Puerto Cabello, edo. Carabobo.
Venezolana ejemplar, espero siga cosechando éxitos, lo merece como persona dedicada a la innovación en salud y empatia hacia sus pacientes. Larga y saludable vida.