Inicio Opinión y análisis Rúsbel Prado, reinventor de la palabra y socorreño de El Socorro

Rúsbel Prado, reinventor de la palabra y socorreño de El Socorro

por Gino González
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“De aquí no me tan corriendo

ni allá me están esperando”

El Gordo e Blas *

Bueno, porque, al estilo de los galeronistas de oriente, “soy un llanero del llano” era su consigna inicial en el canto después del grito de seis por derecho y pajarillo. Y porque esta frase exclusivamente humorista, también, si la miramos con cuidao, encierra su filosofía, si interpretamos que se pudiera nacer y vivir en el llano y no necesariamente ser llanero o a la inversa también.

Vamos hablar de Roosevelt Celestino Prado Fernández. Rúsbel y no Roosevelt, con “b” de burro y no de vaca, si asumiéramos su nombre socorreño como tal y no como diminutivo del Roosevelt de su partida de nacimiento y de la cédula. Además, quién lo iba a llamar Roosevelt en El Socorro.

Tampoco diremos que fue una “vaina echá” de su papá don Tulio Prado al demostrar la admiración por aquel personaje colocándole su nombre al recién nacido Rúsbel el 25 de julio de 1947, ni la cara que pondría Doña Bernarda de Palacios, prestigiosa partera de este pueblo, quien atendió su nacimiento; que, me imagino, sería la misma cara que puso cuando atendió el parto de mi madre, 15 años después, y ésta me puso por nombre Gino.

Pero la importancia de Rúsbel Prado no gira en torno a su nombre, sino en lo que significó para el pueblo de El Socorro, estado Guárico, en la “era Rúsbel”, pues los de mi generación nativos de este pueblo, después de su fallecimiento en enero del 2020, no dudamos en delimitar la historia de El Socorro en antes y después de Rúsbel Prado.

Sin embargo, a pesar del internet, de la ahora pomposa novedad de la inteligencia artificial, de su espeluznante intromisión en la vida social y personal, confiamos en la generación espontánea de los Rúsbel Prado, porque forman parte de la fisonomía de los pueblos de América Latina, para no decir del mundo. No en balde ha sido este continente calificado como cuna del realismo mágico, luego del conocimiento de la obra literaria de Gabriel García Márquez. Y el Gabo, independientemente de su capacidad creativa y de sus habilidades como escritor, nunca negó y reconoció con agrado la influencia que tuvieron en él los cuentos, las historias, la narrativa de sus ancestros.

Sin duda, cada uno de nuestros pueblos es un Macondo. Y cada uno de estos pueblos cuenta con sus narradoras y narradores naturales que han sido la memoria histórica de los mismos. Es un trabajo que poco se ha hecho en profundidad. Estoy absolutamente seguro que si se recurriera a los ancianos de cada pueblo de este país y se recopilaran sus cuentos, cada caserío, cada localidad tendría su propia novela. Más allá de los cronistas oficiales. No son éstos en el mayor de los casos los más idóneos para este relato. Las cuenteras y cuenteros natos en su extensa mayoría, ellos mismos no saben que lo son. Es la espontaneidad, afortunadamente, una de sus características principales. Son reinventores o re-creadores de la palabra. Ese es el título que mejor le calza a los Rúsbel.

Porai aparecerá, en la memoria de Armando Rodríguez, el labriego que en la antaña Naguanagua (Carabobo) tenía una mula con un colmillo de oro.

Montenegro en El Socorro entrando al bar con su caballo a emborracharse con él para regresar a casa, ebrios, hombre y bestia.

Los innumerables cuentos para ridiculizar al Páez destrozado por la lengua del pueblo luego de su traición.

Los de Boves cuando mandaba a los prisioneros como vanguardia con otros soldados de su tropa en la retaguardia: “el que se me devuelva le vuela la cabeza”, y que ordenaba. Según se cuenta, era así como debían ganarse el perdón e incorporación al ejército bovero.

O este que contaba Rúsbel Prado de Bolívar de cuando el Decreto de Guerra a Muerte:

“Mi General, no queda mucha pólvora, cómo fusilamos a los prisioneros”.

“Con jacha”, y que dijo El Libertador.

Claro que existe literatura de este tipo en el país. Tulio Febres Cordero, Arístides Rojas, Aquiles Nazoa y tantas y tantos más, que recogen una porción del extenso relato oral del pueblo venezolano. Pero jamás la escritura igualará y mucho menos superará la cadencia, la tonalidad, el ritmo de la conversa oral. Este trabajo y este registro debería ser preferiblemente sonoro, auditivo, para apreciar en toda su magnitud estética la belleza de este cuento.

Estas cualidades las reunía Rúsbel Prado, poeta, cantor, músico, compositor, serenatero, cuentero y extraordinario humorista de El Socorro.

De aquí, en el caso de lo que vengo hablando, destacaría lo de cuentero y humorista. Llegué a observar gente orinándose de la risa mientras Rúsbel echaba un cuento. Cuentos, todos, de personajes (vivos o muertos ya) de El Socorro, lo que lo convertía en un cronista nato. Auténtico en su hablar. La auténtica personalidad colectiva de sus orígenes. En conjunto la potencia de su voz, el timbre, las entonaciones, el léxico, la sintaxis, los giros, los recursos poéticos de su conversa extraordinaria.

Desafortunadamente poco material grabado quedó. Una vez grabamos 3 o 4 casets, pero los robaron unos malandros que abrieron el carro de un amigo donde estaban. Desapareció así el producto de la jornada de una semana de parranda con él. Memorias de teléfonos extraviadas luego o los propios teléfonos dañados. Muy poco en lo personal me queda de sus relatos narrados en su propia voz.

Pero están en mi memoria, que si se los cuento nunca será igual.

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*Manso borrachito de El Socorro de los años 70, aproximadamente.

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