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Sabiduría originaria: camino hacia el futuro

por Eliecer Centeno
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Eliecer Centeno | ¿Qué nos queda?

Eliecer Centeno | ¿Qué nos queda?

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Hace unos días me recomendaron la lectura de un artículo publicado por la BBC News Mundo titulado “7 cosas que la ciencia descubrió siglos después que los pueblos indígenas” publicado el 9 de agosto de este año. Tenemos nuestras justificadas reservas con esa fuente, por sus antecedentes imperialistas y colonialistas, pero no deja de ser pertinente revisar la visión eurocentrista con la que el sistema actual suele tratar los procesos de producción y apropiación de los conocimientos, especialmente de los saberes y prácticas ancestrales de nuestros pueblos originarios.

Y es que precisamente cada 9 de agosto es celebrado el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, fecha que de acuerdo con Naciones Unidas tiene como finalidad “dar a conocer las necesidades de estos grupos de población” y dar reconocimiento a la primera reunión de trabajo sobre la población Indígena mundial realizada por dicho organismo multilateral, en Ginebra, Suiza, en 1982.

Nuestros pueblos originarios, a escala global, son guardianes de una infinita cantidad de conocimientos que van desde la herbolaria, es decir, el uso de las especies botánicas para tratar y curar ciertos males y enfermedades; técnicas de cultivo aplicadas a la producción de variedades resistentes; la observación y sistematización de fenómenos naturales como comportamientos de animales; las estaciones climáticas; ciclos de vida de la biodiversidad y el desplazamiento de las estrellas por el cielo, entre otras sabidurías.

Las estadísticas compiladas por Naciones Unidas indican que la población originaria actual es de 476 millones de Indígenas distribuida en 90 países, lo que representa el 6% de la humanidad que vive en nuestra canica azul. Las tierras que son definidas como territorios indígenas, unos 38 millones de kilómetros cuadrados, constituyen el 28% de la superficie de nuestro planeta. Estos territorios incluyen también el 40% de las áreas naturales de la Tierra y el 11% de todos los bosques.

La contribución que han hecho los conocimientos originarios en la salud humana moderna es reconocida a nivel global por entes como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estima que alrededor del 40% de los productos farmacéuticos utilizados actualmente se basan en conocimientos tradicionales.

Pero los aportes a la medicina de nuestros pueblos originarios no se limitan a elementos con potencial farmacéutico también poseen prácticas terapéuticas nuestro-americanas como el temazcal, un tipo de baño de vapor que es utilizado por indígenas mesoamericanos y norteamericanos como los mayas, con fines rituales, espirituales, higiénicos y terapéuticos, ya que es eficiente para tratar dolencias respiratorias, mejorar la circulación, recuperar la piel de infecciones y también tienen efectos beneficiosos en el sistema reproductivo y la fertilidad.

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A pesar de que los pueblos originarios tienen acceso a numerosos recursos, esto no repercute necesariamente en su beneficio, y se estima que dentro de la población mundial que vive en pobreza extrema por lo menos el 15% de esta fracción vulnerable la conforman personas de las comunidades indígenas.

Uno de los factores que influye en esta realidad que padecen los pueblos y comunidades originarios en nuestro continente son los conflictos con grandes empresas multinacionales que expulsan y desplazan a estos habitantes primigenios para explotar los recursos naturales presentes en sus tierras. Un ejemplo doloroso de ello fue el asesinato en 2016 de la líder y activista ambiental hondureña Berta Cáceres, perteneciente a la comunidad indígena lenca, quien mantuvo una férrea oposición al proyecto hidroeléctrico «Agua Zarca» que originaría el desplazamiento de miles de familias lencas y la pérdida de sus hogares y medios de vida.

Luego del golpe de estado del año 2009 contra el Presidente Manuel Zelaya en Honduras, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH) denunció que los gobiernos de facto sucesivos otorgaron concesiones a mineras e hidrológicas con la consecuente destrucción del medio ambiente y privatización de ríos y territorios indígenas.

Las acciones gubernamentales para desarrollar estos proyectos incluyeron la represión, persecución y encarcelamiento de los líderes indígenas, lo que incluso llegó a la contratación por parte de gerentes de la Hidrológica, de sicarios para “silenciar” a los activistas como en el caso de Berta Cáceres.

Las multinacionales mineras canadienses se encuentran entre las principales responsables del desplazamiento de comunidades indígenas en el continente americano.

En el informe “El impacto de la minería canadiense en América Latina y la responsabilidad de Canadá” presentado por varios colectivos ambientalistas y defensores de derechos humanos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se constata que “en el año 2012 los activos mineros de las empresas canadienses totalizaron 148.700 millones de dólares, de los cuales el 66% (99.100 millones) se encontraban en el continente americano. Así mismo se estima que más del 80% de las compañías inversoras en minería metálica son canadienses, las cuales abarcan más de mil empresas, en 80 proyectos mineros, se encontraban en funcionamiento en América Latina y 48 más estaban en construcción para dicho año”.

Esta situación constituye un panorama preocupante para el futuro de nuestros pueblos originarios que se une a otras estadísticas de organismos multilaterales que proyectan que al menos el 40% de las 7.000 lenguas utilizadas en todo el mundo están en peligro de desaparecer. En particular, las lenguas Indígenas son especialmente vulnerables porque un porcentaje importante de ellas no se enseñan en la escuela primaria ni se utilizan en la esfera pública, lo cual incrementa sus riesgos de permanencia.

A pesar de todo esto, un punto fuerte de estos pueblos y comunidades es que sus sistemas alimentarios poseen altos niveles de autosuficiencia y son capaces de generar entre el 50% y el 80% de sus alimentos y recursos, algo que parece una utopía comparada con lo ineficiente de los grandes complejos industriales del mundo capitalista. Nos queda seguir aprendiendo de estos sistemas originarios, proteger y difundir sus lenguas y conocimientos, ya que esto nos podría abrir la puerta hacia un sistema mundo más sustentable y respetuoso de la Pachamama.

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2 comentarios

Katania Felisola 24 agosto 2024 - 11:14

Gracias por entregarnos cada tanto, buenos y esclarecedores artículos. Me inquieta sobremanera y de algún modo asociado a lo publicado, la explotación del Arco Minero en nuestro país, precisamente porque hay empresas canadienses asociadas a tal proceso. Ojalá en una publicación futura pudiese usted darnos información sobre ese aspecto de nuestra economía, que pudiera resultar en una agresión flagrante a los ecosistemas de nuestra amazonía y por ende a nuestros hermanos y hermanas originarios que protegen y habitan en esa zona.

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José Roberto Duque 25 agosto 2024 - 22:28

Salud, Katania, qué bueno encontrarte por aquí. Yo, entrometido, quiero aportar algo a tu punto de vista, por cierto bastante común entre personas que no fueron bien informadas (o fueron descaradamente desinformadas) acerca de lo que es el Arco Minero del Orinoco. He leído análisis al respecto que parecieran partir de una gravísimamente equivocada premisa: personas que creen que la selva del estado Bolívar era un lugar prístino y paradisíaco donde los pueblos originarios vivían en maravillosa comunión con la naturaleza y con sus cosmogonías, y de pronto llegó Maduro, inventó la minería intensiva, le puso por nombre «Arco Minero del Orinoco» y entonces se pudrió todo.

Ha sido difícil explicar, o que la gente crea, que el estado Bolívar es un territorio depredado y destruido por la minería desde hace más de un siglo, que no hay comunidades inocentes donde hay minería y que el Arco Minero del Orinoco es un intento del Estado venezolano por tomar el control de la explotación de recursos minerales.

La cosa es así: la explotación no se va a detener, a menos que el Estado cometa un genocidio y una masacre contra las miles de personas que viven de la minería. Entonces, o Venezuela aprovecha esa riqueza o permite que se la sigan llevando los guyaneses, brasileños y el hampa organizada de aquí.

Aparte, es impresionante como las mismas personas y grupos que detestan al Arco Minero del Orinoco no dicen ni una sola palabra contra el caso más brutal y extendido de minería en Venezuela: la industria petrolera, asunto más mortífero y contaminante que la extracción de oro, con arco o sin arco. ¿Por qué la extracción de oro es un asco y la de petróleo es chévere?

Estuve por allá unos meses (y no fue agradable para nada, lo confieso), y me sirvió para hacer unos análisis en los inicios del Arco Minero (no de la minería sino del Arco Minero, que no es lo mismo), hacia 2017-2018. Va uno, que apenas roza un par de aspectos del disparate comunicacional que ha llevado a la gente a confundir Arco Minero con minería, como si lo primero no fuera un muro de contención contra lo segundo:

https://arconoticias-info.blogspot.com/2017/10/preguntas-y-respuestas-incomodas-sobre.html

Vaya un abrazo

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