Yusdely Espinoza / Fotos Luis Trujillo
Foto de portada Henry Anteliz
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El pueblito más alto de nuestra bella Venezuela, Llano del Hato, está ubicado en Mérida a 3.600 msnm. Es una comunidad donde el tiempo no transcurre. Sus flores siempre están frescas y acompañadas por la húmeda neblina, los habitantes mantienen el uso de ruanas de lana; sus mejillas son siempre rojas, el viento no descansa. El silencio de aquella altura permite apreciar el horizonte blanco de nubes, su fiel Pico Mucuñuque y el encantador Pico de la Ventana del paraíso del Tisure. Con la mirada siempre hacia nuestra Sierra Nevada y cerquita del cielo azul nos dejamos impresionar por cuatro cúpulas que se dejan ver desde la carretera transandina.
En esta encantadora comunidad de los pueblos de los páramos nació Marisela Rivas, quien nos comparte su experiencia en el Centro de Investigaciones de Astronomía Francisco J. Duarte (CIDA) o también conocido como Observatorio Astronómico Nacional Llano del Hato.
Marisela, con mucha nostalgia, comparte su historia dentro de estas cúpulas; la entrevista se convierte más bien en una conversación entre amigas que le sirvió para detenerse, mirar hacia atrás, agradecerle a nuestro padre celestial y a las personas que fueron guías en su camino, con su mirada brillante de alegría por aquella oportunidad que nunca olvida.

Comienza nombrando al licenciado Johnny Cova, quien en el año 1999 le ofrece la oportunidad de comenzar a trabajar dentro de estas cúpulas como personal de mantenimiento y en el área de cafetín. En varias ocasiones recibió a los visitantes, tarea que le costó un poco al principio por ser algo tímida.
Al formar parte de la familia del CIDA inició una nueva vida, pues la motivación por ser cada día mejor la orientó a culminar sus estudios de media general y continuar a nivel universitario. Estos sueños los veía muy lejos, pues desde muy jovencita había dejado de estudiar y se había dedicado al trabajo de la agricultura, un trabajo muy honrado pero algo difícil para una joven dama con tanto por descubrir.
Saboreó el olor de la tierra húmeda de estos páramos, fertilizó las semillas que se deslizaban por estas manos tiernas, en su rostro se dibujaron las caricias de aquel atrevido viento frio que le esperaba cada mañana para convivir con aquellos caballeros agricultores, que muy afortunados se sentían por tan grata compañía.

Este nuevo comienzo le permitió conocerse a sí misma, enfrentar nuevo retos y cumplir sus anhelos. Johnny Cova junto con los compañeros Nadia Cova, Antonio Ramírez, Mariela Martínez y Carlos Castillo le dieron ese toque de efervescencia a la vida de Marisela, mostrándole todas esas posibilidades que se podían percibir en aquel firmamento impregnado de luz. Con mucha confianza y luego de varios años de compartir en el trabajo ingresó al departamento de Guía, donde le tocó prepararse para esta nueva labor que cada día le exigía más.
Como una estrella fugaz culminó en el 2010 sus estudios universitarios, obteniendo el título en la Universidad de Los Andes, facultad de Humanidades y Educación, como Licenciada en Educación mención Ciencias físico naturales sub área Física, con el trabajo de investigación titulado “La Interdisciplinariedad de la cinemática en el contexto de las ciencias naturales en cuarto año de bachillerato”. Le concedieron la mención Publicación.
Mientras culminaba su preparación académica universitaria hizo cambio por un tiempo en las oficinas del CIDA en la ciudad de Mérida, donde apoyó en el departamento de Divulgación, experiencia muy grata e inolvidable como aquellas noches estrelladas y serenas de su páramo.

Esta vivencia la llevó a conocer todo nuestro territorio venezolano con los proyectos de Astrobús y Planetario durante los años 2008 y 2010, de la mano del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Allí compartió los conocimientos de Astronomía motivando a los niños y jóvenes a continuar estudios en estas áreas. No sólo fue un trabajo de percibir otros espacios geográficos y viajar en estos buses novedosos, su misión fue más poderosa: poner en práctica la inclusión educativa astronómica y dar a conocer el encanto que tenemos en nuestro cosmos. Allí se incentivó a un gran número de personas de diferentes edades, profesiones y oficios a mirar hacia el cielo y detener el tiempo en un breve instante para que se involucraran en el mundo de la ciencia astronómica. Algunos de esos jóvenes que en aquel entonces eran niños hoy son profesionales relacionados a este ámbito.
El CIDA fue y continua siendo un gran destello en la vida de Marisela, que no le deja de asombrar después de 25 años. No se llegó a imaginar que dentro de estas cúpulas que ella observaba aquellas mañanas, tendría la manera de regocijarse de aprendizajes y conocimientos que cultivaría ya no en tierra húmeda y fresca, sino en una inmensa y profunda estela con increíbles semillas impregnadas de secretos cósmicos que dan su fruto en el claro y brillante de cada vuelta al amanecer; ahora se trata de un cultivo de conciencia, enseñanza, formación y educación del espacio celeste.

La exigencia, la responsabilidad, el compromiso, el amor por lo que se hace, la pedagogía y andragogia, el respeto, la puntualidad, la motivación de seguir cada día preparándose académicamente.
Luego de su licenciatura continuó con estudios en la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Unefa), núcleo Mérida, egresando esta vez como Magister en Ciencia y Tecnología. Su trabajo de investigación fue “El uso de la web 2.0 para la enseñanza de la ciencia planetaria (planetas rocosos y gaseosos del sistema solar) en los docentes de primaria” .
Ha compartido sus conocimientos en ponencias y festivales de astronomía. Obtuvo un bello reconocimiento a través de un premio a la Divulgación Científica, Humanística y Tecnológica, mención Mejor Iniciativa a la experiencia “Fascículos de Astronomía para niños, un instante en el universo”. Así que esta dama paramera ha sido eje pilar en la educación y divulgación de la astronomía. Sigilosamente, ha hecho sus aportes a la sociedad desde y para el astrofísico.

Actualmente comienza su Doctorado en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez, núcleo Simón de Mucuchíes, en el Sistema de Estudios y Experiencias Acreditables. Para ella no hay un día que no sea de aprendizaje; al contrario, mientras más se crea que se conoce un tema, es cuando más se debe proyectar el horizonte hacia la investigación.
Cuenta con su esposo y sus dos lindos niños, quienes le brindan el sentimiento más valioso: el amor, para ser del alba una exquisita vida familiar y laboral, en donde cada instante es una nueva oportunidad para formarse y corregir los errores.
Para ella es un honor ser de esta comunidad agricultora y además científica, adonde vienen a conocerles y hacer investigación de todas partes, no sólo del territorio venezolano. Trabajar en este espacio tan importante para la humanidad, poder aportar y tener compañeros de trabajo como Taurimay Briceño, Jorge Contreras, Antonio Ramírez (por mencionar algunos de sus colegas) con una inagotable capacidad para investigar y estudiar, contar con equipos avanzados, ha resultado que estas cúpulas pasen hacer parte de su vida académica su propia universidad y su segundo hogar. Además de trabajar como guía y divulgadora científica como lo ha venido haciendo por años, también es coordinadora de personal.

“Mi trabajo es verdaderamente maravilloso, ya que tengo la oportunidad de recibir a los visitantes y hacer que se enamoren de la astronomía. Todo comienza con un viaje imaginario a través del espacio, donde hacemos paradas en diferentes estaciones espaciales y nos adentramos en el basto universo”, comenta con entusiasmo.
Este interesante recorrido es indudablemente mejor si se vive, si se aprecia el frio feroz de este páramo, sí se escucha la sonrisa amigable de Marisela, sí se siente el asombro del desplazamiento de las cúpulas cuando abren para mostrarnos aquel regalo del creador: el cielo oscuro y a la vez brillante, que nos acerca a la inmensidad de lo lejano, en donde a veces sólo ensueños existimos.
Dijo Mario Benedetti sobre el amor: “Aprender que hay personas que te ofrecen las estrellas y otras que te llevan a ellas, es la diferencia entre quien quiere y quien ama”. Para un buen viaje hacia las estrellas lo necesario es demostrar la inmensidad que se anida en nuestra pequeñez.

