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Narcohipopótamos y la extinción de especies

por Eliecer Centeno
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Eliecer Centeno | ¿Qué nos queda?

Eliecer Centeno | ¿Qué nos queda?

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El año pasado me llamó la atención una noticia titulada “Un hipopótamo muere atropellado en carretera de Colmbia”, publicada en AFP.

El insólito hecho ocurrió en la autopista Bogotá-Medellín de Colombia. Resulta más que obvio que el territorio de Colombia no se encuentra dentro de la distribución natural de esta especie de mamífero africano. La historia tras este evento se remonta a la década de 1980, cuando el narcotraficante Pablo Escobar introdujo ilegalmente 4 ejemplares de hipopótamo (1 macho y 3 hembras) en una de sus propiedades, la Hacienda Nápoles ubicada en Antioquia, y que era utilizada como un inmenso zoológico privado, que incluía grandes felinos y elefantes.

Luego de que Escobar fuera abatido en un enfrentamiento con las autoridades policiales, los animales incautados fueron trasladados a diversos zoológicos. Sin embargo, los hipopótamos que vivían en el río escaparon y lograron continuar su vida en libertad en el río Magdalena. Hoy en día, más de 40 años después, la especie africana cuenta en Colombia con una población estable, sana y en franco crecimiento de 170 ejemplares.

Estudios de la Universidad Nacional de Colombia estiman que para 2030 la población de hipopótamos en el Magdaleno medio alcanzará los 433 individuos en caso de no tomarse ningún tipo de medida de control de la población.

Así mismo, en el año 2022 el gobierno colombiano a través de su Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible declaró al Hippopotamus amphibius como una especie exótica invasora de alta peligrosidad en el país.

Las opiniones en Colombia son diversas, algunos plantean la eliminación física de los hipopótamos, su castración, o capturarlos y enviarlos a zoológicos extranjeros. Cada una de estas medidas implica una amplia y costosa operación. También están los que opinan que los hipopótamos deben quedarse, que están adaptados a las personas, no representan una amenaza e incluso ya hay sectores lucrándose con la presencia de la especie africana al ofrecer a los turistas viajes en bote para verlos de cerca o la venta de artesanías con la forma de estos mamíferos artiodáctilos.

Las consecuencias de la presencia de estos mamíferos semiacuáticos para los ecosistemas y comunidades del río Magdalena puede ser catastróficas, ya que no poseen depredadores ni competidores naturales, por lo que pueden consumir libremente la vegetación autóctona, desplazar a otros mamíferos vegetarianos e inducir la extinción de estos. Igualmente al aumentar su población y ser más frecuente el contacto con humanos se podría generar una tragedia ya que un animal de varias toneladas, territorial y agresivo puede causar fácilmente heridas mortales en las personas.

Según la Sociedad de Conservación de la Vida Silvestre de Colombia la biodiversidad presente en el Magdalena medio está estimada en más de 150 especies de mamíferos, 630 de aves, 120 de reptiles, más de 50 especies de anfibios, 120 de peces y más de 4.000 especies de plantas vasculares que incluyen plantas con semilla y helechos, muchas de estas especies son endémicas y sólo se encuentran en esta región del Magdalena colombiano por lo que su potencial pérdida sería irreparable para estos ecosistemas fluviales.

El convenio sobre la diversidad biológica, define a estos organismos exógenos así: “Las especies exóticas invasoras son animales, plantas, hongos y microorganismos introducidos y establecidos en el medio ambiente fuera de su hábitat natural. Se reproducen rápidamente, se imponen sobre las especies locales en la competencia por alimento, agua y espacio, y son una de las principales causas de pérdida de diversidad biológica en todo el mundo”.

En esta definición falta un componente importante y es que las especies exóticas invasoras pueden ser liberadas de forma intencional o involuntaria por parte de las personas en los ecosistemas. Ejemplo de esto son los hipopótamos en Colombia, los cuales fueron introducidos de forma voluntaria e irresponsable por un capo de la droga. Mientras que en el caso involuntario tenemos la rana toro (Lithobates catesbeianus) que fue traída presuntamente a Los Andes venezolanos a principios de los años 2000 como especie de cría para uso gastronómico, pero algunos ejemplares escaparon accidentalmente a las lagunas merideñas.

La rana toro se encuentra categorizada entre las 100 especies invasoras más peligrosas del mundo. Según un estudio de dispersión de la rana toro elaborado en conjunto por el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y el Ministerio del Poder popular para Ecosocialismo (MINEC) y publicado en el 2017 esta especie se está extendiendo a una razón de 3,041 km2 por año, lo cual es alarmante y exige de mayores controles en sus poblaciones para evitar su continua expansión.

Entre los factores por los cuales es preocupante la presencia invasiva de la rana toro en Venezuela se encuentra por una parte su capacidad para depredar y competir con otras ranas endémicas de nuestro país, y por la otra, su potencial como organismo transmisor del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, el cual posee elevados índices de mortalidad en anfibios y cuyo impacto ha sido estudiado en la ranita merideña Dendropsophus meridensis, endémica de los andes venezolanos.

Reportes del Convenio sobre la Diversidad Biológica indica que la enfermedad quitridiomicosis, causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis “…ha ocasionado un drástico declive en especies de anfibios e incluso extinciones en el oeste de América del Norte, América Central, América del Sur, el este de Australia y Dominica y Montserrat en el Caribe. El hongo provocó muertes esporádicas en algunas poblaciones de anfibios y una mortalidad del 100% en otras…”.

Estos estudios, estadísticas y relatos sobre las especies exóticas invasoras son una muestra de cómo la introducción de estos organismos extranjeros en un ecosistema pueden generar problemas a largo plazo, tanto para los ecosistemas como para las comunidades que afectan. Nos queda estar atentos a la evolución de estas problemáticas, adoptar las lecciones aprendidas y avanzar hacia un manejo más responsable de las especies exóticas y su potencial como causa de extinción de nuestras especies.

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