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Historia de puentes, ingenio, amor… y células madre

El caso de la niña Valentina La Cruz (pseudoartrosis congénita en su pierna izquierda) ha calificado para una intervención con células madre, programa emblema de la Unidad de Terapia Celular del IVIC. Aquí, unos datos sobre su entorno familiar y social. Foto de portada: Zuleyma González

por Zuleyma González
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Zuleyma González / Fotos Lheorana González

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Conocí lo que era pseudoartrosis congénita infantil en dos momentos. La primera fue como maestra de la escuela “Padre Rasquin” de Trujillo, en 2022, y la otra fue en julio de 2024, en un reportaje del Ministerio de Ciencia y Tecnología y del Ejecutivo Nacional. Al ver esta reseña sobre los avances en el tratamiento de casos de pseudoartrosis congénita con células madre, aquí en Venezuela, recordé a aquella niña que se arrastraba por el salón al cansancio de sus muletas. A ella le quisieron cortar la pierna debido a la extraña lesión que tenía, su pierna doblada y sin poder apoyarla. Sin embargo, ella y su mamá se aferraban a otras esperanzas.

Entonces llegó el día en que se tendieron puentes, todos los necesarios, para que su caso llegara donde tenía que llegar.

Hablar de puentes en esta historia es algo paradójico, pues para llegar a casa de Valentina hay que cruzar uno de esos que uno cree que ya no existen, o que existen solo en las películas de miedo, un puente colgante artesanal. Mide 26 metros de largo, su piso está hecho de troncos de madera y cuelga a varios metros de altura sobre el serpenteante río Castán – Mocoy del paisaje trujillano.

Foto Zuleyma González

El puente colgante está escondido a la vista de quienes transitan la vía principal Trujillo – Valera, solo puede verse si se adentra por el camino real que permanece vivo entre dos viviendas, donde descansan como en otros tiempos las recuas de mulas cargadas de piña morada, cosechadas en la montaña del frente, más arriba de Mesa de Gallardo.

Arturo, su abuelo inventor, armó la cayapa para la construcción. Cuenta muy orgulloso que colocaron unas guayas atadas en los árboles ubicados en ambos extremos, a lado y lado de cada orilla del río. Uno de esos extremos está en el espacio de la vivienda multifamiliar de tapial que se extendió en el tiempo de manera horizontal. Para ir moviendo los materiales amarraron bien una silla de mimbre que hacían avanzar en un riel o carrucha por los aires, y luego la halaban con las mismas guayas. Echarse la colita a semejante riesgo fue necesario para alcanzar la tarea propuesta.

El abuelo Arturo le había fabricado unas pequeñas muletas de madera a Valentina, luego de empeñarse en que tenía que caminar y no arrastrarse por la casa. Después se propuso la construcción del puente, que necesita de una revisión y mantenimiento permanente para seguridad de todos, especialmente de su nieta.

El viejo barbudo y terco nunca se rinde, ni cuando se queda atascada la moto en los huecos que se hacen entre las tablas del piso. Además cruzar en la moto es necesario para salir a vender cafés y paledonias.

Ese puente no lo cruza cualquiera, da mucho vértigo y «tembletengue» en las piernas, en el recorrido se descubren huecos que obligan a levantar y estirar bien el pie para alcanzar el próximo tronco, rogando que las polillas no hayan hecho de las suyas en la madera cruda. Arturo comenta con naturalidad que, cuando uno de esos troncos se parte, busca otro en la montaña y lo cambia. Quien sí lo pasa serena con su par de muletas, incluso más de dos veces al día, es la niña que hace honor a su nombre, la protagonista de esta historia.

Izquierda: Valentina con sus primeras muletas, fabricadas por su abuelo. Derecha: Valentina, poco tiempo después.
Fotos cortesía familia La Cruz Márquez

Sobrevivientes de oficio

Valentina nació el cinco de octubre de 2013. “Desde que nació le vi en su cuerpecito unas manchitas color café, me angustiaba ver que las piernas de la bebita crecían de manera diferente”, dice Luz Marina Márquez, su mamá. “Darío (el padre) me decía que había que esperar el desarrollo, que eso se emparejaba, pero yo sabía que algo iba mal. Después del año y medio, vino la primera fractura tan solo al tropezar con la cama”.

Luz Marina, nacida en 1983 (41 años de edad en el momento de esta entrevista) es bachiller y oriunda del estado Trujillo. Comenta que no ha sido fácil, “la niña requiere que yo esté siempre disponible, no puedo trabajar ni estudiar, cuando mucho hacer las cosas de la casa. La llevo y la traigo para la escuela, a veces tres o cuatro días de la semana porque no es fácil estar subiendo y bajando de la buseta, y no puedo ponerla a caminar tanto, aunque lo hace normalmemte, pero se cansa. Eso sí, los días que llueve saben todos en la escuela que no la llevo, es muy peligroso porque se me puede resbalar con las muletas”.

Darío La Cruz, padre de Valentina, trasladó a la familia desde el Valle del estado Mérida hasta Trujillo cuando la niña tenía tres años. Les tocó huir del frío, pues provocaba un dolor insoportable en los huesitos de la pequeña.

Aferrado a que todo es posible, cuenta mientras conversábamos sobre el árbol genealógico de su hija, que él mismo es un milagro, porque según sus padres nació seismesino, con pocas probabilidades de vida, y sobrevivió gracias a que su abuelo se inventó una incubadora artesanal por allá en La Culata en el año 1976. Eso era como una caja pequeña con frascos de leche tibia recién ordeñada, que lo mantuvieron calientito, encima de una cocinilla a llama muy baja, hasta que la piel dejó de verse transparente”.

La hora de las células madre

La madre de Valentina escuchó en una oportunidad sobre las células madre, lo vio en un programa de televisión, los casos eran como los de su niña, pero veía lejana la posibilidad de poder recibir esa atención, no solamente por los costos sino por todo lo que eso significaba.

Tenía once años de edad y estudiaba en quinto grado en la escuela Padre Rasquin ubicada en el sector turístico de La Plazuela, cerca de La Morita, donde está su casa, cuando recibió una llamada del IVIC: el caso de Valentina calificaba para ser tratado con células madre para la regeneración del hueso. Luz Marina afirma que fue bastante emocionante hablar por teléfono con el mismísimo doctor José Cardier, jefe de la Unidad de Terapia Celular del IVIC, quien le dijo que las trasladarían hasta la capital para la evaluación médica de la niña.

Doctor José Cardier. Foto Candi Moncada
Células madre vistas en microscopio. Foto Candi Moncada

Más rápido de lo esperado se la trajo esa gente para Caracas, y en menos de tres días le confirmaron que calificaba el caso de Valentina para el tratamiento y que la realización de la operación se llevará a finales del mes de noviembre de 2024, con todos los gastos pagos.

No supera los temores de viajar en avión por la claustrofobia, prepara su salud física y mental para estar bien para lo que viene en el proceso de intervención médica y postoperatorio. Es una andina luchadora echada pa’lante. Está muy agradecida que su caso haya llegado al IVIC, y que se le haya hecho su más grande milagro.

Esas cosas son de las que pasan solamente en Venezuela, a pesar de ser un país que tiene un centenar de sanciones producto del bloqueo que conocemos todos. Ahí está la labor de investigación científica de vanguardia, ahí está el Mincyt y el brazo fuerte del Gobierno Bolivariano.

La emoción de Valentina trasciende conocer Caracas, la emoción de Valentina es caminar sin muletas, poder correr, ser útil, ayudar a los demás cuando sea grande. Sueña con ser doctora de animalitos, quiere ser fotógrafa, sueña con ser operada, pero su gran sueño es poder bailar y danzar en su escuela.

En estas páginas estaremos atentos a su evolución.

Asistencia Fotográfica y audiovisual: Sebastián Gómez González

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14 comentarios

Julio Cardier 17 noviembre 2024 - 15:27

Hermano Querido!
Que bueno que esté en sus manos este momento a fin de mes!
Su nobleza y dedicación a las Células Madres sigue dando esperanzas a nuestros gente!
Julio Cardier

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Ernesto Che Nava 17 noviembre 2024 - 13:16

Todo conspira para que esta historia sea mágica…

Todos esos puentes, tanto reales como imaginarios, que Valentina ha tenido que atravesar para llegar a este instante. La mudanza forzada desde los páramos merideños al valle trujillano, la perseverancia y creatividad de su abuelo; el compromiso de su madre y padre, y la valentía innata de Valentina.

Luego llegas tú, Zuleyma, una dedicada maestra de Trujillo, que tras cruzar otros puentes llegas a Caracas, pero nunca olvidas a esa niña que llegaba a la escuela con sus muletas y sus sueños…

Y gracias al Gobierno Bolivariano, a la ministra Gabriela, al Dr. Cardier y a todos los puentes que se han cruzado, en pocos días comenzará el tratamiento que permitirá a Valentina seguir el camino hacia la realización de cada uno de sus sueños, y esas muletas serán solo un recuerdo.

Gracias, Zuly, por compartir esta hermosa historia.

Y ojalá siempre, a todas las Valentinas se les presente una Zuleyma en sus vidas.

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Zuleyma 17 noviembre 2024 - 14:37

Ernesto
Acá estamos, como parte de ese brazo fuerte para apoyar a nuestra gente. Sigamos haciendo puentes para que muchas Valentinas sean atendidas por este hermoso programa.
Gracias por tu sensibilidad, por el arte, por la palabra y ser parte de estos momentos. Que hermoso comentario amigo mio.
Te abrazo

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Sylvia Chirinos 17 noviembre 2024 - 12:48

Noooooooooo
Esto es un CANTO A LA VIDA , por dónde se vea, por dónde se leA y por donde se sienta…
de muy buen augurio para la niña
GRACIAS

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Zuleyma 17 noviembre 2024 - 14:31

Que bonito y poético comentario Sylvia.
Sigamos contando a la vida
Un abrazo

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Zuleyma 17 noviembre 2024 - 00:52

Haré llegar los saludos a esta familia, que son ejemplo de optimismo. Son felices, su mayor deseo se está cumplido. Valentina será operada próximamente. Y ese abuelo terco y amoroso es el impulsor, de que solo poniendo ganas e inventiva, se pueden superar las dificultades

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Motopirueto 16 noviembre 2024 - 13:17

Un centenar no: un millar. Bonito testimonio de perseverancia familiar y dedicación de nuestra ciencia al bienestar del pueblo que precisa de ella 👍🏼

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Zuleyma 17 noviembre 2024 - 01:14

Acá está el pueblo para resistir con inventiva, ingenio, ciencia y tecnología. Somos resilientes, sus cifras matemáticas nos inspiran para avanzar, no para restar virtudes.
Un centenar, millar o más… No podrán con este pueblo Valiente

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Teresa Ovalles M. 16 noviembre 2024 - 10:32

Zuly, qué trabajo tan bello has hecho, conmoverdor hasta los huesos. Felicito tambien el resgistro fotográfico de alta calidad y puntetría realizada por Lheo. Qué hermosura. Desde aquí en las Acacias toda mi buena vibra para esa niña salga muy bien una vez cumplida esa esperanza, gracias a la Revolucón Bolivariana. La Inventadera también tiene sus logros! Felicitaciones!

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Zuleyma 17 noviembre 2024 - 01:03

Gracias Tere
Está bonita historia nos encontró, acá está la Inventadera presente para contarla con la crónica y el lente magestuoso de Lheorana para captar el alma de las circunstancias.

Respuesta
Rosa Domínguez 17 noviembre 2024 - 11:25

Amiga, se que este caso tendrá un final feliz… Valentina cumplirá todos sus sueños, el universo y la naturaleza están con ella, al final del túnel siempre hay una luz llena de esperanzas. Un abrazo grande para Valentina, todo saldrá bien.

Respuesta
Zuleyma 17 noviembre 2024 - 14:29

Un abrazo grandote mi Rosa, tu eres guía de esos semilleros del estado Trujillo.
Muchas gracias

Respuesta
Rosa Domínguez 17 noviembre 2024 - 11:25

Amiga, se que este caso tendrá un final feliz… Valentina cumplirá todos sus sueños, el universo y la naturaleza están con ella, al final del túnel siempre hay una luz llena de esperanzas. Un abrazo grande para Valentina, todo saldrá bien.

Respuesta
NAYIBE EREU 16 noviembre 2024 - 10:30

Es una historia muy conmovedora. Deseo felicitar a sus padres por la disposición y la responsabilidad que han tenido para ayudar a su hija sin dejar de un lado la fé en Dios y que un día iba a llegar la ayuda del gobierno . Que pasa inadvertida porque. Solo se proyecta lo malo. Felicitaciones al inventor del abuelo tan ingenioso perdido en ese bosque hermoso donde le tocó proyectar toda su inventadera.

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