Teresa Ovalles Márquez / Fotos Nathael Ramírez
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De Pozo de Rosas, localidad del municipio Guaicaipuro en el estado Miranda, salen cosechas de café variedad Castillo (3,06 toneladas, cosecha 2023-2024) hacia Japón. Gustó en el lejano oriente su origen, cafetos cultivados de forma orgánica, sin agrotóxicos.
Se trata de la recolección proveniente de, al menos, 24 mil plantas de café de la finca Los Salas, cuya familia de productores espera que la cosecha 2024-2025, de 10 toneladas, también la vuelvan a importar los japoneses, una vez que se apliquen las pruebas que certifiquen la calidad orgánica del grano.
Precisamente por su condición de agricultura ecológica y convencional, un grupo de científicas y científicos de la UCV junto con la Alianza Científico-Campesina del Ministerio de Ciencia y Tecnología (Mincyt), a través de la Corporación para el Desarrollo Científico y Tecnológico (Codecyt), va a demostrar la alta calidad y productividad de cultivos en los que se prescinde de agrotóxicos. Y, de paso, los rubros orgánicos están mejor cotizados en el mercado que los tratados con agrotóxicos.
El trabajo de campo
La agrofinca Los Salas, con 29 hectáreas y almácigo para 100 mil semillas, con ventas a puerta de granja, es el escenario para el estudio denominado “Secuestro de carbono y actividad microbiana en cultivos bajo manejo agroecológico y convencional”, que coordina la bióloga Alejandra Zamora, del Laboratorio de Ecología de Microorganismos del Instituto de Zoología y Ecología Tropical (IZET-UCV).
El profesor e investigador de campo Ismael Hernández, del IZET, explica, como experto en suelos, que el carbono es un elemento químico que constituye la mayor parte de los seres vivos y se encuentra en la atmósfera como C02, gas de efecto invernadero, que en los sistemas agrícolas se libera como producto final de la descomposición de la materia orgánica. Con prácticas agrícolas sostenibles es posible disminuir estas emisiones a la atmósfera al secuestrar el carbono en el suelo, con lo cual se contribuye a mitigar la crisis climática. Como es sabido, la agricultura industrializada es una de las principales actividades generadoras de gases de efecto invernadero.

Otros de los investigadores asociados a este proyecto, que coordina la bióloga Alejandra Zamora, por el Centro de Ecología Aplicada, son Ismael Hernández junto con Marjorie Bastardo; Nelson Moncada, técnico; María Ramírez y Alba Farías, como asistentes de investigación, y por la Corporación para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (Codecyt), participan Carla Contreras y Romny Echezuría, este último, acompañante técnico de los productores. El Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Fonacit) financia el proyecto.
El día del trabajo de campo fueron tomadas muestras de suelo de los bosques nativos naturales, como referencia comparativa; de los suelos cosechados orgánicamente y de las siembras con agricultura convencional. En esta etapa del proyecto investigarán las características químicas del suelo. También estudiarán la parte microbiológica, “que es la que hacemos nosotros en el laboratorio. Los microbiólogos vamos a cuantificar los microorganismos que están implicados en la descomposición de esa materia orgánica, las bacterias y los hongos, particularmente”, explica Alejandra Zamora.
Los científicos-investigadores poseen dos herramientas fundamentales para obtener las muestras del suelo que será analizado: el barreno y las calicatas. Estas últimas son técnicas de excavación de una profundidad aproximada de dos metros de hondura, por metro y medio cuadrado de ancho, mientras que el barreno se utiliza para extraer muestras más superficiales, donde se encuentra el sustrato de mayor riqueza en microorganismos y secuestro de carbono, cuando se practica la agroecología. Posteriormente, las muestras son rotuladas y llevadas a los laboratorios del IZET-UCV.

“Estamos aquí tomando muestras de suelo a diferentes profundidades. Generalmente, la evaluación del carbono en el suelo se hace en el primer metro de profundidad (barreno), y queremos ver si la agricultura convencional y la agricultura orgánica modifican el almacenamiento de carbono en el suelo. Sospechamos que la agricultura orgánica favorece un alto contenido de carbono (CO)” –explica el profesor Ismael Hernández, con la cara más feliz de la película “La vida es bella”.
En la agrofinca Los Salas dejan los residuos vegetales –también llamados rastrojos– en el suelo, material que posteriormente se descompone y pasa a enriquecer el carbono orgánico del suelo.
El profesor Hernández presagia: “Esperamos que la agricultura orgánica genere el menor impacto, mientras que el almacenamiento de carbono en la agricultura convencional será mucho menor. Es lo que estamos tratando de probar en esta investigación”.

Las esperanzas están echadas
De acuerdo con los resultados que arrojen las investigaciones, “se podría promover cambios en las prácticas agrícolas de la región”, en el marco de la Alianza Científico-Campesina impulsada por el Mincyt, a través del Codecyt.
Sobre el proyecto de secuestro de carbono Alejandra Zamora indica que la hipótesis que manejan, las prácticas agroecológicas “procuran un incremento del contenido de materia orgánica en el suelo, ”reducen las emisiones de CO2 y hay mayor diversidad de microorganismos en comparación con los sistemas agrícolas convencionales, siendo la diversidad microbiana de fundamental importancia por su papel en la biogeoquímica y el flujo de nutrientes en el ecosistema”.
Este proyecto se inició el 27 de junio de 2024 en la finca Los Salas y se esperan resultados científicos en los próximos meses.

Luis Salas, uno de los integrantes de la familia que lidera el trabajo productivo en el predio, comenta que a raíz de la alteración del ciclo de lluvias “no son los mismos rendimientos de hace 20 años. Ha disminuido, ha mermado un poco. Calculo que por lo menos ha mermado un 30 %. Si antes producía 100, ahora está produciendo 70. Eso es un cálculo personal”.
–¿Por qué la agroecología?
–La agroecología es lo mejor porque estás sacando productos sanos. Y eso es lo que se quiere, no envenenar a la gente y bajar los costos de los agroquímicos. Bajan los costos porque no estás usando agroquímicos, que son costosos. Pero si tú no tienes una formación, el Estado no te ayuda a formarte como agroecólogo ni va a venir un técnico a explicarte más o menos qué puedes hacer. Uno lo que adopta es la parte más fácil. Porque este es nuestro trabajo, es el sustento. Claro, está la parte humana y está la parte lógica: el químico hace daño. Entonces, también eso nos ha llevado a irnos a esta parte. Y el llamado es al Estado, para que haga que esto se repita bastante.
–¿Y cómo ha sido la rentabilidad?
–Han bajado un poco los costos de producción. Resulta rentable mientras el Estado te forme y tengas la asesoría adecuada para hacerlo. La idea es continuar, llevar a las fincas estos talleres, enseñar a las personas las prácticas ecológicas, enseñar a hacer composteros para los fertilizantes y todas estas prácticas que han demostrado que son beneficiosas.

–¿Cuántos cultivos agroecológicos tienen?
–Todo el café es orgánico. Lo único químico que se le ha aplicado es para el control de maleza, pero nada de glifosato, que es lo que deja trazas en el terreno. Y para muestra un botón, porque acabamos de mandar una carga a Japón y los japoneses le hacen estudios que arrojan que no hay trazas químicas.
–Usted me decía que este año también querían exportar la cosecha 2024-2025 a Japón y España. Yo calculo, para la cosecha de 2024-2025, por lo menos 10.000 kilos de café para exportar. Y siempre con las puertas abiertas, mientras que sea para el bien. Y apoyarnos mutuamente, con las puertas abiertas. Y por lo menos en el tema del café, el Estado, el gobierno regional, organizó un diplomado, nos dieron talleres. Eso también hay que recalcarlo y agradecerlo, porque nos formaron. Tenemos tradición de caficultores, porque somos la sexta generación.
–¿Cuánto tiempo lleva con la finca?
–Desde el año 99. Estamos mi hermano y yo. Y bueno, los hijos que fueron naciendo, los sobrinos…
Luis Salas tiene 41 años de edad. Desde muy niño, su abuela, Inés Salas, le enseñó a manejarse en las faenas agrícolas. Primero fue sembrando hortalizas, hasta que decidió, en el año 2017, retomar la siembra del café, como lo hacían en las antiguas haciendas Las Guamas, de su tatarabuelo Serapio Salas; y La Galera, de Juan Salas. En 2019, para la cosecha, tenían 5.800 cafetos, fueron escalando y este año llegan a las 42 mil plantas en 4 lotes de terreno.



