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Contra la basura, el abandono y la escasez, ingenio y unión

Juan Carlos Valera le agarró el swing a varios de los procesos del reciclaje, desde la recolección de desechos hasta la fabricación y venta de las máquinas capaces de compactarlos. Su lema parece ser: al mal tiempo, trabajo pesado

por José Roberto Duque
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José Roberto Duque / Fotos Fabricio Martorelli

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Como pasa con la mayoría de las comunidades populares el nombre del Barrio Unión de Barquisimeto no cayó del cielo ni se le asignó porque sonaba bonito; sus fundadores y todo el mundo decidieron llamarlo así porque esa comunidad, esculpida a rajatabla a la orilla de una Zona Industrial, cobró forma a partir de la organización de su gente, un hormiguero con vocación obrera y campesina que se instaló en el sector en plena alborada de las ciudades industriales venezolanas (años 40 del siglo XX). La idea y la práctica de la unión en el trabajo no dejaba lugar a dudas ni hacía necesaria ninguna explicación: la gente unida creó su comunidad y el cemento que levantó las casas no era otro que la unión de los esfuerzos colectivos.

Pero nunca faltan un burócrata, un imbécil y un santurrón, y en este caso esos tres personajes se congregaron en uno solo. Santurrón, estúpido y además ubicado en un cargo de cierto poder en el concejo municipal, el bicho logró que a la nueva unidad demográfica se le llamara, oficialmente, Barrio La Salle, para homenajear a unos curas que no pegaron ni un bloque pero ponían a la gente a rezar y eso a cierta gente le parece más importante que el trabajo físico.

Como suele suceder también, la gente no le hizo ningún caso al nombre oficial y siguió llamando Barrio Unión a su barrio; los nombres del pueblo siempre concitan más afecto que los impuestos por cualquier currutaco de paltó y corbata. Además eso de “La Salle” proviene de Francia, y ve tú a saber qué eifel, qué fransuá miterrán o qué madam bobarí tiene que ver Francia con Barquisimeto, hazme tú el favor.

El barrio fundacional fue creciendo en población, en extensión y en importancia económica, ahora es parroquia y existe un movimiento para elevarlo a municipio. Pero todavía el núcleo residencial sigue llamándose Barrio Unión, popular escenario de luchas y de historia viva.

Ante la adversidad, trabajo duro

Para llegar a la casa y el taller de Juan Carlos Valera hay que adentrarse en el Barrio Unión por una cuadrícula de calles de regulares a precarias. Se cruza un pequeño puente que pasa por encima de un accidente que alguna vez fue un curso de agua, se culebrea por varias manzanas y ahí está el estimado Juan Carlos, en la entrada de un gran galpón que él mismo con su gente ha acondicionado para recibir y procesar grandes cantidades de material.

Nacido en Caracas en 1979, se instaló en este barrio con su madre y su padre cuando estaba muy pequeño. Creció desempeñando algunos trabajos de cierta rudeza para apoyar en la casa; el recuerdo más remoto de su encuentro con maquinarias y tecnologías proviene de su trabajo en una conocida compañía de fabricación, venta y reparación de cauchos en Barquisimeto. Aquellos mecanismos como la prensa hidráulica, que si usted pisa un botón es capaz de hacer en segundos los trabajos que a un hombre le llevaría tiempo y grandes esfuerzos, le fascinaban. Lo que sí no le fascinó mucho fue el accidente que tuvo con uno de esos artefactos, que le aplastó tres dedos, a sus dieciocho años. Pero la curiosidad por ese universo de ingenios mecánicos se le había quedado instalada, y con los años le ha sacado buen provecho a su experiencia adquirida.

Regresó a Caracas, estudió en la Universidad Bolivariana de los Trabajadores ingeniería mecánica, mención cemento, pero sus responsabilidades del momento le impidieron terminar la carrera, así que se devolvió a su Barrio Unión.

La crisis ruda que inició en 2014 lo sorprendió en esa comunidad, de la que había buenas razones para huir por la falta de trabajo, de comida, de agua y de todo lo demás, pero él decidió quedarse. Un amigo le dio cierta información que dio inicio a las más altas inquietudes y ocupaciones de su siguiente década de vida: “El plástico se puede comprar y vender. Lo comprás por kilo o lo recogés en la calle, y después vas a una compañía donde lo procesan, ahí te lo compran”. Sonaba fácil, y la verdad era que a los vecinos les parecía un buen negocio recoger todo ese plástico que afeaba y estorbaba en las casas, y vendérselo al buen Juan Carlos.

Juan Carlos le ganaba entre el 30 y el 40 por ciento a ese material, y había gente que le colaboraba entregándole aquel botellero loco, porque “eso es basura, llevátela y así me limpiás el patio, me decían. Todavía hoy mucha gente no ha entendido que esa basura cuesta plata, y que si se recoge además estás ayudando a preservar el ambiente. Porque todo ese plástico va a parar a los ríos y a los mares y afecta todos los ecosistemas”.

Tecnólogo en acción

Poco a poco dio con una clave, o con otra información: las compañías pagan un poco más cuando, en vez de entregarle un reguero de plástico, lo sometes al menos a un proceso: el compactado. De hecho, un día los señores chinos que le recibían el material le dijeron en su castellano del lejano oriente que ya no le iban a recibir el material así, que tenía que buscar la forma de clasificarlo y compactarlo. Ese tropiezo, que era para desanimar a cualquiera, lo que hizo fue activarle la glándula de la inventiva a Juan Carlos.

El primer experimento fue infructuoso: puso los plásticos debajo de una plataforma y le subió la camioneta encima, pero cuando bajaba la camioneta las botellas saltaban libres y locas por todas partes.

En el verbo de Juan Carlos suena mejor lo que vino después. Por favor, óiganlo porque viene con señales:

Audio: fragmento de entrevista con Juan Carlos Valera, tecnólogo

Así que aquellos obreros apelaron al espíritu original que le dio nombre y sentido al barrio: se unieron para crear un aparato (una máquina compactadora) que se supone que solo puede hacer la industria pesada.

Por ensayo y error crearon unas que se doblaron, pero el empeño en perfeccionarlo todo los llevó a investigar, a calcular, a aprender sobre materiales y sobre capacidades, aguante y resistencia. A los pocos meses no solo estaban compactando basura industrial (plástico, metal, cartón y papel), sino que empezaron a vender máquinas compactadoras artesanales, hechas por ellos mismos con retazos de piezas de metal.

Antes de poder comprar un montacargas que les facilitara la vida, a la hora de recoger y transportar grandes y pesadísimas piezas de hierro Juan Carlos acudía, otra vez, al espíritu fundacional de Barrio Unión: en la época brava de la escasez y la mamazón y la falta de perspectivas, el tecnólogo iba por las calles del barrio, ya vaciándose de gente, y reclutaba a los hombres dispuestos a ganarse una platica ayudándolo a cargar materiales y maquinarias.

Juan Carlos descubrió en algún momento que esas mismas máquinas, de la misma capacidad, se vendían en el mercado en más del doble del precio en que ellos la ofrecían. “Pero por eso mismo, en vez de vender una cara logramos vender varias baratas”.

El taller de Juan Carlos se llena cada semana de buenas cantidades de cartón, papel y plásticos, y en pocas horas esos grandes montones de desechos dispersos son compactados por las máquinas de su creación, y quedan reducidos en tamaño: unos bloques medianos de cartón de unos 280 kilos cada uno. Mediante el mismo proceso que aplasta y reduce esas montañas de cartón, papel y plástico, a Juan Carlos y su gente les ha tocado compactar también promontorios de chatarra electrónica.

Sobre la diferencia entre sus máquinas artesanales y las fabricadas por compañías transnacionales, Valera tiene una interesante reflexión: “Yo me di cuenta de que con esas máquinas importadas trataban de que el latino no se sintiera capaz de hacer eso. Las máquinas comerciales esas son mucha botonera, muchos sensores. Me llamó la atención una máquina que vi, que casi que usted le hablaba y la máquina funcionaba. Entonces usted ve eso y se asusta, ¿quién va a hacer esa vaina? Pero usted agarra una paca compactada por una máquina de otro país y agarra una mía y eso es lo mismo”.

Luego del éxito de la venta de las máquinas, Juan Carlos Valera ha decidido volver al trabajo original de compactar él mismo los desechos con sus máquinas. Específicamente se ha concentrado en el cartón. Hace pocos años la alcaldía del municipio Iribarren se tomó en serio la preocupación por el reciclaje y la reutilización, y por el resguardo del hábitat y del ambiente, y creó una empresa (Junreca: Juntos Reciclamos).

Valera, que se dejaba ver por esa alcaldía de vez en cuando para solicitar que la policía lo dejara trabajar (parece que el cartón fue declarado material estratégico y uno no puede andar recogiéndolo por la calle, así como lo oye) logró que lo tomaran en cuenta y llegó a algunos acuerdo; la alcaldía le compró una de las máquinas para la empresa municipal Juntos Reciclamos. También la gobernación de Lara tiene su empresa dedicada al reciclaje: Recilara.

Fundacite Lara le ofreció su apoyo para el proceso de registro y patente de algunas de sus creaciones.

Juan Carlos Valera tiene rato formando adolescentes de su sector para que aprendan a manejar la maquinaria y el montacargas, y para que dominen los procesos y filosofía del reciclaje, así que su taller es también una escuela. Muchos jóvenes que han pasado por ahí ahora trabajan en industrias con maquinarias pesadas, y le reconocen y agradecen lo aprendido en su paso por el taller.

“Yo les digo: no crean que porque esto es un barrio y aquí trabajamos con chatarra usted no puede decir que es operador de maquinaria. Usted sabe soldar, sabe esmerilar, sabe manejar un montacargas. Y si le dicen que si es capaz de operar una máquina dígale que sí, que necesita una inducción, pero no se asuste por la botonera esa porque usted ya aprendió aquí a operar esas máquinas”.

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Periodista, escritor y editor

1 comentario

María Isabel Arias 2 abril 2025 - 08:01

Si podemos, nuestro país está lleno de personas con capacidad de desarrollar lo que nos venga en gana. Estos artículos nos llenan de ánimo y buscar soluciones, además de informar donde se puede conseguir lo que muchas veces no estamos buscando, pero que necesitamos. Saludos. Gracias

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